23 sept 2009

'La mecánica del corazón' Una novela-disco y... película

Mathias Malzieu (Montpellier, 1974), es un tipo particular; pelirrojo y de pequeña estatura, propietario de una mirada clara, casi ingenua. Músico, compositor, cineasta..., su novela La mecánica del corazón (Reservoir Books) se ha convertido en un fenómeno editorial en Francia, donde ha superado la cifra de los 150.000 ejemplares vendidos. Este relato gótico, en el que unos ven reflejos de Tim Burton y otros de Lewis Carroll, pero a cuya originalidad le sobran las referencias, tiene también la forma de un álbum del grupo que lidera, Dionisos, en el que cada canción es un capítulo; y está a punto de ser una película de animación realizada con Luc Besson. De momento, recién llegado a las estanterías españolas promete convertirse en uno de los libros más cautivadores de la temporada.


Con abuelo andaluz, no es extraño que Malzieu acabara enamorándose de Olivia Ruiz, una de las mujeres más interesantes de la actual canción francesa, también descendiente de españoles, a la que, naturalmente, produjo su último álbum Cali. La mecánica del corazón que corrobora esta querencia por el otro lado de los Pirineos. El protagonista, Jack, un adolescente nacido "la noche más fría de la historia" en Edimburgo, al que una maga-comadrona le coloca en el pecho un reloj de cuco para reparar su corazón maltrecho, se lanza a un viaje hacia el sur, hasta llegar a Granada, en pos de Miss Acacia, una bailarina y cantante miope de la que está locamente enamorado. "Un viaje iniciático", en opinión de su autor, "aunque en realidad, incluso si la acción no se mueve, todos mis libros son viajes iniciáticos y todos van del frío al calor".

Sus personajes se mueven en un mundo mágico y fantástico que, sin embargo Malzieu consigue que aceptemos, desde la primera página, no solo como posible, sino también como real. "Es precisamente esto lo que me fascina, este ejercicio de equilibro para conectar lo imaginario y lo real, entre el primer y el segundo grado, entre el adulto y el niño. Quedarse en uno u otro lado es frustrante. Lo que me gusta, no solo en mis libros, también en mi música e incluso en la gente que me rodea, es permanecer en la pasarela entre las dos orillas, mantener el equilibrio entre ambos y poder entrar y salir de un lado y otro".

Tal vez por eso le fastidian los "artistas" que están siempre en el borde del delirio. Prefiere a los que "consiguen trascender y volver a tierra, salir y entrar, porque son quienes realmente conducen sus vidas y sus relaciones con los demás". Y sugiere como modelo a Charlie Chaplin. "El gran dictador tiene exactamente esta combinación, aborda una cuestión política pero en su interior hay una enorme dosis de poesía, de delirio", explica. "La escena famosa en la que el micrófono sigue sus movimientos o cuando juega con la bola del mundo, es eso, pero Chaplin permanece conectado todo el tiempo a su historia. Este es mi modelo".

Se mueve en todas las disciplinas: canta, actúa, compone, escribe, hace cine y parece gestionar sin problemas estos constantes viajes entre mundos tan diversos. "Artísticamente es muy simple, exige trabajo", zanja, "pero es posible porque las conexiones son muy naturales; me apasiona por igual el cine que la literatura. Adoro a gente como Tarantino o Jarmusch porque otorgan a la música un papel de narrador omnisciente, como sucedía con las películas de Sergio Leone y la música de Ennio Morricone. Para ellos la música es un personaje. Por eso siempre he intentado meter cine en mis canciones". Le halaga que le comparen con Tim Burton -"soy un fan suyo", reconoce-, pero reivindica un mundo propio, aunque espera con ansia el estreno de la versión de Alicia en el país de las maravillas.

¿Y la literatura? Porque su escritura no es la de un aficionado, sino la de un escritor. "Los libros son mis compañeros, son un regalo", asegura, "pero mi cultura literaria nace de hacer espeleología en las librerías, lo que no quiere decir que haya leído todos los clásicos; tengo una cultura general correcta, pero no exhaustiva, aunque hay tantas cosas que me gustan que me alimento con pasión".

A Malzieu le gusta compartir su mundo con los que él llama sus "primos telepáticos", que leen sus libros, escuchan sus discos o van a sus conciertos. Gente desconocida "con quienes se producen conexiones intensas". Y se pone a sí mismo como ejemplo de esta actitud. "Tengo relaciones muy intensas con gente a la que no tengo el deseo de conocer. Hace poco fui a ver a Nick Cave, a quien admiro. Vi el concierto pero no le fui a saludar; no sentí la necesidad de acercarme solo para decirle que me gustaba su música y que yo también era un músico, sé lo que es un concierto y lo que es encontrarte a otro tipo más que no conoces, en realidad era otro primo que lanzó su mensaje, su botella al mar y que yo recogí".



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