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13 abr 2010

Carl Sagan nos muestra la insignificancia de la Tierra, y de paso hace plantearnos nuestra historia…


A veces un Lunes puede convertirse en un día realmente difícil, un obstáculo insalvable, el toque amargo tras un fin de semana que te supo a gloria. Para endulzaros un poco el día, y que olvidemos nuestra miserias oficinísticas a continuación os ponemos un vídeo que te da que pensar. Carl Sagan nos invita a mirar nuestros problemas desde el espacio.


La nave espacial estaba muy lejos de casa.

Pensé que sería una buena idea, justo después de Saturno, que tomaran una última mirada a casa. A partir de Saturno, la Tierra aparece demasiado pequeña para contemplar ningún detalle desde el Voyager. Nuestro planeta sería sólo un punto de luz, un píxel apenas distinguible de los otros puntos de luz que el Voyager vería: planetas cercanos, lejanos soles. Pero, precisamente debido a la oscuridad de nuestro mundo puesto de manifiesto, tal imagen puede valer la pena.

Había sido bien comprendido por los científicos y filósofos de la antigüedad clásica que la Tierra era un simple punto en un vasto cosmos que lo abarca - pero nadie lo había visto como tal. Aquí fue nuestra primera oportunidad, y quizás también la última en las próximas décadas.

Por lo tanto, aquí están: un mosaico de cuadrados establecidos en la parte superior de los planetas en un fondo con un puñado de estrellas más distantes. Debido a la reflexión de la luz del sol fuera de la nave espacial, la Tierra parece estar sentada en un haz de luz, como si hubiera algún significado especial a este pequeño mundo, pero es sólo un accidente de la geometría y la óptica. No hay ninguna señal de los humanos en esta imagen: no nuestra reelaboración de la superficie de la Tierra, no nuestras máquinas, no nosotros mismos.

Desde este punto de vista, nuestra obsesión con los nacionalismos no tiene evidencia. Somos demasiado pequeños. En la escala de los mundos, los humanos son intrascendentes: una delgada película de vida en una masa oscura y solitaria de roca y metal.

Consideremos de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso somos nosotros. En él, todo aquel que amas, todos los que conoces, todo el mundo del que alguna vez has oído hablar, cada ser humano que jamás ha vivido. El conjunto de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada líder supremo, cada superestrella, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió allí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.


La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica.

Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuan frecuentes sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros; lo ferviente de su odio. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto.

Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una mota solitaria en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Nos guste o no, por el momento, la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción del carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Se subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente unos a otros, y preservar y cuidar el único hogar que jamás hemos conocido.

El punto azul pálido.





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