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21 jun 2010

Cuenta atrás hacia la energía ilimitada


A pesar de la crisis y de que el presupuesto se haya triplicado, este año se iniciarán las obras del Reactor Experimental Termonuclear Internacional. Durante los próximos 35 años, los científicos investigarán cómo aprovechar el poder de la fusión nuclear para dar carpetazo a los problemas energéticos. A TU SALUD Verde visita el mayor laboratorio de investigación en energías jamás imaginado


Se ha hecho esperar tanto tiempo, que ha reclutado fans y escépticos a partes iguales, pero por fin va a empezar la construcción del Reactor Experimental Termonuclear Internacional (ITER). El reactor resiste la crisis; los socios han corroborado en China que el proyecto sigue adelante, a pesar de haber multiplicado su presupuesto en los últimos años de 5.900 millones de euros hasta los 15.000 millones, y que no sufrirá retrasos.


En este momento, 100 hectáreas de terreno vallado están listas para las obras en Cadarache, una localidad de la Provenza francesa. Si todo marcha bien, en él se encontrará la solución a la crisis energética gracias a una fuente «potencialmente ilimitada, sostenible y segura: la fusión nuclear», en palabras de Carlos Alejaldre, director adjunto de ITER. En las reacciones de fusión, varios átomos ligeros liberan energía al unirse para formar uno mayor –al contrario que en la fisión, proceso utilizado en las centrales nucleares de hoy, en la que los núcleos atómicos se dividen–. «La fusión no produce reacciones en cadena, expulsa poco calor residual, necesita poco combustible, no emite gases de efecto invernadero y sus desechos radiactivos son de baja intensidad», señala Alejaldre.


Desde hace más de 50 años científicos de todo el mundo persiguen esta meta. «Uno de nuestros investigadores, que se jubiló después de una vida dedicada al aprovechamiento de la fusión, decía que, aunque no viviría para verlo, le bastaba saber que algún día funcionará. Imaginen la pasión con la que trabaja esta gente», cuenta el griego Aris Apollonatos, responsable de comunicación de Fusion for Energy, la agencia europea con sede en Barcelona que integra a los miembros de la UE embarcados en este proyecto internacional. Se trata de una colaboración global en la que participan siete fuerzas que representan el 50 por ciento de la población mundial: China, Japón, Corea, Estados Unidos, India, Rusia y Europa, esta última unida como un solo miembro.

Abastecer la red eléctrica
Todo es grande en ITER, empezando por los tiempos. «Tendrán que pasar 35 años desde que se iniciaron los primeros trabajos, en 2007, para que veamos sus resultados», explica Frank Briscoe, director de Fusion for Energy. De estos, diez se emplearán en la construcción, tras los cuales habrá 20 años de operaciones y por fin, cinco de desmantelamiento. La siguiente fase será la preparación de los demostradores Demo, que cada país emprenderá para desarrollar este tipo de energía y abastecer su red eléctrica. «Calculamos que en 2050 estarán listos los reactores comerciales y ya se podrá encender la luz de casa gracias a ellos», vaticina Jesús Izquierdo, ingeniero de Fusion for Energy.


Más datos enormes: las excavadoras extraerán un volumen de tierra comparable al de la pirámide de Keops para nivelar las 40 hectáreas que ocupará el reactor, de tipo Tokamak, un modelo ruso de los años 50. En su interior los átomos se someterán a altas temperaturas y presiones, hasta formar un gas eléctricamente cargado en un estado de la materia que se conoce como plasma.

Aunque la fusión se produce naturalmente en el Sol a 15 millones de grados, replicar este proceso en la Tierra exige condiciones más extremas. El plasma, compuesto por deuterio y tritio, debe mantenerse a mas de 100 millones de grados dentro de una cámara con forma de toro o donut. Para mantener esta materia tan caliente confinada y comprimida de un modo uniforme, el donut está rodeado por potentísimos imanes de materiales superconductores que sólo funcionan a temperaturas minúsculas, cerca del cero absoluto. Encajar este complicado puzle técnico y además, lograr extraer mas energía que la que hay que invertir en el proceso, supone todo un reto de ingeniería. Y, aunque suene triunfalista, los expertos confían en su éxito sin dudarlo. «Ya ha habido otros experimentos y conocemos bien el tema. El reactor JETde Euratom, en Culham (Reino Unido), obtuvo 16 MW de potencia, para lo que hubo que gastar más: 23 MW. En ITER debemos obtener 500 MW introduciendo sólo 50», explica Izquierdo.

Inversión enorme
Por si cabe duda de que ITER es un experimento ambicioso, sólo hace falta preguntar a Alejaldre: «Tenemos la responsabilidad moral de demostrar que la fusión nuclear funciona y que puede resolver el problema energético de nuestra sociedad», afirma. Con este argumento justifica la extraordinaria inversión planeada, que ha crecido con los años a un ritmo de vértigo. En 2001, se estimó que la construcción costaría en total 5.900 millones de euros, de los que 2.700 millones los aportaría Europa. Hoy, el presupuesto europeo asciende por sí solo a 7.250 millones de euros. Según la organización, el encarecimiento se debe a las sucesivas mejoras sobre el primer diseño. La UE, el principal inversor, pagará el 45 por ciento de los costes de construcción y la gran mayoría de las contribuciones no se harán mediante financiación, sino en especies. Es decir, «cada miembro construirá una parte de los componentes, y con esto se garantiza el desarrollo de la tecnología por parte de todos los socios. El objetivo es que la industria europea esté lista cuando se ponga en marcha la fusión a nivel comercial», aclara Izquierdo.

Después de Francia, España es el segundo país donde más empresas han respondido a las licitaciones para suministrar componentes de ITER.

Parece que el fracaso no entra en los planes de estos expertos, pero el experimento puede fallar. En ese caso, ¿la inversión habrá caído en saco roto? «No –responde Alejaldre, rotundo–. Las tecnologías que se hayan creado durante todos esos años darán retornos muy beneficiosos a la industria europea», asegura. Lo que está claro es que, si funciona, ITER será la máquina que cambie el futuro energético del planeta, pero sólo lo sabremos dentro de 35 años. Hasta entonces, los grupos ecologistas esperan que el dinero destinado al proyecto no frene las investigaciones actuales en energías renovables, por si acaso. Ojalá no se cumpla ese chiste que dice: «la fusión es la energía del futuro... y siempre lo será».




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