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1 dic 2009

El esperma de la mosca de la fruta hace que las hembras se dediquen a las tareas domésticas después del sexo


Así, como suena. Ver para creer. Resulta que el esperma de los machos de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) incluye un elemento químico que posee la curiosa propiedad de hacer que las hembras que han tenido sexo con ellos renuncien a la habitual siesta de la tarde y se dediquen febrilmente a las tareas del hogar: en concreto a buscar alimentos y cobijo para la descendencia.

El sorprendente descubrimiento fue realizado por el profesor Elwyn Isaac, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Leeds mientras buscaba una explicación para las enormes diferencias que existen entre los patrones de sueño de las moscas de la fruta «solteras» y las «casadas».

Es muy corriente ver estas diminutas moscas revoloteando alrededor de frutas y hortalizas. Ambos sexos, tanto machos como hembras, suelen ser muy activos al amanecer y al atardecer, pero duermen profundamente durante la noche. Y tampoco renuncian a echarse una siestecita por las tardes, para reponer energías y evitar, de paso, una exposición demasiado prolongada a los rayos solares.

«Sin embargo -afirma Elwyn Isaac- notamos que después del emparejamiento, y aunque las hembras siguen durmiendo normalmente durante la noche, renuncian a su habitual siesta y en su lugar se dedican a buscar más alimento y a localizar los mejores lugares para poner sus huevos.

Esta conducta dura por lo menos ocho días, y nuestras investigaciones indican que no se comportan así por elección propia. Las hembras que se acoplan con machos cuyo esperma no produce una molécula sexual muy concreta siguen durmiendo su siesta. Por el contrario, estamos seguros de que aquellas que cambian su comportamiento lo hacen porque son inducidas químicamente por los machos».


Más fieles

«El dormir -explica el profesor Isaac- es una función antigua y esencial que comparten todas las criaturas vivientes, desde gusanos a humanos, por lo que inhibirlo durante un periodo tan largo y sustituirlo por una actividad extra que expone a las hembras a los peligros medioambientales y a la acción de los depredadores, debe requerir de un poderoso mecanismo».

Este curioso péptido sexual es producido por ciertas glándulas de los machos (las equivalentes a la próstata en los humanos) y tiene la capacidad de adherirse a las colas de los espermatozoides. Algunas investigaciones anteriores demostraron que ese péptido anima a las hembras a producir una mayor cantidad de huevos. Normalmente, una hembra con pareja produce del órden de cien huevos al día, frente a los dos huevos diarios que fabrican las hembras «solteras». Otro efecto del péptido en cuestión es que impide que la hembra se empareje con otros machos por lo menos durante los diez días siguientes a la cópula.

«Parecería que impedir el sueño e inducir a las hembras a que realicen más tareas domésticas para preparar el nacimiento de la prole es una táctica utilizada por los machos para asegurar el éxito de su paternidad tras el emparejamiento», afirma el profesor Isaac.

Según el científico, su descubrimiento también puede arrojar nueva luz sobre el papel de determinadas moléculas en el cerebro: «Si podemos averiguar exactamente cómo esta molécula natural consigue apagar el interruptor del sueño, podremos aplicar ese conocimiento para tratar en humanos trastornos como la narcolepsia, que creemos que se debe a la acción de un neuropéptido en el cerebro».

La mosca de la fruta es un excelente modelo para estudiar los hábitos de sueño de los seres humanos, ya que comparten con nosotros muchos de sus patrones. Por ejemplo, duermen profundamente de noche y también tienen sus posturas preferidas para dormir. Si se las despierta en plena noche, se muestran cansadas al día siguiente. Si se les suministra cafeína, permanecen despiertas y los antiestamínicos les producen somnolencia, igual que a nosotros.





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