La start-up española Aglaris Cell tiene prácticamente listo para su
comercialización el primer biorreactor del mundo que hace cultivos
celulares de manera totalmente automática y sin recurrir a aditivos
tóxicos como la tripsina. El dispositivo ha despertado el interés de la
Universidad de Oxford y del gigante farmacéutico Merck.
El madrileño de 33 años David Horna, cofundador de la empresa Aglaris Cell,
con sede en el Parque Científico de Madrid, está esta semana en Londres
en reuniones con inversores para concretar una segunda ronda de
financiación. Horna, junto a sus dos socios Miquel Costa y Manuel A.
González de la Peña, crearon hace poco más de dos años esta firma con el
objetivo de desarrollar un dispositivo que permitiera automatizar el
cultivo de células madre para avanzar en la producción de medicamentos ‘vivos’.
Reino Unido se ha enamorado de la idea y los emprendedores ya lograron el año pasado en ese país una primera inversión de cerca de un millón de euros, procedente de business angels británicos. También captaron la atención de ISIS, la Oficina de Transferencia de la Universidad de Oxford, que les presta asesoramiento estratégico y científico.
Según explica David Horna a Sinc, después de cuatro años de investigación y desarrollo intensivo, el prototipo, denominado Aglaris Facer 1.0, patentado en 2012 en España y en proceso de lograr la patente internacional, “está prácticamente listo para su comercialización”.
La idea de desarrollar este aparato surgió mientras los socios, que trabajaban en varios campos de la biotecnología, observaron que cada vez más industrias utilizan células y tejidos en sus procesos productivos.
Totalmente automático
“Vimos que los medicamentos vivos a partir de células madre se producían de forma muy manual y se nos ocurrió diseñar y desarrollar un biorreactor de cultivo celular que automatizara todo el proceso. Creemos que el segmento de las terapias basadas en células madre va a eclosionar en los próximos años y se va a convertir en un negocio muy prometedor”, indica Horna.
En el mercado hay otros biorreactores –señala el responsable– y algunos han logrado automatizar alguna de las fases del proceso, “pero el nuestro es el primero del mundo que realiza todas las etapas de forma totalmente automática”.
Para este tipo de cultivos hasta ahora se usaba normalmente un aditivo que se llama tripsina, que es tóxico para las células y elimina parte de las proteínas de la membrana. “A día de hoy se utiliza porque no existía otra alternativa, pero nuestra tecnología no necesita recurrir a este producto”, dice Horna.
“En cambio, nuestro desarrollo utiliza un método iterativo de cultivos celulares que permite automatizar por completo y sin necesidad de intervención humana los pasos de despegado y lavado de las células sin usar aditivos que aumenten la toxicidad. Esto lo hemos logrado usando superficies inteligentes que hacen posible la adhesión y desadhesión de las células en función de cambios en el ambiente”, explica el cofundador.
Además, agrega, “ahora estamos finalizando los desarrollos que hagan posible también obtener con el mismo dispositivo células modificadas genéticamente en serie para su aplicación en reprogramación celular y terapias génicas. Estos avances parten del trabajo que Horna realizó durante su tesis en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y el Instituto Químico de Sarria (IQS) sobre superficies inteligentes y que fue publicado en la revista Advanced Healthcare Materials.Después la patente de esta tecnología se licenció en exclusiva a Aglaris Cell.
Células madre en bolsitas
“El proceso –indica– es el siguiente: antes del cultivo se obtienen células del propio paciente, por ejemplo, de la grasa a través de una liposucción y a continuación se extraen las células madre. El siguiente paso es inyectarlas en el biorreactor donde se cultivarán y se amplificarán. El producto final son las células envasadas en una bolsita”
El dispositivo logra una mayor cantidad de células y de mucha más calidad que si se hubiera hecho un cultivo manual, ya que no hay que usar tripsina. “Cuidamos mucho más la célula y la calidad del cultivo; por ello, el medicamento ‘vivo’ resultante podrá ser muy superior. Estos cultivos se utilizan en terapias en medicina regenerativa y la calidad de la célula es tremendamente importante”.
Para el cofundador, este avance será “tremendamente positivo en terapias celulares, ya que aparte de simplificar el proceso, permite repetirlo y hacerlo en serie. Así, los lotes podrán ser los mismos durante el tratamiento, lo cual hará que el tratamiento mejore, y habrá menor riesgo de contaminación”.
Reino Unido se ha enamorado de la idea y los emprendedores ya lograron el año pasado en ese país una primera inversión de cerca de un millón de euros, procedente de business angels británicos. También captaron la atención de ISIS, la Oficina de Transferencia de la Universidad de Oxford, que les presta asesoramiento estratégico y científico.
Según explica David Horna a Sinc, después de cuatro años de investigación y desarrollo intensivo, el prototipo, denominado Aglaris Facer 1.0, patentado en 2012 en España y en proceso de lograr la patente internacional, “está prácticamente listo para su comercialización”.
La idea de desarrollar este aparato surgió mientras los socios, que trabajaban en varios campos de la biotecnología, observaron que cada vez más industrias utilizan células y tejidos en sus procesos productivos.
Totalmente automático
“Vimos que los medicamentos vivos a partir de células madre se producían de forma muy manual y se nos ocurrió diseñar y desarrollar un biorreactor de cultivo celular que automatizara todo el proceso. Creemos que el segmento de las terapias basadas en células madre va a eclosionar en los próximos años y se va a convertir en un negocio muy prometedor”, indica Horna.
En el mercado hay otros biorreactores –señala el responsable– y algunos han logrado automatizar alguna de las fases del proceso, “pero el nuestro es el primero del mundo que realiza todas las etapas de forma totalmente automática”.
Para este tipo de cultivos hasta ahora se usaba normalmente un aditivo que se llama tripsina, que es tóxico para las células y elimina parte de las proteínas de la membrana. “A día de hoy se utiliza porque no existía otra alternativa, pero nuestra tecnología no necesita recurrir a este producto”, dice Horna.
“En cambio, nuestro desarrollo utiliza un método iterativo de cultivos celulares que permite automatizar por completo y sin necesidad de intervención humana los pasos de despegado y lavado de las células sin usar aditivos que aumenten la toxicidad. Esto lo hemos logrado usando superficies inteligentes que hacen posible la adhesión y desadhesión de las células en función de cambios en el ambiente”, explica el cofundador.
Además, agrega, “ahora estamos finalizando los desarrollos que hagan posible también obtener con el mismo dispositivo células modificadas genéticamente en serie para su aplicación en reprogramación celular y terapias génicas. Estos avances parten del trabajo que Horna realizó durante su tesis en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y el Instituto Químico de Sarria (IQS) sobre superficies inteligentes y que fue publicado en la revista Advanced Healthcare Materials.Después la patente de esta tecnología se licenció en exclusiva a Aglaris Cell.
Células madre en bolsitas
“El proceso –indica– es el siguiente: antes del cultivo se obtienen células del propio paciente, por ejemplo, de la grasa a través de una liposucción y a continuación se extraen las células madre. El siguiente paso es inyectarlas en el biorreactor donde se cultivarán y se amplificarán. El producto final son las células envasadas en una bolsita”
El dispositivo logra una mayor cantidad de células y de mucha más calidad que si se hubiera hecho un cultivo manual, ya que no hay que usar tripsina. “Cuidamos mucho más la célula y la calidad del cultivo; por ello, el medicamento ‘vivo’ resultante podrá ser muy superior. Estos cultivos se utilizan en terapias en medicina regenerativa y la calidad de la célula es tremendamente importante”.
Para el cofundador, este avance será “tremendamente positivo en terapias celulares, ya que aparte de simplificar el proceso, permite repetirlo y hacerlo en serie. Así, los lotes podrán ser los mismos durante el tratamiento, lo cual hará que el tratamiento mejore, y habrá menor riesgo de contaminación”.
David
Horna explica que los cultivos celulares se hacen normalmente en
campanas de flujo laminar y que, aunque sean ambientes muy controlados,
siempre existe riesgo de contaminación, que se introduzca algún agente,
motas de polvo, etc. “En cambio, Aglaris Facer 1.0 está totalmente
cerrado y aislado del exterior”, subraya.
La firma está dando ahora los toques finales al prototipo “para
ponerlo bonito” antes de entrar en fase comercial. Además del apoyo
institucional e inversor británico, AglarisCell cuenta con asesoramiento
estratégico del gigante farmacéutico Merck que se ha interesado por el producto, indica Horna.
Consumibles de usar y tirar
El equipo tiene dos partes: la que en la firma llaman la parte ‘lista’, que es donde están todos los componentes de ingeniería, el ordenador, las válvulas, las bombas y los sensores; y la ‘tonta’, que lleva los consumibles. En esta segunda, que es como un cartucho desechable, es donde se hace el cultivo. “Es importante que esta parte sea de usar y tirar porque al trabajar con medicamentos ‘vivos’ hay que evitar las contaminaciones cruzadas”, dice el emprendedor.
“Esto nos da una grandísima ventaja porque, cambiando ese consumible, el equipo tiene múltiples funciones. Aparte del cartucho de cultivo, tenemos ya casi listo otro en el que se podrán modificar células, diferenciar o reprogramar. Se podrá jugar un poco con la biología”.
Según el directivo, los clientes potenciales de este sistema podrían ser firmas dedicadas a desarrollar terapias a partir de cultivo de células madre. En España, por ejemplo está Histocell, una spin off de la Universidad del País Vasco que produce cultivos para regeneración de hueso, curación de heridas y enfermedades inflamatorias. Otra es Cellerix, que se ha fusionado con la compañía belga TiGenix, que hace cultivos para reparar cartílago de rodilla y fistulas anales y tiene productos en fase clínica avanzada, muy próximos al mercado.
Además, se podría añadir cualquier usuario que utilice células, “ya que el Aglaris Facer 1.0 es un equipo de cultivo celular autónomo”, subraya Horna.
La firma está ahora en conversaciones con un hospital madrileño, cuyo nombre aún no puede revelar, para realizar un estudio conjunto y publicarlo en una revista científica.
Consumibles de usar y tirar
El equipo tiene dos partes: la que en la firma llaman la parte ‘lista’, que es donde están todos los componentes de ingeniería, el ordenador, las válvulas, las bombas y los sensores; y la ‘tonta’, que lleva los consumibles. En esta segunda, que es como un cartucho desechable, es donde se hace el cultivo. “Es importante que esta parte sea de usar y tirar porque al trabajar con medicamentos ‘vivos’ hay que evitar las contaminaciones cruzadas”, dice el emprendedor.
“Esto nos da una grandísima ventaja porque, cambiando ese consumible, el equipo tiene múltiples funciones. Aparte del cartucho de cultivo, tenemos ya casi listo otro en el que se podrán modificar células, diferenciar o reprogramar. Se podrá jugar un poco con la biología”.
Según el directivo, los clientes potenciales de este sistema podrían ser firmas dedicadas a desarrollar terapias a partir de cultivo de células madre. En España, por ejemplo está Histocell, una spin off de la Universidad del País Vasco que produce cultivos para regeneración de hueso, curación de heridas y enfermedades inflamatorias. Otra es Cellerix, que se ha fusionado con la compañía belga TiGenix, que hace cultivos para reparar cartílago de rodilla y fistulas anales y tiene productos en fase clínica avanzada, muy próximos al mercado.
Además, se podría añadir cualquier usuario que utilice células, “ya que el Aglaris Facer 1.0 es un equipo de cultivo celular autónomo”, subraya Horna.
La firma está ahora en conversaciones con un hospital madrileño, cuyo nombre aún no puede revelar, para realizar un estudio conjunto y publicarlo en una revista científica.
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