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8 mar 2010

La Ciencia en los Oscar


"Avatar", una de las películas más vistas de la historia del cine, es un cuento de ciencia ficción, un género considerado a menudo minoritario pero que en algunos casos se convierte, de la mano de Hollywood, en todo un éxito de taquilla, y esta noche será sin duda una de las protagonistas de la ceremonia de los Oscar. No suele, sin embargo, ser a la vez un éxito científico, aunque nadie duda de que James Cameron tuvo mucho asesoramiento para crear un universo, cuando menos, plausible.

Basta consultar en cualquier buscador "ciencia en avatar" para encontrar numerosas apreciaciones del asunto, y algunas de bloggers bien conocidos en la divulgación científica española, como Wis_Alien (Wis Physics) y como Sergio L. Palacios (Física en la Ciencia Ficción, una bitácora precisamente dedicada a explorar la ciencia ficción y a hablar de física usándola). Los dos, así como otros autores que he leído, han encontrado que la ciencia está bien tratada en esta película de éxito (en el resto del mundo también pasa, como vemos, por ejemplo en los comentario sobre el tema en Space.com o Popular Mechanics).

Evidentemente un mundo en el que hay montañas que flotan no es algo habitual, y ello es resultado de ese mineral que se inventan en la ficción (¿deberíamos avisar de que en lo que sigue se desvelan algunas tramas de la película, por si queda alguien que aún no la ha visto?) que es superconductor a temperatura ambiente, el unobtanio. La idea es apasionante porque un superconductor puede levitar perfectamente en un campo magnético, como pasa a escala gigantesca en las montañas Aleluya de Pandora, la luna donde se desarrolla la historia de la película.

En los enlaces mencionados hay suficiente material para que la gente conozca un poco más en detalle la ciencia detrás de ese mundo que orbita en torno a Polifemo, un gigante gaseóso tipo Júpiter que podría ser uno de los planetas de la estrella más cercana al Sol, Alfa del Centauro, el lugar donde viajan los protagonistas. Esa estrella está a unos cuatro años-luz de aquí, así que el viaje no es sencillo.

Lo más curioso es que, salvando las diferencias que en el cine quedan tan bien (la piel azulada de los na'vi, junto con su mayor altura que los humanos, quizá debido a una menor gravedad; el aire un tanto dragonteo de las criaturas voladoras; las especies vegetales y la fauna con ese aire tan extraterrestre que aparece en la pantalla) Pandora resulta ser increíblemente demasiado parecida a la Tierra. Todas las ficciones de mundos extraterrestres se enfrentan a esa paradoja: las posibilidades de evolución de la vida en un planeta son tantas, las contingencias que suceden a lo largo de la historia de ese planeta son tan diferentes que pensar que a cuatro años luz de la Tierra puede haber un mundo en el que haya criaturas bípedas, con dos manos, dos ojos y demás es tan improbable que sólo sería científicamente aceptable si la vida en Pandora y en la Tierra tuviera un antepasado común.

Es evidente que si pensamos que lo más probable es que la vida no exista en otro lugar del Universo más que en la Tierra (aunque a todos nos guste fantasear, y la posibilidad exista, con la pluralidad de los mundos habitados) gran parte de estas historias de ciencia-ficción quedarían en quimeras sin sentido. De la misma forma, el folclore platilista resulta altamente sospechoso, tan lleno de alienígenas más o menos similares a los humanos: unas veces rubios y más altos, angelicales; otras grises y cabezones, más bien desagradables, o hasta 70 especies diferentes que algunos de los alucinados ufólogos llegan a afirmar haber detectado de visita en nuestro planeta, una especie de Marina d'Or de la Galaxia, cabría pensar.

Por supuesto, la ciencia-ficción ha especulado siempre con esa posibilidad de vida extraterrestre y no siempre ha sido tan ingenua de creer que esos alienígenas serían tan similares a los homínidos que no sólo deberíamos tener antepasados comunes, sino que no se podrían haber separado las especies más allá del último millón de años, lo que complica aún más las cosas para las sagas de "imperios galácticos" (lo que se llamó en inglés como el subgénero de la Space Opera). En ocasiones ese contacto extaterrestre ha sido adecuadamente relatado como algo muy extraño (recordemos la idea psicodélica de Arthur Clarke y Kubrick en 2001 Una odisea del espacio, copiada en la versión cinematográfica de la novela de Carl Sagan Contacto (realizada en 1997 por Robert Zemeckis); o el planeta Solaris de la novela de Stanislaw Lem, un ser extraterrestre mucho más perturbador, pero menos improbable que los pitufos gigantes de James Cameron, como se retrataba en las versiones fílmicas de Tarkovsky o la más reciente de Soderbergh.

En cualquier caso, parece que la ciencia-ficción se pone de moda aunque he de reconocer (y es una simple opinión personal) que apenas hay buenas películas de un género en el que la literatura ha sido, y sigue siendo, estupenda. Ojalá Cameron, aparte de haber tenido buenos asesores científicos, hubiera podido hacer una historia un poco menos ñoña y simplona. En esto estoy más con Pablo Scarpellini que con Carlos Fresneda, corresponsales de El Mundo en EEUU que en sus crónicas también se han sincerado sobre esta película.





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