El hobby de Adam Cudworth es lanzar globos para fotografiar la Tierra desde las alturas. Va por su quinta «misión». Su última sonda alcanzó los 33.592 metros de altura, viajó más de 50 kilómetros y tomó imágenes nítidas desde la estratosfera. Tuvo que invertir, dice, «unas 200 libras» —en torno a 250 euros— y «un par de días de trabajo».
Los cacharros que Adam Cudworth envía a la estratosfera se denominan HABE (High Altitude Balloon Experiment). Los prepara y los envía al cielo desde hace un año. «El primero lo lancé el verano pasado», explica, «aunque la cámara de fotos falló por unos cambios de última hora que hice en su software».
La motivación le llegó de internet. Hace dos años se publicaron en la red las fotos de un experimento parecido y él se propuso repetirlo —y mejorar, sobre todo, la faceta fotográfica—. Aun así cada uno de sus HABE ha sido más ambicioso que el anterior. «Al cuarto le instalé placas solares para ver si sería posible realizar experimentos de más duración», dice Cudworth. También ha incorporado sensores de temperatura. «La más baja que he registrado es -63 ºC», afirma. El último montaba una cámara de fotos de segunda mano y una cámara de vídeo que registraba más parámetros y que le regaló GoBandit.
Sus sondas, que viajan gracias un globo relleno de helio, ascienden hasta que éste revienta. «Unas tres horas desde el despegue hasta el aterrizaje», explica cuando se refiere a la última (HABE 5). «La propia explosión activa la apertura del paracaídas», comenta el joven. La altitud que pueden alcanzar sus sondas depende sobre todo del peso de la carga útil. «El límite con helio está en torno a los 38 kilómetros de altura», dice.
Tres veces más alto que un avión comercial
Los aviones comerciales no suelen volar por encima de los 12.000 metros sobre el nivel del mar, por lo que su HABE 5 casi triplicó el techo operativo de estos. Hasta tiene que solicitar permiso a Aviación Civil antes de sus lanzamientos. «Con los globos no te ponen problemas», asegura Cudworth, «el riesgo de que ocurra cualquier cosa es mínimo».
Más difícil le está resultando conseguir la autorización para su próximo proyecto. «Un sistema de retorno autónomo por planeo», explica el joven. Quiere que su próxima sonda vuelva al lugar de lanzamiento y no tener que ir a buscarla —HABE 5 aterrizó a 50 kilómetros de distancia, y se siguió su rastro a través de una radiobaliza—.
Espera tener su HABE 6 listo para «comienzos del año que viene». De funcionar el sistema de guiado autónomo para el retorno, sería la primera vez —en el mundo de los aficionados, se supone—. «Otros lo han intentado antes, pero nunca ha funcionado», afirma el británico. Además de intentar convencer a Aviación Civil asegura que aún le queda «mucho trabajo por delante».
«Rockoon»
Adam Cudworth no es el único aficionado a jugar en la estratosfera. Forma parte de la UKHAS, la Sociedad Británica de la Gran Altitud. Una comunidad activa de «lanzadores de globos» —y alguna que otra cosa— en la que comparten experiencias e ideas para el desarrollo de sus sondas.
El consenso general —y la Federación Aeronáutica Internacional— sitúa en torno a los 100 kilómetros de altura el límite del espacio. Adam Cudworth tiene en mente un proyecto que acerque aún más sus sondas a esa frontera invisible. «También tengo en mente usar un rockoon», dice. Es una palabra que nace de unir «rocket» —cohete— y «balloon» —globo—. «Si lanzas un pequeño cohete desde un globo a gran altitud puedes llegar muy lejos con poca potencia», explica.
Tiene 19 años, estudia económicas en la universidad de Nottingham y su afición es lanzar baratos globos a la estratosfera. Porque a veces la imaginación y el ingenio llegan más lejos que el dinero.
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario