21 ago 2019

Listeria: Crece la amenaza de la bacteria que sobrevive en tu nevera

Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III muestra un aumento creciente en España de los ingresos hospitalarios por esta infección.
Conviene no consumir carne cruda y poco hecha para evitar la listeria. MARCEL MOCHET


Se adapta muy bien a diferentes ambientes, coloniza todo tipo de comidas y se las ingenia para multiplicarse incluso en el interior de la nevera. Por eso, la Listeria es una de las principales causantes de infecciones alimentarias en todo el mundo.

En la mayoría de los casos, esa contaminación no provoca problemas de salud graves y se queda en una leve gastroenteritis. Pero en otros, sobre todo si los afectados son ancianos, mujeres embarazadas o personas con afecciones previas, las consecuencias de la infección pueden ser trágicas.

Hace unas semanas, las autoridades sanitarias británicas informaron de la muerte de tres personas que habían consumido sandwiches contaminados con la bacteria -cuyo nombre completo es Listeria monocytogenes. Otras tres permanecieron días hospitalizadas por culpa del patógeno, cuya presencia ha mostrado una tendencia creciente desde 2008, según datos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés).

Recientemente, una investigación conjunta del Hospital Ramón y Cajal de Madrid y el Instituto de Salud Carlos III ha confirmado que, en nuestro país, los ingresos hospitalarios por listeriosis también han aumentado significativamente en los últimos años.

En concreto, entre 1997 y 2015 se han registrado 5.696 hospitalizaciones relacionadas con listeriosis, con una variación de los casos que van desde los 75 contabilizados en el año de inicio de la investigación a los 448 notificados en 2015.
 
Estas cifras, recuerdan los investigadores, son sólo la punta del iceberg, ya que únicamente un pequeño porcentaje de los casos, los más graves, hacen necesario el ingreso en un centro hospitalario. El 50% de los afectados eran personas mayores de 65 años, mientras que un 7% correspondía a mujeres embarazadas y otro 4% a recién nacidos. La mortalidad fue del 17%, aunque la cifra se eleva al 67,5% si sólo se tienen en cuenta a los ancianos. 
 
"Se trata de un problema de salud pública emergente en España" que "requiere una mayor vigilancia, además de medidas de prevención que incluyan la educación en seguridad alimentaria y las advertencias a los grupos de riesgo", señala el estudio, publicado recientemente en 'Eurosurveillance'.

Según explica Zaida Herrador, investigadora del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III y una de las principales firmantes del trabajo, no se conocen a ciencia cierta las causas de este incremento, aunque parece que se debe a una confluencia de factores.

Por un lado, explica, "el aumento de la esperanza de vida" y, por tanto, también de los problemas asociados a la edad y otras alteraciones que afectan al sistema inmunitario de las personas, "pueden ser factores de riesgo para esta enfermedad".

Además, también influyen en el crecimiento del número de hospitalizaciones, la aparición de cepas más virulentas de la bacteria y el aumento del consumo de comida rápida y lista para tomar que, por el tipo de manipulación y almacenamiento que lleva aparejada, es más susceptible de contaminación.

Si en los años 90, los brotes de Listeria se debían principalmente a la contaminación de embutidos y salchichas, ahora se vinculan, sobre todo, a productos lácteos no pasteurizados -sobre todo quesos blandos- y frutas y verduras crudas (también en forma de zumos). En el último brote registrado por la EFSA, la fuente de contaminación eran productos de pescado ahumado -trucha y salmón- fabricados en Estonia.

"La bacteria tiene una gran capacidad para sobrevivir en los alimentos. Por eso, si no existe una adecuada higiene alimentaria y un buen mantenimiento del entorno en el que se preparan los alimentos, la contaminación es sencilla", apunta José Antonio Lepe, miembro de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), que no ha participado en el estudio, pero constata un aumento de los casos que "también puede deberse a que este tipo de patógenos se vigilan más que hace 10 años".

Se han realizado mejoras en la vigilancia de las listeriosis -que, desde 2015, es una enfermedad de declaración obligatoria- y también se han tomado medidas para mejorar los criterios de higiene en cuanto al manejo, por ejemplo, de zumos de frutas y hortalizas no pasteurizados. Sin embargo, los autores de la reciente investigación española consideran que aún queda un largo camino por andar para mejorar el control del patógeno.

"Consideramos que sería necesaria una mayor concienciación a nivel poblacional y del personal asistencia, para que sospeche de la enfermedad y la contemple en el diagnóstico diferencial. Pero, además, también creemos que es importante incluir recomendaciones en este sentido en el consejo que habitualmente se da a las embarazadas", añade Herrador.

Según explica la investigadora, las mujeres embarazadas tienen una probabilidad hasta 10 veces mayor de padecer listeriosis debido a la alteración del sistema inmunitario que se produce durante la gestación, por lo que, en su caso, sería recomendable extremar las medidas de precaución y no consumir productos de riesgo.

"En la mayoría de las ocasiones, la infección es leve en la madre, pero puede ser muy severa en el feto" y provocar abortos espontáneos, muerte fetal o discapacidad en el recién nacido.

Las personas con una listeriosis invasiva suelen desarrollar síntomas entre una y cuatro semanas después de haber ingerido algún producto contaminado. En mujeres embarazadas, estos signos pueden no ser muy llamativos y parecerse a los que habitualmente acompañan a la gripe.

En cambio, en personas mayores, la enfermedad, que puede provocar meningitis o encefalitis, suele mostrar otros signos, como dolor de cabeza, rigidez en el cuello, confusión, pérdida de equilibrio y convulsiones, aparte de fiebre y dolores musculares.

Para evitar contraer la infección, Lepe recomienda tres pautas sencillas: lavar bien frutas y verduras, refrigerar adecuadamente los alimentos, no mezclar en la nevera las hortalizas y las comidas ya elaboradas y nunca consumir lácteos y preparados que no hayan sido previamente pasteurizados.

Además, también se recomienda que productos como el melón, que no suelen consumirse enteros de una vez, se mantengan refrigerados una vez abiertos.

FUENTE: EM Ciencia y Salud

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