La periodista Inés García-Albi y el biólogo Marcos Isamat han escrito un libro de carácter divulgativo.
«¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?» resuelve nuestras dudas sobre genética
Inés y Marcos tienen dos hijos. Cada uno cuenta con 23 cromosomas de ella y 23 de él. Entonces, ¿por qué son tan distintos? Una pregunta sencilla puede dar lugar a una respuesta compleja. Sin embargo, en «¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?» (Editorial Debate), escrito por el matrimonio formado por la periodista Inés García Albi (Bilbao, 1966) y el biólogo molecular Marcos Isamat (Barcelona, 1965), pueden hallarse contestaciones directas a cuestiones encaminadas a comprender de dónde venimos y a dónde vamos. La idea para este libro de divulgación surgió de una observación cotidiana.
Ella y su marido invitaron a cenar a una tía lejana de él. Cerca de la puerta estaba colgado un dibujo que Marcos hizo de las manos de su madre. Y, al observar detenidamente las manos de la tía, se dio cuenta de que eran idénticas. ¿Cómo era posible la semejanza?
Así, las páginas constituyen un diálogo entre la periodista y el biólogo que busca ganarse la complicidad del lector. De hecho, se parte de que nuestra relación con la genética es «superficial». «Me limitaba a asombrarme ante los avances genéticos, me reía con mis amigos de la semejanza entre la mosca y el humano, discutía en cenas y banquetes sobre el caso de la oveja Dolly y la futura clonación humana», relata en el libro García Albi. Es decir, nos limitamos «a los titulares de la Prensa».
El gen vendría a ser «a un genoma lo que una oración es a una enciclopedia. La unidad mínima que tiene sentido y autonomía». Y nuestros cromosomas son los tomos en los que se organiza la enciclopedia del genoma. Dicho con otro ejemplo: imaginemos un colegio de 50.000 alumnos distribuidos en 23 cursos donde cada curso tenga una media de 2.000 alumnos. Si les mandamos cada día formar filas de 1.000 alumnos, veremos que la composición será siempre diferente.
Pues lo mismo ocurre con los 50.000 genes que tenemos distribuidos en dos pares de 23 cromosomas. Una media de 1.000 genes (o alumnos) por cromosoma (fila) cada vez que se forma un espermatozoide o un óvulo. Y cuando el espermatozoide fecunda el óvulo, volvemos a tener dos filas para cada curso. Por eso es imposible saber qué alumnos han acabado en cada fila. O qué cosas sacamos de nuestro padre y nuestra madre.
A partir de entonces, entendemos que el hecho de que algunas personas tengan «peor beber» es una cualidad que no sólo depende de los hábitos, sino que también se hereda; que la calvicie no tiene que venir necesariamente por vía paterna, aunque todos nuestros familiares por ese lado hayan sido calvos; y que la facilidad para aprender idiomas, al igual que otras destrezas, cuenta con una base genética clara.
La periodista y el biólogo realizan un repaso completo por el origen del ser humano: desde la teoría evolucionista de Darwin y los experimentos con guisantes de Mendel hasta los últimos avances en medicina regenerativa.
FUENTE: http://www.larazon.es/
«¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?» resuelve nuestras dudas sobre genética
Inés y Marcos tienen dos hijos. Cada uno cuenta con 23 cromosomas de ella y 23 de él. Entonces, ¿por qué son tan distintos? Una pregunta sencilla puede dar lugar a una respuesta compleja. Sin embargo, en «¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?» (Editorial Debate), escrito por el matrimonio formado por la periodista Inés García Albi (Bilbao, 1966) y el biólogo molecular Marcos Isamat (Barcelona, 1965), pueden hallarse contestaciones directas a cuestiones encaminadas a comprender de dónde venimos y a dónde vamos. La idea para este libro de divulgación surgió de una observación cotidiana.
Ella y su marido invitaron a cenar a una tía lejana de él. Cerca de la puerta estaba colgado un dibujo que Marcos hizo de las manos de su madre. Y, al observar detenidamente las manos de la tía, se dio cuenta de que eran idénticas. ¿Cómo era posible la semejanza?
Así, las páginas constituyen un diálogo entre la periodista y el biólogo que busca ganarse la complicidad del lector. De hecho, se parte de que nuestra relación con la genética es «superficial». «Me limitaba a asombrarme ante los avances genéticos, me reía con mis amigos de la semejanza entre la mosca y el humano, discutía en cenas y banquetes sobre el caso de la oveja Dolly y la futura clonación humana», relata en el libro García Albi. Es decir, nos limitamos «a los titulares de la Prensa».
El gen vendría a ser «a un genoma lo que una oración es a una enciclopedia. La unidad mínima que tiene sentido y autonomía». Y nuestros cromosomas son los tomos en los que se organiza la enciclopedia del genoma. Dicho con otro ejemplo: imaginemos un colegio de 50.000 alumnos distribuidos en 23 cursos donde cada curso tenga una media de 2.000 alumnos. Si les mandamos cada día formar filas de 1.000 alumnos, veremos que la composición será siempre diferente.
Pues lo mismo ocurre con los 50.000 genes que tenemos distribuidos en dos pares de 23 cromosomas. Una media de 1.000 genes (o alumnos) por cromosoma (fila) cada vez que se forma un espermatozoide o un óvulo. Y cuando el espermatozoide fecunda el óvulo, volvemos a tener dos filas para cada curso. Por eso es imposible saber qué alumnos han acabado en cada fila. O qué cosas sacamos de nuestro padre y nuestra madre.
A partir de entonces, entendemos que el hecho de que algunas personas tengan «peor beber» es una cualidad que no sólo depende de los hábitos, sino que también se hereda; que la calvicie no tiene que venir necesariamente por vía paterna, aunque todos nuestros familiares por ese lado hayan sido calvos; y que la facilidad para aprender idiomas, al igual que otras destrezas, cuenta con una base genética clara.
La periodista y el biólogo realizan un repaso completo por el origen del ser humano: desde la teoría evolucionista de Darwin y los experimentos con guisantes de Mendel hasta los últimos avances en medicina regenerativa.
FUENTE: http://www.larazon.es/
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