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11 nov 2009

La generación de electricidad a partir de residuos y plásticos permitirá que, en el futuro, hogares e industrias sean energéticamente autosuficientes


Ser autosuficientes en energía parece una utopía, pero es una posibilidad cada vez más cercana para hogares e industrias. Basta mirar alrededor para ver que en la basura doméstica se acumulan materiales orgánicos y plásticos susceptibles de convertirse en fuentes energéticas. El asesor de la Fundación Tendencias Económicas y asesor de varios presidentes de Gobierno en todo el mundo, Jeremy Rifkin, defendió en una conferencia reciente que los hogares y las pequeñas y medianas empresas pueden generar su propia energía y almacenarla en baterías de hidrógeno, y "al igual que se comparte información a través de Internet, se puede compartir energía generada en cada hogar e industria".

La idea del aprovechamiento energético de los residuos no es nueva, aunque España está a la cola de Europa. En la actualidad hay 11 plantas que generan electricidad a partir de residuos orgánicos y plásticos, cuatro de ellas ubicadas en Catalunya. El presidente del Instituto para la Sostenibilidad de los Residuos, Carlos Martínez, señala que "tirar la parte orgánica en el vertedero no es muy inteligente, es como vaciar un camión de fuel-oil en un agujero; es dilapidar una fuente de energía". Si en España se destinaran todos los residuos urbanos y plásticos no reciclables a la producción de energía se podría obtener el 8% de la que consume el país, y ya que son desechos, mejor aprovecharlos que enterrarlos.

El 67% del plástico se tira

En España el 20% de los residuos plásticos se recicla, convirtiéndose en nuevos plásticos con las mismas características que los originales. Esta cifra ronda la media europea. Sin embargo, en valorización energética a partir de plásticos, es decir, que generen electricidad, España está en los últimos puestos, siguiendo a Grecia y Reino Unido. Tan sólo el 13% de los plásticos se destina a producir energía, frente al 79% en Dinamarca, el 76% en Suiza o más del 60% en Alemania, Suecia o Bélgica.
La pregunta que surge es por qué no se reciclan todos los plásticos. A priori, todos los plásticos se pueden reciclar, pero en algunos tipos como los empleados en agricultura por ejemplo, en invernaderos de fresas están sucios y contaminados con herbicidas, o muy degradados por el Sol, y no son óptimos para reciclar, explican fuentes de Cicloplast, una sociedad sin ánimo de lucro integrada por todas las empresas del sector. La directora de Cicloplast, Teresa Martínez, explica que "hay que reciclar todo lo que se pueda, y el resto de plásticos convertirlos en electricidad, calor o combustible verde".

La directiva europea de residuos establece que el envío de plásticos a valorización energética es preferible a que se destinen a vertederos, donde no se consigue ningún aprovechamiento. En España, el 67% de los plásticos va a vertederos, cifras similares a Italia, Reino Unido o Portugal. Sin embargo, en Suiza ningún plástico va a vertederos, y en Dinamarca, tan sólo el 3%. La directiva recoge una jerarquía para los residuos: primero la reutilización, segundo el reciclaje, tercero la obtención de energía y, en último caso, el vertedero.

Una de las objeciones sociales a la quema de plásticos para la obtención de energía es la emisión de contaminantes. Sin embargo, desde Cicloplast aseguran que todas las plantas en España tienen filtros para evitar las emisiones. "Es más contaminante vivir al lado de un fumador que de una planta de valorización", aseveran.

El poder calorífico del plástico es similar al del gas natural o el fuel-oil, y mucho más que el del carbón, la madera o la basura doméstica. Así, el plástico rinde 45 megajulios por kilogramo (MJ/kg), frente a 46 del gas natural, 43 del fuel-oil, 28 del carbón, 16 de la madera y 8 MJ/kg de la basura doméstica.

Granjas autosuficientes

En el sector agroganadero hay ya experiencias de autosuficiencia en energía, con producción y consumo dentro de la granja. En Alemania, Austria, Dinamarca o Suecia, los materiales orgánicos residuales de las actividades agroalimentarias, como estiércol, purines, y residuos de frutas, vegetales, carne o pescado, se convierten en biogás, una energía renovable obtenida mediante un proceso sin oxígeno llamado codigestión anaerobia.

España es el primer país de la Unión Europea en superficie de cultivo, el cuarto en producción ganadera y el quinto en producción alimentaria a nivel industrial, con lo que la cantidad de materias orgánicas disponibles para biogás es enorme. El potencial de generación total en España es de 8.000 millones de metros cúbicos al año de biogás agroindustrial, pero la cantidad disponible en la actualidad es de 2.600 millones de m3 anuales. La diferencia entre ambas cifras se explica porque del potencial teórico se ha estimado la viabilidad técnica y económica en la recogida, transporte y almacenamiento, y se ha descontado lo que ya se emplea en otros usos, como la producción de compost o alimentación de ganado, según datos del proyecto Probiogás, coordinado por el centro de innovación Ainia.

En Valencia, Ainia desarrolla uno de los proyectos de demostración en la Granja San Ramón, donde se pretende producir biogás agroindustrial a partir del estiércol de ganado vacuno y de residuos cítricos, que pueden generar cuatro millones de kilovatios anuales, la electricidad equivalente al consumo de 307 viviendas en un año. Además, con este biogás se evitaría la emisión de 2.808 toneladas de CO2 al año, frente al empleo de combustibles fósiles.

En EEUU la industria alimentaria también trata de obtener electricidad y calor de sus propios recursos. Así, el fabricante de patatas fritas Frito Lay pretende reutilizar, reciclar y aprovechar cada desecho que genera, como las mondas de las patatas o los residuos oleicos. El objetivo es utilizar un 80% menos de gas y un 90% menos de electricidad, instalando techos solares, reciclando los residuos de sus procesos de producción y convirtiéndolos en energía.

Red de hogares energéticos

Rifkin vaticina que dentro de 25 años se construirán millones de viviendas, oficinas, centros comerciales, parques industriales y tecnológicos que servirán como plantas energéticas, además de como hábitats. Estos edificios recogerán y generarán energía procedente del Sol, el viento, la basura, los residuos agrícolas y forestales, las olas y las mareas, así como energía hidroeléctrica y geotérmica, suficiente para abastecer sus propias necesidades energéticas, además de poder compartir el excedente. Además de producir energía renovable a escala local y para el autoconsumo, los edificios dispondrán de contadores inteligentes, que permitirán que los productores locales revendan con mayor eficacia su energía a la red energética principal, haciendo que el flujo de electricidad sea bidireccional. Quizás Rifkin sueñe, o quizás no.




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