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3 sept 2012

Luchar contra crímenes del futuro no es cosa de ciencia ficción

Decir que alguien lleva el crimen en la sangre puede parecer hoy una aberración, pero no era así hace poco más de un siglo. Entonces, las autoridades de muchos países trataron de buscar las causas biológicas del delito y se lanzaron a prevenirlo con métodos eugenésicos que llegaban a plantear esterilizar a lo que se consideraba gente inferior. 





Desde entonces, la idea de que solo los genes podían determinar la tendencia al delito de una persona se ha descartado y con ese cambio desapareció también el prestigio del enfoque biológico en la prevención del crimen.

Ahora, en un artículo publicado en Journal of Criminal Justice, un grupo de investigadores liderado por Michael Rocque, de la Universidad de Maine, propone la recuperación del análisis biológico como método para evitar delitos que aún no se han cometido. No obstante, los autores puntualizan que en este caso no se olvidaría la influencia del entorno sobre los genes, algo que a principios de siglo se obviaba, y el objetivo no sería apartar de la sociedad a los potenciales delincuentes sino tratar de mejorar su vida para que nunca lleguen a serlo.

Como es evidente si se trata de prevenir, los autores se centran en medidas que se deben aplicar en los primeros años de vida. La revisión comienza mencionando uno de los factores que muestran una mayor correlación con el comportamiento criminal: las deficiencias cognitivas o neuropsicológicas. “Estas carencias provocan dificultades para planificar, organizarse o controlarse a uno mismo”, explican.

Precisamente “la impulsividad es considerada por algunos teóricos más importante que ningún otro rasgo el desarrollo de la criminalidad”, comenta Rocque. Aunque no está claro si la impulsividad tienen un origen exclusivamente biológico, algunos estudios han descubierto defectos genéticos asociados con este rasgo. Concretamente, Adrian Raine, de la Universidad de Pensilvania, encontró una relación entre la impulsividad y una reducción del metabolismo de la glucosa en la corteza prefrontal, una parte del cerebro responsable de controlar el comportamiento.

Otros tipos de comportamiento que permiten predecir si un niño tendrá problemas con la ley en el futuro son la agresividad precoz o los desórdenes de la conducta. Algunos estudios muestran que hasta un 70% de los pequeños diagnosticados con esta dolencia serán condenados por algún delito de mayores. Por último, los investigadores, identifican otros factores de riesgo para los niños como las enfermedades mentales, la mala alimentación, ser hijo de padres adolescentes o nacer en una familia de bajo estatus social.

La información reduce el maltrato infantil

Una vez identificados los riesgos, los autores ofrecen algunas opciones para evitarlos. Por un lado, señalan que varios estudios muestran cómo los programas para mejorar la salud y la nutrición de las mujeres embarazadas, aleccionando a las madres, por ejemplo, sobre los peligros de fumar o tomar otro tipo de drogas durante la gestación, reducen las carencias neuropsicológicas de los bebés.

Los científicos muestran como ejemplo de la eficacia de los programas de apoyo a las madres un estudio realizado en la ciudad de Elmira, en el estado de Nueva York. Allí, 400 madres primerizas fueron repartidas en tres grupos. El primero recibía durante el embarazo una visita cada dos semanas de una enfermera que las informaba sobre la educación del niño y su salud. Un segundo grupo continuaba además con las visitas durante los dos primeros años de vida del bebé y un tercer grupo no recibía a las enfermeras.

En estudios de seguimiento de este plan durante los dos primeros años de vida de los bebés, se observó que el porcentaje de madres condenadas por negligencia o abuso a los niños era muy inferior entre las que recibían las visitas que entre las que no las recibían: un 4% frente a un 19%. Además, a los 15 años de edad, los hijos de las mujeres que recibieron ayuda también habían cometido menos crímenes.

Otro experimento, también dirigido a grupos de riesgo y relacionado con el apoyo en las primeras etapas de la vida, en este caso de enriquecimiento intelectual de los niños, fue llevado a cabo en la ciudad estadounidense de Ypsilanti, Mïchigan. Un grupo de niños de pequeños de tres y cuatro años asistieron diariamente durante dos años a un programa preescolar acompañado por visitas semanales en su casa. Comparado con un grupo de control que no recibió estas clases, cuando aquellos niños cumplieron 27 años, habían sido arrestados 2,3 veces de media, frente a 4,6 en el caso de los que no asistieron a las clases de refuerzo. En un seguimiento que se hizo cuando estas personas cumplieron 40 años, los que asistieron a las clases habían sido arrestados con menor frecuencia que los miembros el segundo grupo por crímenes violentos (un 32% frente a un 48%) o por delitos contra la propiedad (36% frente a un 58%).

Respecto a la influencia de la nutrición sobre la criminalidad, el investigador de la Universidad del Estado de California Stephen Schoenthaler realizó un estudio en el que analizó los efectos de cambiarles la dieta a 276 delincuentes juveniles que cumplían condena en un centro de internamiento. Les cambió los refrescos azucarados, como la Coca Cola o la Fanta, y la comida basura por zumos de fruta y algunos aperitivos nutritivos. Además, les quitó los postres y los cereales azucarados. Al cabo de dos años, el porcentaje de internos con buen comportamiento se incrementó en un 71% y el de delincuentes crónicos se redujo un 56%. Estudios similares, han mostrado la eficacia de un complemento alimenticio como el aceite de pescado.

Los investigadores concluyen que estudios como los mencionados son una muestra del potencial de la aplicación de la biología a la criminología de una forma no discriminatoria. “Estas estrategias”, concluyen, “buscan mejorar vidas y no apartar a gente de la sociedad”.



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