“Hay estupendo periodismo científico en España hoy en día. Pero no contamos con un personaje como Punset, alguien que trasciende como él lo hizo, con voz propia, reconocible, con tan notable potencia comunicadora”, dice Antonio Calvo Roy, presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica.
Eduard Punset fotografiado en el congreso iRedes en Burgos en 2014. / Wikimedia Commons |
Meter la ciencia en los cuartos de
estar ha sido siempre el legítimo intento de quienes nos dedicamos a la
divulgación de la ciencia. Hacer que forme parte de las conversaciones,
pero no solo para que se hable de ciencia en las cenas con amigos, que
también, sino sobre todo para que forme parte de las decisiones, de las
que tomamos cada día —ir al médico o al chamán— y de las que tomamos
cada cuatro años —votar a negacionistas o a quienes dicen que hay que
combatir el cambio climático—.
Así la ciencia, como todo, es una
parte de la política y por eso las conversaciones informadas sobre
ciencia, tener criterio y no solo opinión, tener cultura científica, es
bueno en sí mismo, y a eso nos ayudó el primer Eduard Punset, muerto el
22 de mayo en su Barcelona natal.
Eduard Punset, nacido en 1936 —qué año—, era un abogado y economista que participó notablemente en política, como antifranquista en los años 50; como consejero de Economía y Finanzas de la Cataluña preautonómica en 1978; como ministro de la UCD para las Relaciones con la Comunidad Europea en 1980; como diputado de CiU en 1982; como eurodiputado del CDS en 1987 y coqueteando con el independentismo de mayor.
Trabajó para la BBC y para The Economist,
fue economista del FMI y ocupó también diversos puestos en el mundo de
la empresa. Cruzó el río que a mí más interesa en 1996, cuando empezó su
aventura divulgativa con el programa Redes, en La 2 de TVE,
que se mantuvo, con diversas etapas, hasta 2014. Además de meter la
ciencia en los cuartos de estar, logró convertir su marcado acento, en
inglés y en español, en una seña de identidad, igual que su medida
melena —medida horizontal, no vertical— al viento. Era un divulgador
científico con marca propia.
Llenó la tele pública de ciencia
La
lista de investigadores e investigadoras con los que mantuvo largas e
interesantes conversaciones es inmensa. Y no eran entrevistas sencillas,
faenas para pasar inadvertidas, sino que estaban muy bien preparadas,
muy trabajadas; buena prueba de ello es la cantidad de periodistas científicos que están hoy en los medios y que trabajaron en el programa en distintas etapas.
“Creo que es bueno, además de tener youtubers, instagramers y demás faunas en redes, tener Redes y tenderlas como Punset, porque pescaba mucho y bien”
Su papel, metiendo la ciencia en las conversaciones, ha sido
excelente y merece todo el reconocimiento. No fue el primero, no ha sido
el único, pero hizo bien ese trabajo y debemos estarle agradecidos por
ello, porque llenó de ciencia una buena etapa de la televisión pública.
Atravesamos
ahora una época en la que contamos con muchos divulgadores que por
tierra, mar y aire, en redes sobre todo, hacen estupendamente su
trabajo. Si se sabe buscar, hay también estupendo periodismo científico
en España hoy en día. Pero no contamos con un personaje como Punset,
alguien que trasciende como él lo hizo, con voz propia, reconocible, con
tan notable potencia comunicadora. Y creo que es bueno, además de tener
youtubers, instagramers y demás faunas en redes, tener Redes y tenderlas como Punset, porque pescaba mucho y bien.
Curiosidad y pasión
Se
acercaba a la ciencia con la curiosidad imprescindible y con la pasión
desbordada, y lograba contagiarla a la audiencia. Hacía suyas las
cuestiones de ciencia y las contaba casi siempre —aunque aún tuvieran
una parte especulativa— como teorías probadas. Por eso de vez en cuando
se echaba de menos algo de escepticismo con la ciencia, una cierta
postura crítica, como crítico ha de ser siempre el periodismo. Está bien
asombrarse de la complejidad del cerebro, pero sin que el asombro
llegue a obnubilarnos. Y eso que aún hablaba de ciencia.
En sus
últimos tiempos esa falta de escepticismo se hizo muy evidente, tanto
que el personaje que había construido comenzó a resquebrajarse. No es lo
mismo entrevistar a Lynn Margulis que a Deepak Chopra, no es lo mismo
Stephen Jay Goul que Uri Geller. Si se coloca a todos en el mismo friso,
algo falla; si se concede el mismo espacio a la simbiosis bacteriana y
al equilibrio puntuado que a la medicina cuántica y a doblar cucharitas
con la mente, algo falla.
Pero esa línea que cruzó en sus últimos
tiempos, y que le llevó derechito a la autoayuda, no debe hacernos
olvidar al Punset de la primera época, al personaje simpático y curioso
que nos mantenía despiertos a altas horas de la noche para ver sus
entrevistas con gentes de laboratorios de prestigio que investigaban de
verdad en las fronteras del conocimiento, pero aún dentro del país de la
ciencia. Yo me quedo con ese primer Punset.
Fuente: SINC
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