Un experimento con cerebros de cerdos ha logrado preservar algunas funciones de sus neuronas horas después de su muerte. Los resultados podrían afectar a las consideraciones médicas y éticas de pacientes en estado crítico en espera de un órgano para trasplante, y a la inversa: cómo convencerse de que una situación de muerte clínica es irreversible.
Los resultados de una investigación con cerebros de cerdos, publicada la semana pasada en la revista Nature,
cuestionan el hecho asumido hasta ahora de que el cerebro de los
mamíferos sufre daños irreversibles minutos después de que la sangre
deja de circular y plantea la posibilidad de que la recuperación del
cerebro sea posible incluso después de que el corazón haya dejado de
latir por un tiempo prolongado.
Una persona es declarada clínicamente muerta si hay una pérdida irreversible de la función cerebral. Es lo que se llama muerte cerebral y se pone en evidencia por la pérdida de actividad cerebral indicada por el electroencefalograma isoeléctrico o plano.
Con la interrupción del flujo sanguíneo cerebral, una cascada neuroquímica dispara mecanismos de muerte neuronal
La falta de actividad cerebral se considera un síntoma infalible de muerte biológica y la Organización Mundial de la Salud establece al respecto un conjunto de criterios ineludibles para establecer con certeza la muerte. Pero no todos los tejidos y órganos pierden sus características funcionales al mismo tiempo. Se asume que ciertos órganos pueden preservar su vitalidad tras la muerte cerebral.
Diversos
estudios, realizados tanto en humanos como en animales experimentales,
han demostrado que la actividad eléctrica global y la consciencia se
pierden a los pocos minutos de la interrupción del flujo sanguíneo
cerebral. A menos que la perfusión sanguínea se restaure rápidamente, varios mecanismos bien conocidos desencadenan la pérdida de la homeostasis iónica y la acumulación de glutamato,
el neurotransmisor excitador más abundante del cerebro, hasta alcanzar
niveles tóxicos para las neuronas.
Esta cascada progresiva e
irreversiblemente dispara mecanismos de muerte neuronal y daño axonal.
Ahora,
la nueva investigación liderada por la Universidad de Yale ha descrito
la recuperación de ciertas propiedades estructurales y funcionales en
cerebros de cerdos sacrificados cuatro horas antes.
Un líquido especial
Esta recuperación se logró tras perfundir extracorpóreamente los cerebros a través de sus arterias carótidas con un líquido especial que contenía una serie de compuestos citoprotectores, anticoagulantes nutritivos, etc., además de hemoglobina como elemento portador del oxígeno necesario para la actividad vital de las células. Este líquido fue bombeado a través del sistema vascular cerebral con picos y valles de presión, tratando de simular así la actividad cardiaca.
Un líquido especial
Esta recuperación se logró tras perfundir extracorpóreamente los cerebros a través de sus arterias carótidas con un líquido especial que contenía una serie de compuestos citoprotectores, anticoagulantes nutritivos, etc., además de hemoglobina como elemento portador del oxígeno necesario para la actividad vital de las células. Este líquido fue bombeado a través del sistema vascular cerebral con picos y valles de presión, tratando de simular así la actividad cardiaca.
Tras la muerte clínica de los cerdos, se logró preservar la funcionalidad de las neuronas y de sus sistemas de comunicación sináptica
Tras la muerte clínica, este tratamiento restauró y mantuvo la
circulación en las principales arterias, vasos sanguíneos y capilares,
preservando el metabolismo cerebral y la capacidad de respuesta celular a
fármacos. Igualmente, estudios electrofisiológicos realizados en
rodajas tomadas de estos cerebros tras un tiempo considerable de estar
mantenidos en estas condiciones (hasta seis horas) indicaron la
preservación de la funcionalidad de las neuronas y de sus sistemas de comunicación sináptica.
Pruebas
histológicas indicaron la salvaguarda de la estructura neuronal más
allá de lo esperable e incluso se evitaron algunos cambios macroscópicos
observados en los cerebros no tratados con este sistema (dilatación de
los ventrículos cerebrales). Estos hallazgos prueban que, en condiciones
adecuadas, el cerebro de los mamíferos posee una capacidad, hasta ahora
subestimada, para preservar y restablecer la actividad molecular y
celular tras un intervalo prolongado post mortem.
Es
importante señalar que, aunque se preserva y reanima la actividad
neurofisiológica con este procedimiento, la actividad eléctrica cerebral
global, es decir, el electroencefalograma de estos cerebros reanimados, no se recuperó, al menos en el periodo de tiempo estudiado (seis horas).
El cerebro no volvió a funcionar
Los registros de la corteza cerebral mediante electrodos indicaron una falta de actividad coordinada total, lo que lleva a pensar que aunque los elementos que constituyen el cerebro (neuronas, células de glía, componentes vasculares, etc) se pueden preservar más allá de lo que se imaginaba, el cerebro no recupera la capacidad de funcionar como un todo, y por tanto se duda de que la consciencia, o la capacidad de experimentar sensaciones (dolor o angustia) se recuperen con este procedimiento.
El cerebro no volvió a funcionar
Los registros de la corteza cerebral mediante electrodos indicaron una falta de actividad coordinada total, lo que lleva a pensar que aunque los elementos que constituyen el cerebro (neuronas, células de glía, componentes vasculares, etc) se pueden preservar más allá de lo que se imaginaba, el cerebro no recupera la capacidad de funcionar como un todo, y por tanto se duda de que la consciencia, o la capacidad de experimentar sensaciones (dolor o angustia) se recuperen con este procedimiento.
Se duda de que puedan recuperarse la consciencia o la capacidad de sentir
La preservación de ciertas características fisiológicas celulares y
metabólicas cerebrales no resultan, por tanto, en el resurgimiento
automático de la función cerebral normal y bien organizada, posible
signo de consciencia. Se logra un cerebro con sus elementos celulares
vivos, pero sin función integrada o emergente. Por qué esto es así
requerirá de más investigación.
De hecho, estudios anteriores lograron mantener vivos cerebros de ratas y cobayas durante
horas, extraídos del cuerpo. Estos cerebros sí mantuvieron la actividad
electroencefalográfica global, además de funciones celulares y
moleculares. No sabemos si este hecho se debe al menor tamaño de los
cerebros o al procedimiento experimental (la muerte cerebral nunca tuvo
lugar), más rápido y respetuoso con la integridad cerebral.
Consecuencias para los humanos
En mi opinión, se está aun muy lejos de aplicar estos métodos para poder restaurar estructuras y funciones cerebrales de personas que en la actualidad serían declaradas clínicamente muertas. De hecho, este método es tremendamente invasivo y su aplicación a humanos se vislumbra un tanto difícil. Sin embargo, no existe impedimento biológico claro para pensar que no podría aplicarse a seres humanos en condiciones especiales.
Consecuencias para los humanos
En mi opinión, se está aun muy lejos de aplicar estos métodos para poder restaurar estructuras y funciones cerebrales de personas que en la actualidad serían declaradas clínicamente muertas. De hecho, este método es tremendamente invasivo y su aplicación a humanos se vislumbra un tanto difícil. Sin embargo, no existe impedimento biológico claro para pensar que no podría aplicarse a seres humanos en condiciones especiales.
Este método es tremendamente invasivo, pero no existe impedimento biológico claro para pensar que no podría aplicarse a seres humanos
No hay razón para pensar que este líquido 'resucitante' especialmente
formulado no pueda funcionar igualmente en los seres humanos. Al fin y
al cabo, todos los animales, incluyendo los mamíferos, compartimos
principios vitales fundamentales. Probarlo experimentalmente representa
un problema bioético de enorme magnitud y no creo que esté previsto a
corto plazo.
Sin embargo, los resultados de esta investigación
constituyen una prueba de concepto que podría afectar a las
consideraciones médicas y éticas de pacientes en estado crítico en
espera de un órgano para trasplante, y a la inversa: cómo convencerse de
que una situación de muerte clínica es irreversible, dando pie a la
donación de órganos.
Hipotéticamente, si esta tecnología se
mejorara y se desarrollara para su uso en humanos, las personas con
muerte cerebral, especialmente aquella resultante de la falta de
oxígeno, podrían convertirse en candidatos a una reanimación cerebral.
La
neurociencia no deja de sacudir la conciencia humana y social con sus
hallazgos. Los científicos nos limitamos a describir lo que encontramos.
La sociedad, una vez más, habrá de encontrar el camino para adaptarse
al progreso del conocimiento.
Juan Lerma
Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Neurociencias de Alicante y editor jefe de la revista científica Neuroscience.
Fuente: SINC
No hay comentarios:
Publicar un comentario