En el año 95 decidió patentar una idea que tuvo durante su primer vuelo. Agustín Aguinaldo, natural de La Guardia (Pontevedra), técnico de turismo, decidió convertirse en inventor, definición que no le gusta nada porque él prefiere un modesto «titular de una patente». Su concepto, que ha guardado durante todo este tiempo y que ha mejorado y presentado nuevamente en el registro, sigue buscando el interés de las constructores aeronáuticas, mientras levanta opiniones de todo tipo en el sector. Algo positivo, que al menos mueve a la reflexión.
Su visión futurista dividiría las aeronaves en varias cápsulas, para el pasaje, la tripulación y la carga, soldadas, pero con capacidad de separarse del fuselaje y abandonar la nave en caso de emergencia. Un cinta transportadora las conduciría hasta las puertas de salida y una vez en el exterior se abriría de manera automática un paracaídas para el aterrizaje. Incluso, ante la posibilidad de que caiga en el agua, la patente teoriza con añadir un pequeño motor de propulsión para llegar a tierra firme. El problema que su autor ve en la realización de este proyecto es el estado de crisis financiera y la falta de presupuestos de las grandes compañías constructoras para I+D.
Tras renovar y mejorar su concepto «encapsulado», está empezando a buscar opiniones entre los expertos ya que «la cinta transportadora es una innovación, pero ahora serían los técnicos y expertos los que debería resolver los problemas sobre el plano», comenta Aguinaldo.
Desde la compañía rusa, Irkut, la primera impresión que le han devuelto es de desconcierto ante problemas que se podrían plantear en aviación civil como el aumento de peso de toda la estructura, quién tendría que tomar la decisión sobre qué situación es de emergencia o qué pasaría si los paracaídas no funcionaran, sin olvidar el coste de una instalación a la que no acompaña el cálculo de probabilidades de accidente. Desde la consultora Altrán le ven posibilidades en misiones de paz y reparto de ayuda humanitaria; reparto que ahora se realiza de forma manual y que si se eliminara podría aumentar la seguridad de los vuelos elevando el aparato a más altura.
Su visión futurista dividiría las aeronaves en varias cápsulas, para el pasaje, la tripulación y la carga, soldadas, pero con capacidad de separarse del fuselaje y abandonar la nave en caso de emergencia. Un cinta transportadora las conduciría hasta las puertas de salida y una vez en el exterior se abriría de manera automática un paracaídas para el aterrizaje. Incluso, ante la posibilidad de que caiga en el agua, la patente teoriza con añadir un pequeño motor de propulsión para llegar a tierra firme. El problema que su autor ve en la realización de este proyecto es el estado de crisis financiera y la falta de presupuestos de las grandes compañías constructoras para I+D.
Tras renovar y mejorar su concepto «encapsulado», está empezando a buscar opiniones entre los expertos ya que «la cinta transportadora es una innovación, pero ahora serían los técnicos y expertos los que debería resolver los problemas sobre el plano», comenta Aguinaldo.
Desde la compañía rusa, Irkut, la primera impresión que le han devuelto es de desconcierto ante problemas que se podrían plantear en aviación civil como el aumento de peso de toda la estructura, quién tendría que tomar la decisión sobre qué situación es de emergencia o qué pasaría si los paracaídas no funcionaran, sin olvidar el coste de una instalación a la que no acompaña el cálculo de probabilidades de accidente. Desde la consultora Altrán le ven posibilidades en misiones de paz y reparto de ayuda humanitaria; reparto que ahora se realiza de forma manual y que si se eliminara podría aumentar la seguridad de los vuelos elevando el aparato a más altura.
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