Nanorrobots que se inyectan en la sangre, materiales que se autorreparan
o sistemas de almacenamiento de información sin límites podrían ser
posibles gracias a máquinas moleculares. El químico francés Jean-Pierre
Sauvage, que ha sido uno de los ponentes esta semana en el festival
Passion For Knowledge en San Sebastián, logró diseñar, junto a su
equipo, estos diminutos artefactos con múltiples aplicaciones.
El químico francés Jean-Pierre Sauvage ha sido uno de los ponentes en el festival científico Passion For Knowledge, celebrado esta semana en San Sebastián. Imagen en el Teatro Victoria Eugenia. / Adeline Marcos (SINC) |
Las células cancerosas podrían tener un
nuevo enemigo: minirrobots de moléculas inyectables en los vasos
sanguíneos. Estas máquinas moleculares entregarían de manera dirigida un
medicamento asesino allí donde se encuentran las células malignas, cuyo
entorno es diferente y el pH más ácido que el de las sanas.
Los minirrobots diseñados por Sauvage podrán navegar en la sangre, encontrar células cancerosas y atacarlas con una molécula asesina
¿Hablamos del futuro en el tratamiento del cáncer? “Oh, sí, lo creo sinceramente”, confiesa a Sinc Jean-Pierre Sauvage (París, 1944) durante su visita a la ciudad de San Sebastián donde estos días se ha celebrado el festival científico Passion For Knowledge, organizado por el centro de investigación Donostia International Physics Center (DIPC).
“Estas
complejas moléculas deben ser capaces de navegar en los fluidos, de
encontrar las células malignas y de entregar muy cerca de estas una
molécula asesina. Todo esto parece bastante realista a término medio”,
relata. De este modo, se podría tratar diferentes tipos de cáncer. Todo
ello gracias a la maquinaria molecular diseñada por Sauvage y su equipo,
que le valió el Premio Nobel de Química en 2016 junto a Sir J. Fraser Stoddart y Bernard L. Feringa.
Sus hallazgos en topología molecular y química supramolecular –un término que acuñó su gran amigo y antiguo jefe Jean-Marie Lehn,
premio Nobel de Química de 1987– han permitido crear nanorrobots
inyectables en sangre, que aún permanecen en fase de desarrollo. “Siguen
formando parte de proyectos que avanzan a buen ritmo en lugar de
realizarse, al menos, en la actualidad”, explica a Sinc.
Podrían
pasar años hasta que estos diminutos robots se conviertan en una
realidad. “Pueden ser dos o veinte años. Nadie puede arriesgarse a
garantizar la llegada de esta aplicación en los próximos cinco o diez
años. Nadie. Sería indecente”, lamenta Sauvage, profesor emérito de
la Universidad de Estrasburgo (Francia).
Pero esta área
científica, que ha experimentado un desarrollo espectacular con
dispositivos a escala nanométrica o imitadores de motores biológicos, es
muy activa en el mundo. Decenas, si no cientos de laboratorios trabajan
en proyectos similares.
Nuevos materiales autorreparables
Hasta
hace poco tiempo se pensaba que las moléculas artificiales solo podían
ser estáticas, pero Sauvage –que empezó su doctorado creando moléculas
con propiedades desconocidas– y sus compañeros, muchos de ellos amigos
desde la juventud, lograron desencadenar y controlar su movimiento.
Su equipo creó las máquinas moleculares, las más pequeñas del mundo, a partir de un objeto de ocho nanómetros que se contraía y se relajaba
El trabajo de su gran amiga Christiane Dietrich-Buchecker,
que colaboraba con él y tenía una excelente habilidad para fabricar
moléculas, fue vital. El equipo se inició en el mundo de los anillos
entrelazados con una idea “un poco alocada” y que pertenecía a otra área
de estudio distinta, la fotosíntesis, por la que sentía gran pasión.
Gracias a sus experimentos, que tardaron un año en hacer funcionar, idearon el primer músculo molecular y
crearon un objeto de ocho nanómetros que se contraía y se relajaba
cuando recibía la señal. Nacieron así las máquinas moleculares, las más
pequeñas del mundo, con múltiples aplicaciones.
Además de la
medicina, una de las más comerciales es la fabricación de nuevos
polímeros que contienen anillos entrelazados y enhebrados por hilos
moleculares en una estructura llamada catenano. “Al
tener un hilo y un anillo, este último puede deslizarse fácilmente a lo
largo del hilo, lo que da una gran flexibilidad a los materiales”,
explica Sauvage.
Estos novedosos materiales, desarrollados sobre todo por varias
compañías japonesas, tienen algo muy interesante, según el químico: se
pueden convertir en películas que, si se rayan o desgarran, se
autorreparan casi instantáneamente porque las moléculas se pueden
reordenar muy rápido.
“No conseguiríamos romperlos. Los rayaríamos
y pocos segundos después veríamos que la rayadura ha desaparecido”,
aclara. Se está pensando en ellos para fabricar pantallas protectoras de
smartphones.
Almacenaje masivo con moléculas
Pero,
sin duda, una de las primeras aplicaciones dentro de la maquinaria
molecular, hace una década, ha sido la capacidad de almacenar la
información con moléculas. “Eso ha emocionado mucho a la gente”, dice
Sauvage.
“No es imposible transformar el almacenamiento de información a base de transistores en un almacenamiento molecular. Sería importante”
En este caso, se emplean otras estructuras, los rotaxanos,
que son moléculas en forma de mancuerda enroscadas a través de una
macromolécula cíclica. El anillo puede atravesar el eje y moverse de
izquierda a derecha, y viceversa. “Así se puede escribir, leer y borrar.
Es el principio del lenguaje binario. Se convirtió en la computación
molecular”, recuerda el investigador, que se mantiene cauto ante las
posibles aplicaciones de esta tecnología.
Para el científico podría ser una revolución ya
que una molécula es algo muy pequeño, mucho más pequeño que los
componentes de la industria de los semiconductores de silicio con los
que se trata y almacena la información ahora.
“Es muy atractivo
meter en un centímetro cúbico todos los escritos de la humanidad. Con
las moléculas se puede conseguir”, afirma. Y esto sería especialmente
útil en los centros de procesamiento de datos, enormes máquinas que se calientan y que consumen energía.
“No
es imposible transformar el almacenamiento de información a base de
transistores en un almacenamiento molecular. Sería importante”, apunta
el químico. En parte se harían ahorros de energía significativos
Pero,
por ahora, para el científico “hay aún una parte de ciencia-ficción”.
“No sabemos cómo funcionará. El punto débil de las moléculas que han
sido utilizadas en este proyecto es que, contrariamente a los
transistores de silicio, no son infinitamente estables, es decir, que
podemos escribir, leer y borrar, pero no lo podemos hacer diez millones
de veces”, detalla.
Los sistemas actuales no son lo
suficientemente estables como para que haya una aplicación comercial
rápida. ¿Y qué faltaría? “Solo cambiar a otras moléculas más estables”. Y
más tiempo, como siempre necesitan los científicos. Pero no será
Jean-Pierre Sauvage el encargado de hacer este cambio.
La vida tras el Nobel
A
punto de cumplir 75 años, el químico se ha ido alejando progresivamente
de los laboratorios en los últimos años. Con el premio Nobel otorgado
hace tres años, y que todavía no asimila haber ganado, su trabajo de
investigación se detuvo por completo. “No es compatible con el ritmo de
vida que llevo ahora”.
Jean-Pierre Sauvage en el P4K ayer. / DIPC |
No obstante, ganar ese reconocimiento supuso un impulso a su ya
activa labor divulgadora. “Literalmente explotó”, confiesa a Sinc.
Ahora recibe una invitación al día para dar conferencias, como la de
esta semana en el Passion For Knownledge. En total, imparte unas 30 o 40 al año para todo tipo de público.
Pero de las que más orgulloso se siente es de las charlas a institutos franceses de Secundaria con sus colegas del Instituto de Ciencia e Ingeniería Supramolecular (ISIS, por sus siglas en francés). Desde 2016 ya han recibido a 30 centros con adolescentes de 15 a 17 años,
la misma edad a la que él mismo montó un pequeño laboratorio en su casa
de Agno en Alsacia, Francia, con materiales que compraba al
farmacéutico. “Me encantaba la bioquímica”, revela.
No pensó en
ser químico hasta más adelante. Después de la selectividad, eligió esta
disciplina, casi por defecto. “Aunque era mejor en matemáticas, la
química me parecía más accesible”, dice Sauvage, que sabía que quería
ser científico desde muy joven. “Para ser matemático hay ser que un
monstruo de alguna manera. Son personas absolutamente excepcionales y yo
sabía que no tenía ese nivel en matemáticas”, manifiesta.
Ahora
los quinceañeros y quinceañeras con los que se cruza en sus conferencias
no se toman sus palabras como un juego. Escuchan atentamente las
explicaciones científicas de esta eminencia y en el turno de preguntas
“no hay quien les pare”. A él ya tampoco, y lo tiene claro: “Todo lo que
permita dirigirse al gran público –y los jóvenes tienen la prioridad–
es positivo. Los científicos tienen que hacer un gran esfuerzo y moverse
para acercarse a la gente”.
Fuente: SINC
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