Hace cinco años, la nave Voyager 1 atravesaba los confines de nuestro Sistema Solar cuando se encontró algo que nunca antes había experimentado durante su larga travesía de 26 años desde que partió de la Tierra: el choque invisible entre el viento solar y el gas del espacio interestelar. Resultó ser la frontera sin aduanas de nuestro pequeño sistema planetario.
El descubrimiento despertó la curiosidad de la NASA, que decidió enviar una sonda que fotografiara este reino caótico. La nave IBEX partió el 19 de octubre de 2008 con dos cámaras de alta sensibilidad diseñadas por científicos de la Universidad de New Hampshire. Desde una órbita de la Tierra extremadamente elíptica, el satélite ha logrado explorar el exterior del Sistema Solar con unos ojos únicos y hoy por fin ha podido entregar a los científicos los datos para elaborar los primeros mapas de cómo es ese gigantesco linde que nos separa del resto de la galaxia y del Universo.
Resultados sorprendentes
Estas imágenes, que se ven de forma similar a como un satélite del clima proporciona datos sobre los patrones globales del tiempo en la Tierra, han desvelado las sorprendentes e intensas interacciones que ocurren en esa zona misteriosa entre el viento solar, que viaja a una velocidad supersónica, y el material de baja densidad que hay entre las estrellas, conocido como el medio interestelar, y que forman la heliosfera. Según explica David J. McComas, investigador principal del IBEX y vicepresidente del Instituto de Investigación Soutwest en San Antonio (EE.UU.), los resultados son realmente destacables. «Esperábamos ver pequeñas variaciones graduales en los límites interestelares, algunas de ellas a una distancia de diez mil millones de años. Sin embargo, IBEX nos está mostrando una banda muy estrecha que es entre dos y tres veces más brillante que cualquier otra cosa en el espacio», ha explicado.
El estudio se publica en la revista Science.
El estudio se publica en la revista Science.
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