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22 oct 2012

El frontón madrileño donde Torres Quevedo probó su telekino

Encerrado entre bloques de viviendas languidece en Madrid el frontón Beti-Jai, testigo único del esplendor de la pelota vasca en la capital y hogar de los experimentos del ingeniero Leonardo Torres Quevedo. Mientras que una plataforma ciudadana lucha por su rehabilitación, esta joya de la arquitectura del siglo XIX vive ahora pendiente de una resolución judicial que aclarará su futuro.



La manzana de viviendas que encierra el frontón Beti-Jai, el único que queda en el mundo del siglo XIX, impide su visión desde fuera. Las puertas de su fachada principal en la madrileña calle del Marqués de Riscal están cerradas a cal y canto. Solo las imágenes de satélite que proporciona Google Maps facilitan una vista aérea, además de la panorámica que se divisa desde algunas azoteas.

“Aquí vienen estudiantes de arquitectura y gente del País Vasco sobre todo para ver el frontón”, explica Juan, el portero de uno de los bloques colindantes. Juan –nombre ficticio, porque prefiere mantenerse en el anonimato– se muestra un poco indeciso al principio, pero finalmente accede amablemente a abrir la terraza para poder divisar este Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid. Eso sí, con el permiso del administrador y el presidente de la comunidad de vecinos.

La primera impresión del Beti-Jai no hace justicia a lo que significa su nombre eusquera: ‘siempre fiesta’. Aunque llama mucho la atención la forma elíptica del graderío, su estado de conservación es lamentable.

La cancha es un solar lleno de cascotes y tierra entre los que crece la maleza y algunos árboles. Las galerías donde estuvieron las gradas se mantienen en sus cuatro pisos, pero la mayor parte de las secciones fueron cegadas con tabiques. El alero está roto y se han abierto improvisadas ventanas por todo el recinto, incluida la parte superior de lo que fuera la pared principal del frontón. El aspecto general es de suciedad y abandono.

Nada que ver con la época de esplendor del frontón Beti-Jai. Cerca de 4.000 espectadores abarrotaban los asientos para ver y apostar por los mejores jugadores de pelota, un deporte que la aristocracia madrileña había conocido durante sus veraneos en la costa vasca. Chiquito de Abando, Portal y Elícegui –los Ronaldo y Messi de la época– hacían las delicias de los espectadores, sentados cómodamente entre bellos frescos y alfombras.

Centro social y científico

En aquel escenario, que se llegó a considerar como la ‘capilla Sixtina’ del juego de la pelota, también se organizaban eventos sociales y otras actividades. Algunas tan fuera de lugar como los ensayos de uno de los primeros sistemas de control remoto del mundo: el telekino, del ingeniero español Leonardo Torres Quevedo.

El edificio se inauguró en 1894 y es obra del arquitecto Joaquín Rucoba, autor de obras como el teatro Arriaga de Bilbao y la plaza de toros de la Malagueta. “Presenta un impresionante graderío curvo de esbelta estructura de hierro por delante y de cuidada fábrica neomudéjar de ladrillo en su fachada posterior”, explica el arquitecto Vicente Patón.

“El pasado nos lo lega en un estado de preocupante decrepitud pero milagrosamente entero y auténtico, lo que le convierte en el edificio de deporte moderno más antiguo del mundo; ya que otros de la época, como los estadios de Winbledon y Roland Garros, fueron demolidos o transformados y los actuales no conservan nada de su configuración primitiva”, señala Patón.

El experto también destaca la traza magistral del Beti-Jai en forma de cesta, “una herramienta deportiva que también aparece en la fachada principal, y que consigue que el foro recoja las miradas de todos los espectadores con su amplia curva”.

“Este frontón también es parte del anecdotario de las miserias científicas de España”, comenta Antonio Pérez Yuste, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y miembro del Comité de Historia del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE): “Resulta que después de la excelente acogida que tuvo el telekino en Francia en 1903, el Gobierno español se interesó por el sistema. Concedió una subvención de 200.000 pesetas a Torres Quevedo y le autorizó a usar un espacio desocupado del frontón para montar su laboratorio”.

El afamado ingeniero perfeccionó aquí su invento y realizó diversas pruebas y exhibiciones con un triciclo. El pequeño vehículo se movía solo y cambiaba de dirección por la cancha ante el asombro de los observadores. Las órdenes se enviaban desde un radiotelégrafo que podía estar hasta 30 metros de distancia.

“Don Leonardo movía las palancas”

“Vi por primera vez un triciclo sin que nadie lo condujese. Don Leonardo movía unas palancas y aquel artefacto se ponía en movimiento por arte que, en el primer momento, creí cosa de brujas. Aquel primer contacto con el sabio dejó en mi ánimo de niño una huella imborrable”. Así describía años después su experiencia uno de los testigos, Juan María Torroja Miret, en el diario ABC.

Por su parte, un grupo de profesores y alumnos del Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid resumían de esta forma la visita: “Quedamos admirados de la inconsciente y puntual obediencia del aparato, que retrocedía, adelantaba, paraba o se ponía en marcha a derecha o izquierda según las órdenes que previamente nos anunciaba su inventor”.

Hoy es difícil imaginar aquella escena viendo el estado en que se encuentra la cancha. Uno se pregunta en qué lugar del frontón estaría el laboratorio de Torres Quevedo: ¿Bajo alguna de las gradas, en las salas anejas de atrás, en el edificio neomudéjar de la entrada principal?

Precisamente “ahí es donde murió quemado el guarda”, señala Juan. El portero recuerda cómo hace unos años, “cuando el frontón dejó de usarse como taller y garaje de coches, llegaron personas sin hogar. Los vecinos protestaron por la chatarra que acumulaban, las hogueras que hacían para cocinar, el ruido, las ratas… hasta que los propietarios decidieron cerrar el recinto y poner vigilancia”. Una noche de diciembre de 2008 la mala suerte quiso que se originara un incendio en la garita y su ocupante pereció calcinado.

El suceso ha sido uno de los más trágicos que han rodeado al Beti-Jai, aunque su decadencia había comenzado mucho antes, en 1919, cuando se cerró para el juego de la pelota. El momento coincidió con las prohibiciones de las apuestas y el cambio del gusto del público hacia nuevos deportes como el fútbol. Desde entonces el frontón ha servido de comisaría, cárcel durante la Guerra Civil, local de ensayo de bandas musicales, escenario ocasional de películas –como Madrid, de Basilio Martín Patino– y taller de reparación de automóviles, e incluso estuvo a punto de convertirse en hotel.

A punto de convertirse en hotel de lujo

En los noventa el inmueble pasó de manos de la automovilística PSA Citroën a una serie consecutiva de sociedades vascas que, en principio, tenían el ánimo de restaurarlo y devolverlo a su uso original. Pero la última de estas sociedades fue absorbida en 2004 por Aguirene SL, la empresa que trató de transformar el edificio en un hotel de lujo. Incluso llegaron a contactar con el arquitecto Rafael Moneo.

Aquella maniobra estuvo promovida por la abogada Montserrat Corulla, acusada de ser la testaferro en Madrid de Juan Antonio Roca, el cerebro de la trama de corrupción del caso Malaya. La operación quedó truncada en 2006 gracias a un acuerdo entre todos los grupos parlamentarios de la Comunidad de Madrid para que el edificio se destinara a sus fines primigenios. Su declaración como Bien de Interés Cultural llegó en enero de 2011.

SINC ha intentado sin éxito contactar con los responsables de Tarcosul Gestión –nombre actual de Aguirene SL– para escuchar su versión e intenciones con el inmueble. En cualquier caso, la desidia de los propietarios ha motivado que el asunto esté ya en manos de uno de los departamentos de expropiaciones del Ayuntamiento de Madrid.

Responsables del organismo municipal han resumido a SINC la situación actual: “En estos momentos existe una valoración del Beti-Jai dada por el Jurado Territorial de Expropiación Forzosa con la cual no está de acuerdo ni la propiedad ni el Ayuntamiento, por lo que dicho valor está recurrido. Por tanto, actualmente existe en marcha un proceso contencioso administrativo y hay que esperar a que se dirima”.

Los miembros de la plataforma Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid, que luchan por su conservación y restauración, ofrecen cifras más explícitas en su web: “El tribunal lo ha tasado en 7,2 millones de euros, y el ayuntamiento considera que lo justo son 5,7 millones. Pero la propiedad –que lo adquirió por 2,4 millones de euros– lo ha recurrido porque quiere ingresar 32 millones, según dijo su representante durante una visita al frontón el pasado mes de abril”.

Una obra original y única

Los defensores del frontón confían en que se resuelva pronto el contencioso. “Nuestra propuesta es la de rehabilitar el Beti-Jai como lo que fue, un edificio singular de espectáculos deportivos, en el que la pelota tenga cabida –aunque sea de forma esporádica–, pero que a la vez sea un espacio para espectáculos culturales (conciertos, teatro, cine, exposiciones) y sociales (ferias, fiestas, congresos)”, dice Igor González, portavoz de la plataforma.

La idea es mantener la estructura y el espíritu original del frontón, pero adaptándolo a los nuevos tiempos. En la mente de todos está 2020, año en el que Madrid podría acoger por primera vez unos juegos olímpicos. Un renovado Beti-Jai sería el escaparate perfecto para promocionar el juego de la pelota, además de una obra arquitectónica original y única que mostrar al mundo.

“Su inclusión en Madrid 2020 no solo sería factible, sino deseable”, concluye el arquitecto Vicente Patón. “Quizá no se pueda dedicar a una modalidad deportiva olímpica, pero sí a usos de exhibición y representación, como bandera de lo que ninguna otra ciudad podrá mostrar. Frente a los edificios más modernos del mundo, Madrid exhibiría orgullosa el más antiguo, como muestra de un espíritu culto y refinado que aúna la modernidad con el conocimiento y el respeto por el pasado”.

Juan abandona la terraza desde la que ha repasado las desventuras del Beti-Jai. El portero muestra en su garita todos los artículos que ha ido acumulando sobre la convulsa historia del frontón. Ahora tendrá uno más, y seguro que su colección seguirá creciendo con las noticias que saldrán los próximos años. La transformación de este destartalado edificio en un símbolo de Madrid parece un sueño, pero a veces los sueños se hacen realidad.

El Telekino de Torres Quevedo

“No fue el primer sistema de control remoto a distancia sin cables de la historia, pero sí el primero que podía ejecutar un conjunto finito y no limitado de acciones mecánicas diferentes, utilizando un único canal de comunicación”, indica el profesor Antonio Perez Yuste, de la UPM, para referirse al telekino de Torres Quevedo.

Los sistemas anteriores, como los de Marconi o Tesla, podían realizar acciones del tipo ‘on/off’, es decir, solo encender o apagar un equipo, pero fue el ingeniero español quien logró que se pudieran ejecutar hasta 19 órdenes diferentes. Por ejemplo, accionar un sistema de guiado en un vehículo, controlar su velocidad, activar una o varias lámparas… aunque en todos los casos el canal de comunicación era el radioeléctrico.

Torres Quevedo presentó la primera patente del telekino el 10 de diciembre de 1902 en la Oficina Nacional de la Propiedad Industrial de Francia, e hizo su primera demostración pública ante la Academia de Ciencias de París el 3 de agosto del año siguiente. En junio de 1903 también lo patentó en España y en diciembre en Gran Bretaña.

El invento fue designado en 2006 como hito o milestone por el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE), una asociación mundial de técnicos y profesionales que reconocen el avance para el conocimiento y el bienestar de la humanidad que supuso este dispositivo.

El único telekino original que sobrevivió al paso del tiempo es uno que el ingeniero utilizó para sus ensayos con botes teledirigidos, muy parecido al que presentó en septiembre de 1906 en Bilbao ante el rey Alfonso XIII y otras autoridades. Hoy se encuentra en el Museo Torres Quevedo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la UPM.

“Si se construyesen de nuevo las piezas mecánicas y eléctricas necesarias se podría intentar reproducir los ensayos con el telekino en el frontón Beti-Jai”, comenta Pérez Yuste.


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