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4 jul 2016

El agujero de ozono se está cerrando

Simulación del agujero de ozono, según datos de octubre de 2015.
Científicos del MIT (Massachusetts Institute of Technology, Boston, EE.UU.) y de otras partes han identificado las "primeras huellas de la curación" de la capa de ozono en la Antártida, publicadas en la revista Science.

El equipo encontró que el agujero de ozono del mes de septiembre se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados -alrededor de la mitad del área de Estados Unidos- desde 2000, cuando el agotamiento del ozono estaba en su apogeo.




El equipo también ha demostrado por primera vez que esta recuperación se ha ralentizado un poco, a veces, debido a los efectos de las erupciones volcánicas. En general, sin embargo, el agujero de ozono parece estar en un camino de sanación.

Los autores utilizaron "huellas dactilares" de los cambios en el ozono con la estación del año y la altitud para atribuir la recuperación del ozono a la continua disminución del cloro atmosférico procedente de los clorofluorocarbonos (CFC). Estos compuestos químicos solían ser emitidos por los procesos de limpieza en seco, frigoríficos viejos y aerosoles tales como laca para el cabello. En 1987, prácticamente todos los países del mundo firmaron el Protocolo de Montreal (Canadá) en un esfuerzo concertado para prohibir el uso de los CFC y reparar el agujero de ozono.

"Ahora podemos estar seguros de que las cosas que hemos hecho han puesto al planeta en un camino de sanación", dice la autora principal Susan Solomon, profesora de química atmosférica y ciencia del clima en el MIT, en la información de MIT News.

Han participado también el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Boulder (Colorado), y la Universidad de Leeds (Reino Unido).

El cloro se come el ozono, pero solo si la luz está presente y si la temperatura es suficientemente fría. Por eso el agujero se forma en primavera: septiembre-octubre en el hemisferio sur. Los investigadores se habían centrado hasta ahora en octubre, cuando el agujero está completo, pero en el nuevo estudio se han fijado más en septiembre, momento en el que el cloro tiene más influencia sobre la formación del agujero.

Una tendencia de curación

Los investigadores hicieron un seguimiento de la apertura anual del agujero de ozono antártico en el mes de septiembre, de 2000 a 2015. Se analizaron mediciones de ozono tomadas por globos sonda y satélites, así como mediciones por satélite del dióxido de azufre emitido por los volcanes, que también puede potenciar el agotamiento de la capa de ozono. E hicieron un seguimiento de los cambios meteorológicos, como la temperatura y el viento, que pueden desplazar el agujero de ozono de un lugar a otro.

Luego compararon sus mediciones anuales de ozono en septiembre con simulaciones de los modelos que predicen los niveles de ozono según la cantidad de cloro que los científicos estiman que está presente en la atmósfera de año en año.

Los investigadores encontraron que el agujero de ozono había disminuido en 2015 en comparación con su tamaño máximo en el año 2000, en más de 4 millones de kilómetros cuadrados. Encontraron, además, que este descenso coincide con las predicciones del modelo, y que más de la mitad de la contracción se debió únicamente a la reducción del cloro atmosférico.

Sin embargo, en 2015, el agujero de ozono alcanzó un nuevo récord, a pesar del hecho de que el cloro atmosférica continuaba cayendo. Ese pico se debió principalmente a la erupción del volcán chileno Calbuco. Los volcanes no inyectan cloro en la estratosfera de forma significativa, pero sí aumentan las partículas pequeñas, que aumentan la cantidad de nubes estratosféricas polares que reaccionan con el cloro hecho por el hombre.

Dado que los niveles de cloro continúan bajando, Salomon no ve ninguna razón por la cual, salvo futuras erupciones volcánicas, el agujero de ozono no deba encogerse y finalmente cerrarse de forma permanente a mediados de siglo.

Referencia bibliográfica:

Solomon et al.: Emergence of Healing in the Antarctic Ozone Layer. Science (2016). DOI: 10.1126/science.aae0061.

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