En febrero de 2012, un grupo de científicos de la Universidad de Pittsburgh implantaron dos microelectrodos en el cerebro de una mujer de 52 años, justo en la corteza motora, la zona responsable del control voluntario de los movimientos de las personas. Cuando se la implantaron, la paciente no era aún tetrapléjica pero la progresión de su enfermedad (degeneración espinocerebral) ha provocado que en la actualidad esté paralizada de cuello para abajo.
El equipo de investigadores desarrolló una prótesis de mano robótica controlada por los pensamientos de la mujer por medio de los electrodos que le permite un grado de control y una libertad de movimientos que nunca antes se había conseguido, una experiencia publicada en The Lancet.
Los electrodos se conectaron a esta sofisticada mano robótica articulada. Tras 14 semanas de entrenamiento, la paciente aprendió a usar correctamente el dispositivo, aunque ya fue capaz de mover la mano protésica sin ayuda desde el segundo día de entrenamiento. Esta velocidad en la adaptación a la prótesis, sin precedentes en medicina, se debe a una innovadora técnica aplicada para conectar el cerebro a los electrodos, basada en un algoritmo informático que imita la forma en que el cerebro controla el movimiento de las extremidades. El resultado es una prótesis de mano que se puede mover con mucha más precisión y naturalidad que en los experimentos anteriores. Según los autores, los próximos pasos que han de darse en la mejora de este tipo de prótesis controladas con implantes en el cerebro incluirán nuevos elementos sensoriales para que el paciente pueda notar la diferencia de temperatura o texturas de las superficies y la incorporación de tecnología inalámbrica que libere de cables la conexión entre la cabeza del paciente y la prótesis.
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