7 abr 2009

Valencia logra una línea de células madre que mantiene la viabilidad del embrión.



El Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia ha logrado crear una nueva línea de células madre sin destruir el embrión del que procede. Esta nueva línea de células madre es la primera derivada en Europa con una nueva técnica que permite mantener la viabilidad del embrión del que procede, según ha avanzado esta tarde la Conselleria de Sanidad.



En enero de 2008, el Instituto de Salud Carlos III autorizó al responsable de Líneas Celulares del CIPF, Carlos Simón, a seguir adelante con esta investigación.

La técnica consigue producir líneas de células madre a partir de un blastómero (cada una de las células en que se divide el cigoto), manteniendo la viabilidad del embrión del que procede. La peculiaridad de estas células es que además de ser útiles para la investigación en medicina regenerativa, se podrían crear potenciales terapias inmunológica y genéticamente compatibles con el niño que va a nacer.

Esto permitiría a ese niño contar con "un seguro que le va a permitir tener todas sus células preparadas, para, si en el futuro, las necesitara" y se podrían crear, como ocurre con los bancos de cordón umbilical, bancos con este tipo de material, según explicó hace unos meses Carlos Simón, director del Banco Nacional de Líneas Celulares del Príncipe Felipe.

"La célula se extrae cuando tiene dos o tres días de vida, cuando están en fase de seis a ocho células", explicó Simón. De este modo, el embrión puede seguir viviendo, porque es lo que se hace usualmente para diagnosticar enfermedades monogénicas en los embriones.

El conseller valenciano Manuel Cervera detallará este logro científico en una rueda de prensa que tendrá lugar este martes por la mañana.

WEB: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/04/06/biociencia/1239040699.html

Los españoles que conquistaron Egipto.



El Ministerio de Cultura inaugura en El Cairo una exposición que reivindica la aportación española a la egiptología tras 120 años de excavaciones en el país africano. España conoció Egipto en los museos extranjeros y, hasta los años 60 del siglo pasado, la egiptología española, simplemente, no existió. Hoy, España es uno de los países a la vanguardia en el estudio de la civilización egipcia y, en homenaje a los investigadores que lo hicieron posible, el ministro de Cultura, César Antonio Molina, inauguró ayer en el Museo de El Cairo la exposición 120 años de arqueología española en Egipto organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, que recoge la aportación de los científicos españoles, desde los pioneros de finales del siglo XIX a la actualidad.



La muestra, que contiene 130 piezas originales entre sarcófagos, cerámicas y esculturas, reivindica la decisiva aportación española a la investigación del antiguo Egipto. "Esta muestra salda la deuda de agradecimiento que tenemos los españoles con los arqueólogos que han trabajado aquí", explicó Molina durante la inauguración. El ministro anunció también la firma de un acuerdo de cooperación entre la Biblioteca de Alejandría y la Biblioteca Nacional y entregó la medalla de la Orden de las Artes y las Letras de España al secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, Zahi Hawass, "quien nos ha dado la posibilidad de llevar a cabo las excavaciones", dijo Molina. Hawass es el primero en recibir la Orden, distinción creada por Cultura en julio.

La exposición que podría exhibirse en España en un futuro, según dijo Molina recuerda la figura pionera de Eduardo Toda (1855-1941), fue el primer gran investigador español de la egiptología española, cuando, en el siglo XIX, las investigaciones eran monopolizadas por ingleses, alemanes y franceses. Diplomático y cónsul en varios países de Extremo Oriente entre los años 1876 y 1873, Toda viajó a El Cairo en 1884, como cónsul general de España. Sólo estuvo dos años en Egipto, pero tuvo tiempo de viajar por todo el delta del Nilo e interesarse por el Antiguo Egipto con la ayuda del francés Gastón Masperó, director del Servicio de Antigüedades de Egipto.

Su gran descubrimiento fue, en 1886, el de la tumba de Sennedjem, artesano del Valle de los Reyes, vigilante del sepulcro real y "sirviente en el lugar de la verdad". Encontrarla no fue fácil: la entrada del pozo tenía menos de cuatro metros de profundidad y, una vez dentro, una galería de apenas dos metros conducía a la cámara, tallada en la roca y sin decoración. Las ruinas cubrían el suelo, y los vasos y estatuas yacían en fragmentos, "confundidos por los restos humanos y otros asquerosos residuos de la vida, sirviendo ahora de pasto a las hienas y de festín a los chacales del desierto", según describió el egiptólogo. En la tumba, Toda encontró intactas veinte momias en sarcófagos y el ajuar correspondiente al artesano Sennedjem, que vivió bajo los reinados de Seti I y Ramsés II en el siglo XIII a.C. Fue, de hecho, una de las pocas tumbas que llegó intacta a las manos de los investigadores y la primera excavada y estudiada por un arqueólogo español. La muestra recoge el sarcófago de Sennedjem, sillas que invocan a los dioses y varias cajas de madera que contienen vasos canopos, que se usaban para guardar las vísceras del difunto para mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo.

Toda sembró el interés en España por la egiptología, y dejó legado. En 1908, el profesor Vicente de Galarza, profesor de Universidad de El Cairo, encontró una tumba en la que asomaba una estatua de mujer sentada en una silla de dos metros de altura. Es Khamerernebty, la única estatua de dimensiones colosales del Reino Antiguo, y la descubrió un arqueólogo español.

La muestra también exhibe fragmentos de la Heracleópolis Magna, que fue el primer yacimiento egipcio otorgado a España, en 1966. Desde 1984, han tenido lugar 25 campañas de excavación continuadas, y se sigue excavando en la actualidad bajo la dirección de María del Carmen Pérez Díez. También se recogen misiones más recientes, como la investigación del yacimiento de Oxirrinco (El-Bahnasa, Mina), célebre por la ingente cantidad de papiros encontrados y que apenas habían sido estudiados hasta la década de 1990. Josep Padró encontró allí un Osireion (monumento funerario) subterráneo, único en Egipto por la importancia de sus textos y los ajuares funerarios hallados, que documentan el ritual anual consagrado a Osiris.

La muestra concluye con las excavaciones de Josep Cervelló en la pequeña necrópolis de Kom El-Khamasin y las de José Manual Galán en las tumbas de Djehuty (un alto dignatario al servicio de la reina Hatshepsut) y de Hery en Dra Abu El-Naga, una colina que se eleva en la orilla occidental de Luxor. Allí se enterraron los reyes de la dinastía XVII (1600 a.C.). Hace unas semanas, el equipo descubrió la capilla sixtina de Djehuty, que aprovechó las ventajas de su cargo para decorar su cámara sepulcral de suelo a techo con jeroglíficos y versículos del Libro de los Muertos. Galán, responsable del yacimiento, se lamentó de no haber podido incluir en la muestra estas piezas, que acaban de ser halladas y que aún deben ser restauradas. Para él, lo más difícil es encontrar subvención, pero también es importante, dice, "solventar la burocracia y mantener al equipo". Pero lo fundamental, asegura, es que la egiptología siga entusiasmando en España como hasta ahora: "Es la cuna de nuestra historia. Los griegos bebieron de su cultura, de su religión, de su arte. Por eso nos llama tanto la atención", remata.

Misión española
En 1959, la baja Nubia, situada entre Egipto y Sudán, corría el riesgo de ser inundada por la presa de Asuán, con la consiguiente pérdida de yacimientos y monumentos. La Unesco pidió ayuda y acudió el Comité Español para el Salvamiento de los Tesoros Nubios. Entre 1961 y 1964, un grupo de arqueólogos trabajó en la excavación de estos yacimientos. En compensación, Egipto regaló el Templo de Debod, instalado en Madrid, y concedió a España la investigación del yacimiento de Heraclépolis Magna, sede de los soberanos de las dinastías IX y X (2160-2040 a.C).


WEB: http://www.publico.es/ciencias/216682/espanoles/conquistaron/egipto

La ciencia que prohibió Franco.



La mejor revista científica en castellano de la historia sobrevivió hasta la muerte del dictador Madrid, una mañana del invierno de 1950. El dictador Francisco Franco visita la Biblioteca Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid. Su expresión, inmortalizada por un fotógrafo, explica por sí sola por qué los laboratorios de la institución se habían vaciado 11 años antes, tras la demolición de la República. Franco, ataviado con su casaca de Generalísimo de todos los ejércitos, aparece rodeado de libros encuadernados con lomos dorados.


En el CSIC se siente cómodo, ya que él mismo lo creó 11 años antes para, según reza el acta fundacional del organismo, "imponer al orden de la cultura las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad". Sin embargo, Franco parece una liebre asustada, como si acabara de perder la Batalla del Ebro. Como si le dieran miedo los libros.

La victoria del dictador en la Guerra Civil provocó la espantada de los investigadores, pero la ciencia española continuó siendo puntera en su exilio americano. Aunque sus colegas que resistieron en España no se enteraron.

Algunos de los científicos más brillantes de la época, como el ex director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el entomólogo Ignacio Bolívar, fundaron en México Ciencia. Revista hispanoamericana de Ciencias puras y aplicadas. Nació para elevar el nivel de la cultura pública, para contribuir al progreso de la ciencia y para aumentar el interés por ella en los países hispanoamericanos. Pero era demasiado peligrosa: mostraba la España que pudo ser y no fue.

"Peor que un ataque militar"
Medio millar de ejemplares del primer número, publicado el 1 de marzo de 1940, partieron hacia España. En sus páginas se hablaba de una nueva especie de insecto, del hambre de origen cerebral y de los protozoos en la sangre de algunos pájaros mexicanos. No había ni una palabra sobre política, pero era demasiado para Franco. Fue inmediatamente prohibida.

"El hecho de ver reunidos tantos nombres de la ciencia española exiliada trabajando y publicando desde México en colaboración con una selecta y numerosa lista de científicos hispanoamericanos parece que fue resentido por las autoridades tiránicas franquistas como una agresión peor que los ataques militares", escribió medio siglo después Francisco Giral, uno de los fundadores. A causa del recelo de Franco hacia la ciencia, la mejor revista científica en castellano de la historia se publicó a espaldas de los españoles durante 35 años. Hasta la muerte del dictador.

Las autoridades franquistas hicieron bien su trabajo. Hoy, 70 años después del fin de la Guerra Civil, sólo existe una colección completa de Ciencia en España. Donada por la familia de Ignacio Bolívar, descansa en la biblioteca de la Residencia de Estudiantes, en Madrid. El director del Archivo Virtual de la Edad de Plata, Carlos Wert, saca con mimo el primer volumen de un estante.

Una ojeada a cualquiera de sus páginas sume al lector en la atmósfera de 1940. En una breve noticia, los redactores de Ciencia informan de la concesión del premio Nobel de Medicina de 1939 al patólogo alemán Gerhard Domagk, por el descubrimiento del primer fármaco efectivo contra las infecciones bacterianas.

Science en castellano
"El profesor Domagk, antes de aceptarlo, pidió autorización al Gobierno alemán, y al poco tiempo escribió al Comité de Estocolmo declinando el honor, pues las leyes actuales no permiten aceptar el premio Nobel a sus nacionales", contaba de forma aséptica Ciencia, sin mencionar al régimen nazi.

En otra de sus páginas, el introductor de la teoría cromosómica de la herencia en España, José Fernández Nonídez, entonces en la Universidad de Cornell, en Nueva York (EEUU), explica la base anatómica de la regulación refleja de la presión sanguínea. Y otra pieza da cuenta del sondeo terrestre más profundo, llevado a cabo en 1940 por la Continental-Oil Company: casi cinco kilómetros de prospección en busca de petróleo.

"En España había una ciencia puntera en 1936 y la siguió habiendo, pero fuera de España, aunque hoy no se recuerde", sostiene Wert. Sin embargo, opina, la situación va a cambiar. La Residencia de Estudiantes, fundada en Madrid en 1910 como el primer centro cultural de España, pretende rescatar del olvido la publicación, en colaboración con el CSIC.

Wert ha sido el encargado de coordinar el proceso de digitalización de la revista, que estará disponible en el portal Edad de Plata (www.edaddeplata.org) en los próximos meses. Casi 70 años después de su lanzamiento, los españoles podrán leer Ciencia.

Para los científicos, será una oportunidad para recuperar el intento más serio de hacer una especie de revista Science en castellano. De su consejo de redacción salieron dos premios Nobel: el fisiólogo argentino Bernardo Houssay y el español Severo Ochoa. Ambos sufrieron la ignorancia de las dictaduras. El bioquímico huyó de Madrid en 1936, al comienzo de la Guerra Civil, y no volvió hasta 1977, ya nacionalizado estadounidense.

Y Houssay, primer científico latinoamericano galardonado con un Nobel, fue expulsado de su cátedra por el gobierno peronista. "El consejo de la revista era, simplemente, la nómina de la ciencia española de la época", apostilla Wert.

Pero la recuperación de Ciencia no es simplemente un hito para la comunidad científica. Desde el primer número, Bolívar y compañía se propusieron exponer "en lenguaje, para todos comprensible, el estado de los problemas de general interés que toda persona ilustrada debe conocer". En el número 4, correspondiente al verano de 1940, el ingeniero industrial Jorge de la Riva, pionero de la radio en España, deja clara la voluntad divulgativa de la publicación en un artículo sobre los nuevos métodos de grabado de sonido.

Gracias a los constantes estudios, narra De la Riva, "se ha conseguido eliminar la sensación de un gramófono gigante que daba, en sus comienzos, el cine sonoro, con sus voces humanas sin timbre; la voz de la mujer era más bien la de un barítono que tuviera un solo registro; la del hombre parecía la de un dragón legendario surgiendo en la defensa de sus tesoros; la música, confusa y desagradable, semejaba a las charangas de los circos pueblerinos".

El instigador de la digitalización de la revista, Miguel Ángel Puig-Samper, director de publicaciones del CSIC, sólo concibe la prohibición de distribuir la revista en España como un ejemplo más del "proceso de represión contra los científicos" ejecutado por los fascistas. "Aunque la revista Ciencia se haya olvidado, la investigación española que se hacía en México era mejor que la ciencia que se hacía en España", asevera.

Sólo una circunstancia puso punto y final a su aventura. En el último número de Ciencia, correspondiente a diciembre de 1975, sus redactores escriben: "Por circunstancias imprevisibles y de fuerza mayor, nuestra revista ha sufrido un retardo considerable en su publicación. Rogamos a nuestros suscriptores, amigos y colaboradores disculpen esta involuntaria recesión que esperamos subsanar en lo sucesivo". No lo hicieron. Franco había muerto. Algunos volvían a casa.

El anfitrión de Einstein en España, condenado al exilio
Seis meses antes de que el general Miguel Primo de Rivera diera un golpe de Estado, Albert Einstein viajó a Madrid para pronunciar una conferencia en la Residencia de Estudiantes, que ya se había convertido en un altavoz de la modernidad en España.

En la época de la visita de Einstein, marzo de 1923, convivían en la famosa Colina de los Chopos Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel. Pero no todos los residentes o visitantes asiduos pertenecían al mundo de las artes y las letras. También en 1923, la Residencia de Estudiantes publicó el libro "Principio de relatividad", escrito por el anfitrión de Einstein en Madrid: Blas Cabrera, el físico español más notable en el primer tercio del siglo.

El propio alemán y Marie Curie, la primera persona que recibió dos premios Nobel, invitaron a Cabrera a la Conferencia Solvay de 1930, a la que acudieron los físicos más brillantes de la época. Sin embargo, pese a este historial, las autoridades franquistas le persiguieron tras la Guerra Civil y forzaron su huida a México. Allí, Cabrera se incorporó a la revista "Ciencia" y se convirtió en su segundo director, tras la muerte de Ignacio Bolívar.


WEB: http://www.fecyt.es:80/fecyt/detalle.do?elegidaSiguiente=&elegidaNivel3=&elegidaNivel2=;SalaPrensa;noticias32cientificas&elegidaNivel1=;SalaPrensa&tc=noticias_cientificas&id=176159

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