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8 ago 2011

Haz turismo con ciencia


Para quienes no disfrutan las largas horas de cola frente a la torre Eiffel o el London Eye, existe otra manera de visitar ciudades: a través de los hitos de la historia de la ciencia. Proponemos un recorrido por los tesoros científicos de Europa, alejado de los circuitos de masas.

Las salas de instrumentos de la florentina galería Uffizi, el museo de historia de la ciencia de Oxford, el laboratorio Cavendish de Cambridge, el observatorio de Greenwich en Londres, los restos de la revolución industrial en Inglaterra, el jardín de plantas en París… Las ciudades más visitadas albergan joyas científicas que son alternativas ideales para huir de las masas.


Florencia, Epicentro del Renacimiento

“Los turistas van a Florencia a admirar el arte y los monumentos del Renacimiento, pero se olvidan de la gran cantidad de innovación tecnológica que hay en esos edificios que fueron construidos no solo por su belleza estética. Muchos de ellos no hubieran sido posibles sin los enormes avances tecnológicos que se dieron en aquel momento”, explica a SINC el profesor de historia de la ciencia Pietro Corsi, de la Universidad de Oxford, Reino Unido.

Tanto Cosme de Medici, fundador de la dinastía, como Fernando I, gran duque de Toscana, sentían pasión por la ciencia, especialmente la astronomía. Durante su mandato, Florencia se convirtió en la ciudad de la experimentación.

Se puede comenzar visitando el Museo Galileo, que alberga una de las colecciones de instrumentos científicos de los Medici mejor conservadas: maravillosos astrolabios con grabados, compases, cuadrantes, esferas y otros sistemas de cálculo mecánico de auténtica belleza reconvertidos en objetos de arte. Además de barómetros, termoscopios, compases chinos del siglo XVIII e instrumentos de cirugía de la época, el museo cuenta con los telescopios que Galileo inventó para ver las lunas de Júpiter. Pero además, el museo dedica una mención especial a la importancia de la división del arco diurno o la trayectoria del Sol en el horizonte como instrumentos para determinar parámetros astronómicos fundamentales.

No muy lejos de Florencia, Padua posee uno de los mejores anfiteatros de anatomía del mundo, desarrollado gracias a sofisticadas teorías ópticas. Sus jardines botánicos de 1545, patrimonio de la humanidad y los primeros creados en el mundo, establecieron una moda y una nueva relación entre naturaleza y cultura que luego se expandió al resto de Europa. Una curiosa opción para viajar por la Toscana es recorrer la región de botica en botica con la ruta de farmacias históricas, un proyecto en el que colabora el propio museo Galileo.

Cambridge, Oxford y el legado británico

Tradicionalmente, Oxford y Cambridge son conocidas por sus universidades. Personas de todo el mundo acuden cada año en masa a conocer los famosos colleges y ver a los estudiantes pasear con las togas. Las dos ciudades compiten en excelencia académica, aunque su rivalidad se extiende a muchos otros ámbitos.

Oxford esconde tesoros como el primer museo de la historia de la ciencia abierto al público. Fundado en 1683, posee una colección fascinante que se expone, precisamente, en el edificio histórico que lo albergó por primera vez. “Es un museo muy poco conocido pero extremadamente importante para la historia de la ciencia moderna y la cultura. Es muy representativo de los primeros museos modernos del Renacimiento, donde se mezclaba arte, naturaleza e instrumentos científicos e incluso albergaba laboratorios de química”, explica Corsi.

La Universidad de Cambridge ostenta con orgullo el récord de premios Nobel que han pasado por sus aulas, 88 en todas las categorías. Pero Cambridge es, sobre todo, la ciudad de Newton, y todos los turistas visitan el Trinity College, donde estudió. A sus puertas se encuentra un descendiente del árbol cuya manzana transformó la física. El original puede verse en la casa donde nació Isaac, en Woolsthorpe Manor, a poco más de una hora en coche.

Otro de los grandes científicos que pisó Cambridge fue Charles Darwin. En el Christ’s College se ha rehabilitado la habitación donde pasó muchos de sus días de estudiante. Los acérrimos admiradores del naturalista pueden visitar su casa entera y el lugar donde escribió muchas de sus obras, o recorrer los jardines botánicos (Henslow Gardens) donde aprendió a diferenciar especies.

Los mitómanos que visiten Cambridge querrán beber una pinta en The Eagle, el pub donde, según cuentan las leyendas, Francis Crick anunció al dueño que él y su compañero James D. Watson habían hallado el secreto de la vida. Ambos trabajaban en los viejos laboratorios Cavendish –que ya han visto formarse a 28 premios Nobel–, cuando aprovecharon los descubrimientos de Rosalind Franklin para llevarse el galardón de la Academia Sueca por la estructura de la doble hélice del ADN.

Antes de dejar Cambridge hay que pasar por el famoso Bletchley Park, cerca de la ciudad, que alberga el primer ordenador del mundo, Colossus, y la fascinante historia de los documentos secretos que fueron incautados al bando alemán y decodificados durante la Segunda Guerra Mundial.

Londres es la ciudad donde se situó la primera academia de ciencias del mundo, la Royal Society, y también el hogar del primer meridiano, el Observatorio de Greenwich. Hay varias visitas obligadas a los famosos museos de ciencia y de historia natural, pero también se puede optar por otras colecciones llamativas, como la del parque de dinosaurios de Crystal Palace, y uno de los jardines botánicos de mayor relevancia científica, el Kew Gardens, que protege la biodiversidad conservando una semilla de todas las plantas de Reino Unido.

Las ciudades de la industria merecen una parada

El norte de Inglaterra sigue teniendo una gran vinculación con las fábricas. Por eso no es de extrañar que sea en Manchester, el corazón y la capital del norte, donde se encuentre este maravilloso museo de historia tecnológica. Aquellos que estén cerca el día 6 de agosto, no deberían perderse el picnic de bicicletas retro.

No lejos de Birmingham se encuentra el primer puente de hierro de la historia y lugares como Saltaire Village, sitio clave en la ruta europea de patrimonio industrial, y Derwent Valley Mills, donde nació la industria del siglo XVIII que por primera vez utilizó el agua para la producción textil.

Aunque para museos de historia tecnológica, nada como el de Deutsches Museum, en Múnich, el más grande del mundo en su campo. En la ciudad alemana, uno no puede dejar de ver el maravilloso reloj de carrillón de la plaza del nuevo ayuntamiento (MarienPlatz), cuya construcción requirió de sofisticadas técnicas.

Planes para no hacer cola frente a la torre Eiffel

En la ciudad del amor, la eterna París, hay mucho mundo que recorrer más allá de los campos Elíseos y la torre Eiffel. Si se elige el Museo de Historia Natural, uno puede pasar horas contemplando la sala de la evolución para después pasear por los preciosos Jardins des Plantes. Una recomendación gastronómica: a la salida del museo se encuentra el restaurante de La Grande Mosquée, el árabe donde los parisinos se relajan tomando buen té en sus patios repletos de plantas.

Hay que cruzar a la otra orilla del Sena, la rive droite, para llegar a Le Marais, el barrio más cool de la ciudad. Además de observar el ajetreo parisino desde una terraza típica y mirar escaparates, allí es imprescindible visitar el Museo de Artes y Oficios, poco conocido pero espectacular. Alberga 80.000 objetos y 15.000 dibujos de la historia de la ciencia y la tecnología, incluido el péndulo original de Foucault que formó parte de la Exposición Universal de París de1855.

Quedan muchas paradas pendientes para disfrutar de toda la riqueza científica de Europa, pero no hay días en agosto para recorrerlas todas. El año que viene, más propuestas.



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