De las múltiples alternativas que se barajan para influir artificialmente en los procesos climáticos y detener el calentamiento lo que se ha dado en llamar geoingeniería el secuestro de CO2 de la atmósfera es la única solución que ha sido tomada en consideración por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
Uno de los abanderados de esta tecnología es Klaus Lackner. Pionero en el concepto de la captura de CO2, fue autor de numerosos artículos sobre el tema durante su etapa en el Laboratorio Nacional Los Álamos (EEUU). En la actualidad es profesor de Geofísica en el Departamento de Ingeniería Terrestre y Medioambiental de la Universidad de Columbia.
La solución propuesta por Lackner, que ha pasado recientemente por Madrid para mantener una serie de reuniones en el ámbito universitario, se basa en unos dispositivos de 30 metros de altura capaces de capturar CO2. Después, se podría almacenar bajo tierra, una tecnología de la que ya hay varios proyectos en marcha, como el del Ciemat en Ponferrada.
El objetivo de la captura no sólo es limpiar la atmósfera de gases de efecto invernadero, sino reprocesar el CO2 capturado para ser utilizado, por ejemplo, en pozos petrolíferos o para crear hidrocarburos de diseño. "De esa forma", explica Lackner, "habría un sistema cerrado de captura de CO2, creación de combustibles sintéticos, expulsión de CO2 y recaptura. En un futuro se convertirá en un combustible particularmente eficaz en un ciclo renovable", añade.
Lackner va a crear un prototipo "capaz de recoger una tonelada de CO2 al día", dice. En 2003 construyó un primer sistema basado en hidróxido de sodio para capturar todo el CO2 que expulsaba un coche en 24 horas. El prototipo funcionó, pero se desestimó el material porque era complicado y peligroso de manejar, y muy desfavorable desde el punto de vista energético.
En el sistema actual, explica, las piezas están dispuestas en forma de persiana. Cuando el viento sopla, el mecanismo atrapa el CO2, que se libera cuando se humedece. Entonces se almacena en un depósito del que se extraen el agua y el aire, dejando el CO2, que se comprime hasta convertirlo en líquido.
El problema de este sistema es que, para funcionar, requeriría energía y, finalmente, emitiría CO2. Pero Lackner asegura que esa energía puede proceder de múltiples fuentes como placas solares y, según sus cálculos, por cada tonelada de CO2 capturado, se emitirían a la atmósfera 200 kilos. Una placa solar es suficiente, dice, para hacer funcionar su árbol, "pero se necesitarían 100 molinos de generación eólica para conseguir la misma reducción de CO2", añade.
Klaus Lackner cree que su dispositivo de captura de CO2 será parte de la solución al cambio climático, y se muestra convencido de que se podrá comenzar a trabajar en estas tecnologías "a partir de la próxima década. Nuestros árboles sintéticos son 1.000 veces más rápidos que un árbol normal a la hora de recolectar CO2", concluye el investigador.
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