Aunque seguimos leyendo libros -como siempre- en papel, desde hace 20 años los hay ya en formato electrónico. Su éxito ha sido más bien escaso, pero en estos momentos hay una nueva hornada de aparatos. ¿Será este el empujón definitivo?
Hay algunas obras de la literatura universal duras de roer, de esas que producen molestias durante toda la tarde, insomnio nocturno y desasosiego diurno. Que se lo digan a Firmin, un ratoncito que se alimenta de los volúmenes que se apilan en el sótano de una librería de Boston. Allí nació, entre clásicos, y allí aprendió a leer mientras devoraba las páginas, sabrosas, de Nabokov y su Lolita,de Madox Ford y su buen soldado, de Dickens y de tantos otros.
Este personaje, apasionado de la lectura, es el protagonista de un librito delicioso de Sam Savage (Firmin 2008. Ed Seix Barral), que el año pasado, por estas fechas, se convirtió de forma un tanto inesperada en un éxito de ventas. La rata Firmin recorre la librería y escoge cuidadosamente a qué obra echar el diente. Lo que esta rata quizás no se espera es que, en un futuro no muy lejano, el roer se pueda acabar y que toda esa montaña de papel que tiene ante sí probablemente desaparezca y se reduzca a unos cuantos ceros y unos en un archivo diminuto.
Como le ocurriría a Firmin, si pudiera oír estas noticias, la galaxia Gutenberg anda algo revuelta. Hasta hace nada, parecía imposible que leer la última novela de Murakami o algún clásico de Shakespeare en una pantalla de seis pulgadas pudiera convertirse en algo habitual. Pero lo cierto es que la aparición de nuevos dispositivos está popularizando el libro electrónico, por lo que ya no nos extrañamos cuando oímos hablar de él ni nos sorprendemos si en el autobús alguien saca uno y se enfrasca en una novela. Y es que el libro electrónico se ha sumado a ese elenco de gadgets tecnológicos que despiertan el deseo de muchos y que pocos aún poseen. Dicen los expertos que incluso está cambiando la forma de leer y de escribir, de comprar y de vender literatura; y, de tal manera, que se ha convertido en el símbolo de la revolución que parece que comienza a vivir el mundo de la lectura.
Pero antes de seguir avanzando, precisemos: "Si nos referimos al dispositivo que permite leer títulos electrónicos, entonces resulta más conveniente hablar de reader o e-reader [lector] -puntualiza Ignacio Latasa, socio fundador de Leer-e, empresa pionera en España, especialista en lectura digital-. Para el contenido, hablamos de ´libro electrónico´". Y a pesar de que la mayoría hemos empezado a oír hablar de ellos hace poco, este invento tiene casi 20 años de vida; Sony lanzó un primer modelo en los años 90, el Bookman, que no cuajó porque la pantalla resultaba incómoda. Al poco le siguieron Franklin Electronic Publishers y más tarde Canon, Fujitsu, IBM, JVC Microsoft, pero también fracasaron.
Los aparatejos actuales parece que han superado los problemas de esos primeros lectores. Ahora tienen el tamaño de un libro convencional, con una pantalla de entre seis y ocho pulgadas; son muy ligeros, más que un superventas de tapa dura. Algunos incluyen teclado, disponen de conexión wi-fi e incluso de reproductor mp3. Pero lo más importante de este nuevo cacharro es la tinta electrónica, una tecnología que convierte el monitor en lo más parecido a una página de papel y que parece que puede hacer despegar definitivamente a este dispositivo, tras muchos fracasos.
No es su única virtud. También tiene una gran capacidad de almacenamiento, porque en una sola tarjeta de memoria caben miles de libros. Los títulos se descargan desde internet en menos de 30 segundos en el ordenador, o directamente en el aparato si tiene wi-fi. Además, es posible suscribirse a diarios o a revistas que ya comienzan a ofrecer ediciones electrónicas, así como leer, documentación propia, textos en PDF. Más cosas positivas: se puede aumentar la letra y el interlineado; cambiar los márgenes, subrayar, tomar notas en el mismo libro -sin estropearlo- e incluso buscar palabras en un diccionario. Es, asimismo, una opción más ecológica, puesto que se evita la impresión de papel.
Entre sus inconvenientes, el precio, que oscila entre los 300 y los 700 euros, y que les falta color y presentan dificultades para reproducir fotos e ilustraciones. De ahí, por ejempo, que aún no hayan conseguido colarse en la mochila de los chavales. Aunque, vaticina Alonso Cano, coordinador del departamento de marketing de la empresa granadina Grammata, "no tardarán mucho y en menos de medio kilo tendrán lo que llevan en 14 a la espalda".
Que el reader sea o no un éxito depende, en buena medida, de la adaptación tecnológica de las editoriales, que, por el momento, miran desde la barrera esta revolución. En Estados Unidos, donde está más avanzada, según datos del diario The New York Times, la venta de e-lectores se ha triplicado en el último año, en parte, porque hace tiempo que en aquel mercado circulan estos aparatejos y porque tienen a Amazon, el gigante de venta de ocio on line, que prevé vender 4,4 millones de readers en el 2010; además, comercializa el Kindle, un modelo que ha dado un buen empujón al negocio. Eso, sumado a la gran cantidad de títulos electrónicos de que dispone esta macrotienda y otras como Ereader.com o Fictionwise.com, explica el éxito de este gadget en aquel país.
En España vamos algo más retrasados, aunque en comparación con países como Francia, Alemania o Italia no estamos nada mal. Las empresas fabricantes de readers en nuestro país pueden contarse con los dedos de una mano -entre ellas, hay una granadina, la Grammata, que comercializa Papyre- y hace muy poco que se comercializan contenidos. Leer-e fue la primera que puso a la venta dispositivos de lectura en el 2006; un año más tarde, vendieron unos 300 y eso que entonces sólo había un modelo. En el 2008, esa cantidad se había multiplicado por 10. Ahora, distribuyen prácticamente todos los modelos que existen en el mercado a través de su portal Apolo XXI (http://www.apoloxxi.com/), así como una gran variedad de títulos (http://www.leer-e.es/).
"Donde España sí se ha quedado atrás es en la producción de contenidos. Las editoriales no publican libros en formato electrónico", afirma Ignacio Latasa, de Leer-e. Y eso, coinciden en señalar los expertos, ocurre por varios motivos: el primero, que las editoriales no saben muy bien cómo hacerlo: la nueva situación requiere que se reorganizacen y después de tantos siglos siguiendo un mismo modelo de negocio que poco ha cambiando, les cuesta. "Por el momento, estamos estudiando la situación en España para poder actuar en el momento que lo creamos conveniente", explica precavido Jorge Herralde, director editorial de Anagrama.
Otras editoriales lo tienen muy claro, como afirma Jordi Nadal, editor fundador, además de autor, de Plataforma Editorial, "por supuesto que nos lanzaremos a publicar títulos electrónicos, pero cuando existan todos los canales y los medios necesarios, y los readers estén lo suficientemente presentes en España". Aunque, opina Nadal, "resulta divertido que uno se plantee si tener o no libro electrónico en España cuando no existe Amazon España a pesar de que somos la segunda lengua más hablada. Algo pasa. El mundo del libro español tiene muchos problemas más importantes que el libro electrónico".
Y mientras las editoriales esperan, los lectores reclaman. "Hay demanda de contenidos electrónicos -opina Latasa-. De hecho, la venta de readers es muy alta en comparación con los contenidos que hay. Y seguramente, el hecho de que no haya más material disponible también echa para atrás a mucha gente. ¿Para qué se van a comprar un lector si no van a tener con qué llenarlo?". Vamos, una pescadilla que se muerde la cola.
"De momento, se han lanzado editoriales académicas y, en cambio, no han entrado las de la lectura de ocio para el gran público - explica José Antonio Millán (jamillan. com), lingüista, escritor y autor del informe La lectura en España. Informe 2008: leer para aprender,para la Federación de Gremios de Editores de España y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez (este informe está íntegramente disponible en la web lalectura. es). El primer intento ha sido el de la agente literaria Carmen Balcells y la empresa de Pamplona Leere, que distribuye algunos de los títulos de escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Miguel Delibes o Juan Marsé.
Hay otro problema: los derechos, porque los de los libros electrónicos no los poseen las editoriales, sino los autores y sus agentes. Para el escri menos intermediarios entre tú y el lector". Ya hay quienes han colgado sus libros on line, como Stephen King, el popular autor de superventas de ciencia ficción, que el año pasado publicó una obra exclusivamente para los compradores del Kindle de Amazon. "El autor cortocircuitó a su editorial -opina Millán-, de igual forma que hizo el español Alberto Vázquez Figueroa (http://www.vazquezfigueroa.es/), que ha puesto algunos de sus libros íntegros en la web para que se descarguen de forma gratuita".
También se pueden piratear, claro. De hecho, aunque cueste pensar que alguien tiene tanto tiempo libre como para escanear una por una todas las páginas de la Biblia, o de La sombra del viento,si buscamos en las redes P2P están todas las novedades editoriales. Y si la música y el cine ya han pasado por ahí, resulta difícil pensar que el libro se vaya a salvar. "En América Latina ya piratean mis libros, de manera que el que estén en formato electrónico no va a ser un gran cambio -comenta el escritor peruano Roncagliolo-. La piratería se lleva la mitad del negocio y al menos en digital es más controlable porque es posible poner controles". Quizás por eso, las editoriales son reticentes a sacar ediciones electrónicas y otras se lanzan a intentar blindar sus títulos poniéndoles sistemas anticopia DRM, como hicieron las discográficas con los archivos mp3 hasta hace poco. Pero, asegura Latasa, "la mejor protección que tiene el libro electrónico es que no se ve ni mucho menos igual un PDF de un libro escaneado que un archivo específico de ebook".
Pero entonces, ¿es el principio del fin del papel? Pues, a pesar de todo, parece ser que no. Los fetichistas amantes del -buen- papel pueden respirar aliviados. De hecho, según el estudio Digitalización del libro en España,realizado por Dosdoce. com y la red social Ediciona, sólo un 15% de los profesionales del sector opina que los libros electrónicos llegarán a imponerse a los de papel. Millán lo tiene claro: "En productos como guías de viaje, manuales, diccionarios, la versión electrónica desbancará a la tradicional". También en otro tipo de literatura, como documentos, informes o libros de bolsillo, considera Alonso Cano, responsable de marketing de Grammata. Para otros contenidos, seguiremos prefiriendo la celulosa. "Es lo mismo que ocurre con los vinilos y el mp3 -compara Ignacio Latasa-. ¿Tienes tocadiscos? Sí. ¿Te gusta oír los discos en vinilo? Sí, porque se oyen mejor, ¿no?, con más calidad, pero no te los puedes llevar por la calle ni escucharlos. Con los libros pasa igual; algunos te los llevarás en formato electrónico para leerlos en el metro y otros te los comprarás en una edición buena para tenerlos en casa. No son modelos excluyentes, sino complementarios".
Una de las razones que pueden hacer que el lector opte por un título electrónico será el precio, entre un 25% y un 30% más barato, así como el hecho de poder acceder a cualquier libro desde cualquier lugar del planeta. Las librerías tradicionales, como esa en la que vive Firmin, el simpático roedor con el que empezábamos este reportaje, a su vez, tendrán que reciclarse o morir. Algunas, de hecho, ya han empezado y venden, en colaboración con Leer-e. com, una especie de códigos de barras que pueden canjearse en internet por un título.
El libro electrónico afecta también a la manera como se lee y como se escribe. Algo así ya ha pasado en Japón, donde el año pasado el libro más vendido fue una novela escrita para teléfono móvil. "Es una cuestión también generacional -opina Santiago Roncagliolo-. Los chicos ahora crecen frente a la pantalla y para ellos es una superficie más natural, así que al incorporarse al mercado, comprarán mucho menos papel".
También será para los escritores que no consiguen publicar por canales tradicionales, y que puede que lo consigan con el formato electrónico. El éxito se podrá medir en función de cuánta gente se baja su obra. "Si mucha gente se descarga un libro, quizás entonces una editorial se interese y quiera publicarlo en papel", opina Alonso, de Grammata. Ay, si Gutenberg levantara la cabeza…
Los bibliotecarios son uno de los gremios que más se resisten a la introducción del libro electrónico. Aunque ya hay quienes han comenzado a ver los beneficios de esta tecnología y han comenzado a incluir y a incorporar títulos en formato digital. Es el caso de la Biblioteca Rector Gabriel Ferraté, de la UPC, que ha puesto en marcha un servicio de préstamo de lectores de libros electrónicos (bibliotecnica.upc.es/bib160). Los usuarios de esta biblioteca pueden reservar y llevarse en préstamo un reader cargado de e-libros como harían con un libro convencional. En Nueva York, la New York Public Library ofrece libros electrónicos y archivos digitales en distintos formatos que pueden descargarse y leerse por un tiempo determinado; también grabaciones sonoras y otros archivos multimedia.
WEB: http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20090418/53684796770/libro-electronico-va-en-serio.html
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