Don. José Ramón Urquijo Goitia Investigador del
Instituto de Historia y actualmente Vicepresidente del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, en su intervención en la Conmemoración
del Día Internacional del Libro en CSIC, realizó un magnífico alegato
en defensa del libro científico y la
ciencia. También puso de manifiesto el valor del libro como elemento de
comunicacion científica y como elemento de investigación. Así como
señaló " que los libros y las bibliotecas nos recuerdan que la aspiración al saber es universal ".
Para todos aquellos que no pueron asistir a este acto de la celebración del Día Internacional del Libro 2014 en CSIC , dentro de los actos conmemorativos del 80 Aniversario del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (IETcc) el 23 de abril de 2014; a continuación se reproduce el discurso pronunciado por Don. José Ramón Urquijo Goitia que es un magnífico alegato en defensa del libro científico, las bibliotecas, la ciencia y la universalidad del conocimiento.
Discurso de Don. José Ramón Urquijo Goitia
En primer lugar quisiera agradecer al profesor Monjó el haberse prestado a desarrollar de forma tan interesante la temática sobre el libro científico, en este acto que forma parte de la conmemoración del libro en el marco del 80 aniversario del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja.
No puedo dejar de mencionar el trabajo de la exposición coordinado por la profesora Francisca Puertas
En el día del libro debemos reivindicar el trabajo que se hace desde la Editorial CSIC, la mejor del ámbito universitario y científico de España, y a la altura de las más prestigiosas del mundo, como lo demuestra el hecho de que nuestros libros hayan sido admitidos en las bases de datos de ISI Thomson y se encuentran en las principales bibliotecas tanto generales como especializadas.
Y debemos defender su valor como elemento de comunicación científica.
Hace siete años un conocido científico del CSIC decía en un diario de tirada nacional: “Los libros te dicen poco... Son fundamentales para la educación, pero para la investigación no sirven... Yo los contemplo como un fósil o como un hueso, pero nunca como parte de lo que altera lo que te rodea...”.
Sin mencionar la falta de análisis que supone que un libro no altera lo que te rodea (véase la Biblia o el Corán), desde esta tribuna reivindico frente a afirmaciones poco meditadas como la que he citado, el valor del libro como elemento de investigación.
Y sobre todo me manifiesto contra esa simplificación que se nos quieren imponer de que sólo es ciencia lo que está en las revistas, o la equiparación “al número” de libro y artículo.
En 1637 se publicó en la ciudad holandesa de Leiden un tomo que incluía un tratado de geometría, uno de óptica y uno de astronomía acompañados de una introducción que describía el método de investigación científica seguido para su elaboración.
La suerte de los diversos tratados fue diversa:
- El tratado de geometría introdujo alguna innovación que aún hoy resulta de amplio uso. Aunque, como siempre, hay alguna controversia acerca de si alguien los utilizó antes, se admite generalmente que Descartes introdujo en este libro el uso de los ejes de coordenadas que se llaman también, por eso, ejes cartesianos.
- Pero, sin duda, la parte que alcanzó más fama y que se ha publicado cientos de veces como un libro independiente en innumerables idiomas es la introducción cuyo título completo es: Discurso del método para bien conducir la razón y buscar la verdad en las ciencias.
Lo primero que a uno le hace añorar el recuerdo de esta obra es aquel tiempo en que aún no existía esa nefasta división de las ciencias y las letras, por no hablar de la galopante, imparable especialización.
Hemos llegado a un nivel de complejidad en todas las disciplinas del conocimiento que resulta imposible dar un paso más allá sin dedicarse en exclusiva a una parcela minúscula del conocimiento.
Pero los libros y las bibliotecas nos recuerdan persistentemente que la aspiración al saber es universal.
Universal porque es de todas las personas, universal porque es de todo el conocimiento.
Es imposible; pero lo queremos, y quizá por ser imposible lo queremos aún más. Ya lo dijo Aristóteles, uno de los padres fundadores de la cultura occidental, cuando decidió comenzar la Metafísica diciendo: Toda persona desea por naturaleza saber. No dijo saber física, biología, lógica, etc. sólo dijo saber.
Esta aspiración de universalidad no es realizable para una persona; pero actualmente instituciones como la nuestra, el Consejo, dan amparo a esa ambición de universalidad. Se trata de lograr como colectivo lo que no alcanzaremos como individuos aislados.
Desde el nacimiento de instituciones que, reconociendo la necesidad de la especialización, buscan dar cobijo al saber entero, se han planteado problemas de convivencia; ya en 1798 Kant trató en El conflicto de las facultades el debate de la preeminencia entre las facultades de Teología, Derecho, Medicina y Filosofía.
A veces hay que mirar atrás antes de dar pasos hacia delante (por favor, no tomen esto como una interesada reivindicación de la Historia). Esa mirada atrás nos evitará ridículas controversias porque el conocimiento vive mejor en la colaboración que en rivalidades cainitas.
Esto del conocimiento universal me recuerda a aquella imposible biblioteca de un cuento de Borges en la que mediante combinatoria del alfabeto se habían creado todos los libros de un número determinado de páginas que podrían componerse con el alfabeto. Desde luego, pensar en leer esa biblioteca tiene, como decía, el atractivo de lo imposible pero nada hay más humano, ni más motivador para la ciencia, que esa ambición por realizar lo imposible.
En un 23 de abril viene bien recordar al Macbeth de Shakespeare quien, viendo todas las posibilidades en contra, aún tiene aliento para decir:
Aún intentaré lo último. Ante mi cuerpo
Coloco mi escudo de combate. ¡En guardia Macduff!
¡Luchemos y maldito sea quien primero diga basta!
Muchas gracias por su atención.
José Ramón Urquijo Goitia
Vicepresidente del CSIC
23 de abril de 2014
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