Después de un accidente o una enfermedad degenerativa, muchos pacientes necesitan recurrir a injertos propios o implantes artificiales para tratar sus lesiones óseas. Aunque son muy útiles, estas soluciones no siempre consiguen reparar por completo el problema y en ocasiones provocan reacciones indeseadas o la pérdida de varias piezas, por lo que la investigación está tratando de encontrar nuevas alternativas más adecuadas.
Una de estas opciones podría venir de la mano de las células reprogramadas, tal y como sugiere un trabajo publicado esta semana en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS). Sus autores, entre los que figura el español Iván Marcos Campos, investigador de la Universidad de Columbia (EEUU) y adscrito al Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, han conseguido desarrollar huesos en el laboratorio a partir de células de la piel. Estas células fueron 'alteradas' para conseguir que su 'reloj interno' se retrotrajera a un estadio primitivo que permitiera después convertirlas en otro linaje celular.
De momento, el experimento sólo se ha probado en animales, pero los autores del trabajo auguran en la revista científica que su hallazgo abre la puerta a tratamientos reconstructivos personalizados.
La posibilidad de desarrollar 'sustitutos' de los huesos perfectamente adaptables al paciente y con su mismo perfil inmunológico permitiría solventar cualquier lesión eliminando al mismo tiempo todos los problemas asociados aseguran.
"Es una opción muy interesante porque permite solucionar un problema óseo sin que esto suponga ningún perjuicio para el paciente. Ahora, en muchas ocasiones, se realizan injertos utilizando otro hueso sano del enfermo, con todo lo que eso implica", señala Marcos Campos a ELMUNDO.es.
Desarrollo de los huesos
Para llevar a cabo su trabajo, el equipo del que Marcos forma parte tomó células de la piel y las 'reprogramó' para hacer que 'retrocedieran' hasta un estado similar al embrionario. Después, 'guiaron' a estas células pluripotenciales (iPS) hasta convertirlas en células capaces de formar huesos y las colocaron en un andamiaje específico en tres dimensiones que emulaba la estructura de un hueso real. Después, a través de un biorreactor, estimularon el desarrollo del hueso hasta lograr su formación completa, como si de un proceso natural se tratara.
Los investigadores quisieron avanzar un paso más en su experimento y, una vez obtenidos los huesos de laboratorio, probaron su viabilidad y seguridad en un modelo animal.
Una de las dudas más importantes que genera el trabajo con iPS es la posibilidad de que las células reprogramadas formen tumores en última instancia, por lo que comprobar su funcionamiento a medio y largo plazo es fundamental.
Los investigadores colocaron los 'sustitutos óseos' generados en el laboratorio en varios ratones a los que realizaron un seguimiento durante 12 semanas. En ese tiempo, los animales no desarrollaron ningún proceso maligno y no experimentaron ningún rechazo hacia sus réplicas óseas. De hecho, los investigadores comprobaron que habían comenzado a integrarse en su organismo, a través de la formación de precursores de vasos sanguíneos.
"Este dato es clave ya que uno de los mayores problemas es conseguir la vascularización del hueso, que es fundamental para garantizar la viabilidad", señala Marcos.
Además de esta característica, el material obtenido en el laboratorio tenía "las propiedades mecánicas adecuadas" y presentaba una buena osteointegración, entre otros signos, lo que permite ser optimista a largo plazo. Además, el mismo equipo ya consiguió probar la utilidad del método con células madre de la grasa y embrionarias, lo que abre el abanico de opciones a utilizar.
Sin embargo, pese al éxito de su trabajo, tanto Marcos como sus colegas científicos reclaman en la revista médica cautela antes de lanzar las campanas al vuelo. "Se requieren nuevas investigaciones para validar la funcionalidad y la seguridad" de estos huesos de ingeniería tisular, señalan.
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