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27 jul 2010

Cómo convierte Hollywood las películas 2D en 3D


Avatar ha roto muchos moldes dentro de la industria cinematográfica, y ha mostrado a los de Hollywood una nueva vía para seguir haciendo negocio. Por desgracia, no todo el mundo está dispuesto a realizar la inversión necesaria para rodar las películas en formato tridimensional, ni siquiera quieren tomarse el esfuerzo extra que requiere uno de estos rodajes, que precisan de una planificación especial y del empleo de profesionales muy caros capaces de colocar las cámaras en cada plano.

A la par que Cameron preparaba su “ópera magna”, los informáticos creaban un proceso que permite convertir imágenes de vídeo bidimensional a la tercera dimensión. Por eso, muchos cineastas prefieren tomar la vía de en medio, grabar sus películas con los procedimientos tradicionales, y enviarlas a una oscura empresa de posproducción en un país emergente, donde decenas de informáticos mal pagados se encargan de crear el efecto estereográfico a golpe de ordenador.

El proceso que permite convertir películas rodadas en dos dimensiones a la tercera dimensión es laborioso. Hay que crear un boceto tridimensional de cada uno de los fotogramas, y dejar que los ordenadores se encargue del trabajo. Una película 3D se rueda con dos cámaras ligeramente separadas entre sí. En una película bidimensional, sólo hay uno de los dos planos necesarios para crear el efecto de profundidad. A partir de ese único fotograma, se recortan dos imágenes con ejes ligeramente separados, al igual que ocurría con las rodadas por dos cámaras 3D.

En realidad, el proceso es un poco más complejo, porque para ese efecto de profundidad, hay que crear las líneas de convergencia que tiene toda escena 3D. Para ello, se divide el plano en filetes o zonas cada vez más alejadas. Dependiendo de la complejidad del plano y del presupuesto, se hacen entre dos y ocho filetes. En el primer filete pueden estar los actores que se hallan en primer plano; en el segundo, la muchedumbre que los acompaña; en el tercero, las montañas del fondo; en el cuarto el cielo, y así sucesivamente.

El proceso de división del escenario en filetes o zonas de profundidad, lo realiza el operario de forma manual. A continuación, marca con una línea los objetos importantes que hay en cada una de las zonas, y luego traza líneas de profundidad haciendo una especie de mapa fotográfico o un gigantesco cubo de rubik, de manera que cada objeto se pueda definir por tres variables, como en un juego de los barquitos tridimensional. A partir de ahí es donde entra en juego el ordenador, que irá moviendo los objetos a izquierda o a la derecha del escenario según vayan a estar en el fotograma correspondiente al ojo izquierdo o en el del ojo derecho.

El desplazamiento lateral va a ser mayor para los objetos más cercanos al espectador, mientras que los objetos del fondo apenas se mueven. Este desplazamiento de los objetos se lleva a cabo en cada uno de los filetes o zonas de profundidad. Aquí se plantea el primer reto de la conversión de 2D a 3D. Al desplazar lateralmente un objeto en una de las zonas de profundidad, deja una pequeña zona en blanco, que hay que retocar recogiendo trozos del fondo. Además estas áreas en blanco no afectan sólo a la zona de profundidad donde está el objeto.

Un árbol en un plano puede estar tapando media casa situada detrás en otra profundidad posterior. Así, hay que retocar los espacios en blanco en todas y cada una de las zonas de profundidad, a ser posible con material original de cada una de ellas. Este proceso se aplica a todos los fotogramas de la película, y puede llevar muchos meses, incluso con equipos demás de cincuenta operarios. Cuanto más movimiento tenga un plano y más objetos en movimiento halla dentro de él, más trabajo requiere.

Un plano relativamente inmóvil de una pareja charlando, va a necesitar poco trabajo. El operario puede trabajar sobre dos o tres fotogramas, y dejar que el resto de los fotogramas del plano los genere el ordenador de forma automática para posteriromente corregir los pocos errores que se produzcan. El resultado nunca va a ser perfecto. En la conversión de 2D a 3D, cada fotograma se divide en un máximo de ocho zonas de profundidad, mientras que su equivalente rodado con cámaras específicas para 3D tiene infinitas zonas de profundidad sin transiciones. De alguna manera, se pierde resolución en la sensación de profundidad, del mismo modo que se pierde resolución en el sonido de un fichero MP3 comprimido en exceso.




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