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8 mar 2010

Una 'isla' de estrellas en la constelación de Orión


La constelación de Orión, de sobra conocida por cualquier astrónomo, ha sorprendido a expertos y profanos con un tesoro secreto en una de sus zonas menos estudiadas. Pocos habían oído hablar de la nebulosa NGC 1788 antes de las imágenes que este miércoles difunde el Observatorio Europeo Austral desde La Silla, Chile.

Se trata de una nebulosa refractaria, compuesta de polvo y gases que dispersan la luz de un pequeño grupo de estrellas jóvenes, de forma que su brillo tenue presenta la forma de un gigantesco murciélago que bate sus alas a pocos grados del cinturón del cazador.

Aunque en un principio pudiera parecer una niebla aislada, un estudio más exhaustivo ha revelado que algunos de los enormes y brillantes astros pertenecientes a las vastas agrupaciones estelares de Orión han tenido un papel decisivo en la morfología de la NGC 1788, y han estimulado el nacimiento de los cuerpos celestes que la conforman. También son responsables, con la expulsión de hidrógeno en las zonas de la nebulosa más cercanas a la constelación, del característico anillo rojo que la envuelve, de forma casi vertical.


Estrellas de un millón de años

Todas las estrellas de esta región son extremadamente jóvenes. Tienen una edad media de un millón de años, una nimiedad al lado de los 4.500 millones de años que suma el sol.

Tras un análisis en detalle, los astrónomos han descubierto que esas incipientes estrellas pertenecen a tres clases muy diferenciadas, que determinan asimismo su situación. De esta forma, las más antiguas se sitúan en la parte izquierda del aro rojo, las más jóvenes forman un racimo a la derecha e iluminan la nebulosa. Aquellas que aún nacen, envueltas en su capullo polvoriento, ligeramente hacia la derecha.

Esa distribución sugiere que una ola de formación de astros, generados alrededor de los calientes y enormes que conforman la constelación de Orión, se propagó a través de la nebulosa NGC 1788 y aún más allá.




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