Un equipo internacional ha descubierto un exoplaneta, llamado K2-229b, con unas dimensiones similares a la Tierra pero con un porcentaje de 70% de núcleo metálico y 30% de manto de silicatos más parecido al que presenta Mercurio. El hallazgo, en el que ha participado el Centro de Astrobiología, ayudará a conocer mejor los procesos que dieron lugar a los planetas rocosos en el sistema solar.
La composición de Mercurio (en la imagen) y el exoplaneta K2-229b son parecidas, según un nuevo estudio. / NASA/JHUAPL/Carnegie Institution ofWashington/USGS/Arizona State University |
Venus, la Tierra y Marte son planetas rocosos, al igual que Mercurio,
pero su composición es diferente. Mientras que los tres primeros tienen
una masa y un radio que se ajustan aproximadamente a un 30% de núcleo
metálico y un 70% de manto de silicatos, Mercurio tiene esos porcentajes
invertidos, con un 70% de núcleo metálico y un 30% de manto de
silicatos.
Las investigaciones que han tratado de explicar esta
disparidad y por qué la composición de Mercurio es tan rica en metales
plantean que o bien el planeta se formó desde el inicio con esa
composición tan peculiar, o bien que su composición ha ido evolucionando
como consecuencia de la pérdida de parte de su manto.
Ahora, un equipo internacional liderado desde el Laboratorio de
Astrofísica de Marsella (CNRS, Francia) y en el que ha participado el
investigador David Barrado del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), ha
descubierto un sistema planetario alrededor de una estrella denominada
K2-229, similar al Sol en temperatura y edad.
Este sistema fue
detectado con el observatorio espacial Kepler mediante el método de
tránsitos planetarios (ocultaciones similares a los eclipses). Después,
gracias a las observaciones realizadas con instrumentación en tierra,
concretamente el espectrógrafo HARPS del Observatorio Austral Europeo
(ESO) localizado en La Silla (Chile), los investigadores han podido
confirmar la naturaleza planetaria de los tres objetos detectados.
El
más llamativo de estos exoplanetas ha sido el más interno, denominado
K2-229b, ya que tiene el tamaño de la Tierra, pero con una composición
similar a la de Mercurio. El estudio, publicado en la revista Nature Astronomy,
muestra que K2-229b orbita mucho más cerca de su estrella de lo que lo
hace Mercurio del Sol, y su temperatura ‘diurna’ puede llegar a alcanzar
los 2.330 K.
Para Barrado, “esta proximidad posiblemente provoque
que su manto, la zona más externa del planeta, se volatilice y que se
forme una atmósfera de vapores de silicatos”. Parte de esta materia se
podría haber perdido en el espacio, lo que explicaría la singular
composición del planeta.
“Una explicación alternativa sería el
impacto con asteroides de gran tamaño, de manera análoga a lo que le
sucedió a la Tierra cuando se formó la Luna”, señala también Barrado.
En cualquier caso, con este descubrimiento se confirma que la
existencia de planetas similares a Mercurio es mucho más común de lo que
se pensaba en un principio. De hecho, hasta hace unos años, este
planeta, el más cercano al Sol, era considerado el más pequeño. Sin
embargo, en 2013 un equipo científico, en el que también participó
Barrado, descubrió un exoplaneta mucho más pequeño:
Kepler-37b, probablemente rocoso, sin atmósfera ni agua, también similar
a Mercurio.
Según los investigadores, el exoplaneta K2-229b es,
por tanto, un excelente laboratorio para conocer las condiciones de
formación de análogos de Mercurio, que será estudiado por la sonda
europea BepiColombo (cuyo lanzamiento está previsto a finales de este
año), y también del resto de planetas rocosos del sistema solar.
Referencia bibliográfica:
A. Santerne, D.
Barrado, S. C. C. Barros, D. Bayliss, I. Boisse, A. S. Bonomo, F.
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S. G. Sousa, S. Udry & A. Vigan. “An Earth-sized exoplanet with a
Mercury-like composition”. Nature Astronomy, 2018.
Fuente: CAB
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