Se llama Cliff, tiene dos años de vida, y puede detectar una infección intestinal más rápido que cualquier médico del mundo. Así lo ha demostrado un estudio que ha puesto a prueba la capacidad de los perros para olfatear pacientes infectados con Clostridium difficile.
Esta bacteria es la causa de infección intestinal más común en muchos hospitales y, si no es detectada a tiempo, puede ser un problema muy serio dada su gran capacidad para transmitirse entre pacientes y su creciente resistencia a algunos fármacos. La infección es más común en personas de edad avanzada que están tomando antibióticos y sus síntomas van de una diarrea sin complicaciones a inflamaciones intesinales que pueden causar la muerte.
Los métodos actuales para detectar una infección y confirmarla pueden llevar varios días. Esto retrasa el tratamiento y aumenta las probabilidades de que la C. difficile se expanda por las salas del centro sanitario. Un equipo de médicos y adiestradores caninos de Holanda decidió probar un nuevo método de alarma ante la aparición de la bacteria.
Estudios anteriores habían demostrado que las heces de los pacientes infectados tienen un olor característico y que parte del personal médico de un hospital es capaz de identificarlo, aunque con un margen de error considerable. Los perros, con un olfato 100 veces más fino que el de los humanos, podrían ser la clave para desarrollar un nuevo método de detección fiable. De hecho, ya se ha demostrado que los canes pueden olfatear la presencia de varios tipos de cáncer en personas.
El equipo holandés adiestró durante dos meses a Cliff para olfatear muestras de heces de pacientes. Cuando una muestra era positiva, este beagle debía sentarse o tumbarse. De las 100 muestras que olfateó (50 positivas y tantas otras negativas) el can acertó todas las positivas y 47 negativas. Después llegó el más difícil todavía.
Los investigadores llevaron a Cliff al Hospital de la Universidad Libre y al Hospital San Lucas Andreas, ambos en Ámsterdam. El perro debía pasear por las salas, olfatear a los pacientes e indicar cuáles estaban infectados. En esta modalidad Cliff acertó 25 de 30 casos positivos y 265 de 270 negativos, un 83% y 98% de efectividad, respectivamente, según los resultados de un estudio que se publica hoy en la revista British Medical Journal.
Un estudio con limitaciones
El trabajo, dicen sus autores, demuestra que la detección “inmediata” de C. difficile usando un perro y muestras de heces es posible y que lo mismo puede ser cierto para la detección directa. “Este hallazgo puede tener un gran potencial para la búsqueda de infecciones por C. difficile en centros sanitarios y prevenir brotes de enfermedad”, resaltan.
Sin embargo, son varias las limitaciones de este trabajo, según reconocen sus propios autores. La primera es que la técnica se ha puesto a prueba con una muestra de enfermos “pequeña”, lo que limita su representatividad. Más aún, sólo se usó un perro y un adiestrador, lo que hace posible que la sorprendente capacidad de detección de infecciones no sea repliclable por otras parejas de perro y adiestrador.
Los autores dicen que hacen falta más estudios sobre el tema pero que la forma de poner en práctica estos hallazgos sería sencilla: varias rondas semanales de vigilancia por las salas del hospital. Pero esta propuesta también se topa con un escollo: el perro puede ser una fuente de microbios e infecciones peligrosas en el entorno hospitalario.
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