Los científicos, que pertenecen a la Universidad del Oeste de Inglaterra (UWE, Bristol), han presentado el «plasmobot», un robot biológico amorfo y sin silicio. El componente principal de este diseño es un plasmodio, que es el moho mucilaginoso Physarum polycephalum (muy común en los bosques y jardines del Reino Unido) en su fase vegetativa.
El director de este proyecto, Andy Adamatzky, del Departamento de Informática de la UWE de Bristol, declaró que su equipo ya ha constatado en trabajos anteriores que el moho posee capacidades computacionales. «La noción más extendida de un ordenador es que consiste en una máquina equipada con programas para realizar tareas específicas. Pero el moho o plasmodio que vamos a emplear es una sustancia natural dotada de inteligencia», aclaró.
«Se extiende y busca fuentes de nutrientes, y cuando las encuentra se ramifica formando venas de protoplasma», añadió el profesor Adamatzky. «El plasmodio es capaz de resolver tareas computacionales complejas, tales como el camino más corto entre dos puntos y otros cálculos de tipo lógico.»
Según afirmó, su equipo ya consiguió en experimentos anteriores que el moho transportara objetos. «Alimentándolo con copos de avena, desarrolla unos túbulos que oscilan y le permiten desplazarse llevando consigo objetos», informó el profesor Adamatzky. «También podemos aplicar luz o estímulos químicos para que crezca en una dirección determinada.»
El plasmobot es capaz de percibir y cubrir objetos, y también de transportar objetos pequeños en direcciones predeterminadas, según el investigador de la UWE. «Los robots estarán dotados de vías paralelas de entrada y salida de información, una red de sensores y la misma capacidad de procesamiento de datos numéricos que los superordenadores», afirmó. «El plasmobot estará controlado por gradientes espaciales de luz, campos electromagnéticos y las características del sustrato en el que se ubicará.»
El profesor Adamatzky explicó que el plasmobot será un «robot inteligente amorfo, absolutamente controlable y programable, dotado de un ordenador incorporado masivamente paralelo».
Este novedoso diseño allana el camino para que su equipo siga realizando experimentos sobre formas de controlar el moho y sacar partido a sus capacidades computacionales.
«Por ahora sólo tenemos nociones muy rudimentarias de cómo aprovechar la capacidad del plasmodio, pero en unos años podríamos emplearla, por ejemplo, para administrar una cantidad reducida de una sustancia química a un punto concreto de un organismo, dirigiéndola por medio de la luz. Su movilidad también podría servir para montar microcomponentes de máquinas», aventuró el profesor Adamatzky.
El siguiente objetivo sería aprovechar la capacidad de los plasmodios en el interior del cuerpo humano, como el susodicho ejemplo de la administración de fármacos a lugares concretos del organismo.
«Se podrían instalar en nuestra piel miles de ordenadores diminutos a base de plasmodios para que realizaran tareas rutinarias, de tal manera que el cerebro podría dedicarse a otras cosas», conjeturó el profesor Adamatzky. «Muchos científicos creen que la computación amorfa podría llegar a conquistar este terreno, pero en la actualidad no es más que una proyección meramente teórica.»
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