La fibra de caseína empieza a ponerse de moda. Elaborado con materiales cien por cien naturales, este tejido puede convertirse en el nuevo aliado de las marcas que quieren venderse como sostenibles. Pero sólo si se hace con leche no apta para el consumo.
Anke Domaske, fundadora y directora general de la empresa alemana Qmilk, se le ocurrió la idea de producir fibra textil de leche no apta para el consumo humano cuando a su padrastro, afectado por un cáncer, le diagnosticaron una alergia textil. Ella y su familia se pusieron a buscar ropa para él libre de sustancias químicas y no tuvieron suerte, ya que «incluso las fibras naturales son tratadas con pesticidas que en la actualidad no pueden eliminarse completamente», asegura Domaske. Es entonces cuando, hartos de buscar, «pensamos en que debía de haber una manera de producir un producto natural, tan natural como la leche», añade.
Dicho y hecho. Pusieron en marcha Qmilk, una compañía que ya cuenta con una línea pequeña de producción en Bremen que produce fibra textil de la caseína, una proteína de la leche, y cuyo aspecto es parecido «a la seda», afirma la fundadora de Qmilk. «No es una planta de producción todavía, ya que únicamente fabricaremos 1.000 toneladas en 2013», explica Domaske. Pero sin duda es todo un hito.
Una idea del siglo XX
Aunque, por muy extraño que parezca, no es la primera vez que se produce fibra textil de esta proteína, que, junto con otros componentes, forma la cuajada que se emplea para fabricar queso, por ejemplo. De hecho, la idea surgió en la década de los años 30. Los alemanes descubrieron que la proteína de la leche tenía el potencial de ser hilada en una fibra. Pero, como explica Anke Domaske, «la hicieron con formaldehído», un compuesto químico que se utiliza en tintes de tejidos, para fabricar seda artificial e incluso como fungicida, y que a personas sensibles a la química puede dar reacciones alérgicas.
«En los últimos años –continúa la fundadora–, los fabricantes chinos sustituyeron formaldehído por acrílico, haciendo una polimerización de 75 por ciento acrílico y sólo un 25 por ciento de caseína. Este proceso necesita 60 horas y consume muchos recursos. Sin embargo, para elaborar nuestra fibra consumimos menos agua y menos energía». También, por cierto, produce fibra textil de leche la empresa italiana Filati Maclodio.
Menos agua que otras fibras
En concreto, «nuestro consumo de energía para la elaboración de la fibra es bajo, ya que todo se produce a 80 ºC y consumimos un máximo de dos litros de agua para producir un metro de fibra. En total, necesitamos aproximadamente seis litros de leche para hacer un metro de tela», precisa. Y la venden al peso, «un kilo de esta fibra textil elaborada con leche y otros recursos naturales, libre de químicos, cuesta 25 euros», añade.
Para producir la fibra textil, utilizan leche en mal estado. También separamos las proteínas de la leche del suero. Es entonces cuando la leche se queda agria. Otra opción puede ser por filtración. En cualquier caso, «sólo utilizamos la leche que no puede ser utilizada como alimento», asegura. Para producir la fibra, cuando la leche se queda agria, secan el «requesón» y extraen las proteínas en forma de polvo. Después, este polvo se añade a una máquina que funciona como la trituradora de carne picada. Entonces se añade agua y se amasa la mezcla. Por último, se pasa por una paca con muchos agujeros pequeños por donde se empuja la masa obtenida y se obtiene la fibra final», detalla Domaske.
¿Y los alérgicos a la caseína?
Ahora bien, si este tipo de fibra completamente natural es una opción para aquellos que sufren algún tipo de alergia a componentes sintéticos, lo cierto es que también podría derivar en algún tipo de reacción en las personas intolerantes a las proteínas de la leche.
Javier Subiza, uno de los mayores especialistas en Alergología e Inmunología Clínica, explica que, «aunque no conocía la existencia de fibras textiles hechas con leche, si la prenda está elaborada con proteínas de la leche (como es este caso, por tener caseína) puede derivar en un cuadro de urticaria por contacto, sobre todo en niños pequeños de menos de cinco años». «Si bien –continúa– no se ha publicado ningún artículo que haga referencia a una reacción alérgica a fibras textiles elaboradas con caseína».
«Una reacción alérgica –prosigue el especialista en Alergología– puede ser por ingesta, contacto o inhalación. Por eso, cuando un niño pequeño es muy alérgico a la leche se dice a las madres que no la hiervan, ya que los aerosoles de la leche podrían dar lugar a ataques de asma. En caso de alergia por contacto, puede derivar en una urticaria. Si el contacto con la leche se da con los labios, por ejemplo, puede derivar en un angiodema». «Respecto a la fibra textil de caseína, al no haberse documentado ninguna reacción alérgica, ésta no debería producirse. Pero sería precavido y a un paciente con alergia extrema no le recomendaría utilizar este tipo de tejidos».
En definitiva, una fibra textil curiosa con la que es mejor prevenir y sostenible siempre que se haga con residuos o leche no apta para el consumo humano. De lo contrario, a pesar de estar hecha con productos cien por cien naturales y renovables, este «oro blanco» dejaría de ser tan «verde» como pretende.
El orégano reduce el metano de las vacas
De las vacas se obtiene la carne, la leche e incluso se puede hacer ropa con la caseína. Pero también emiten metano. Desde hace años los científicos vienen estudiando cómo lograr reducir las emisiones de estos rumiantes cambiando la dieta. Hace dos años, Alexander Hristov, especialista de nutrición lechera de la Universidad Estatal de Pensilvania (EE UU), demostró que añadir un suplemento de orégano en la alimentación de las vacas disminuía las emisiones de metano en un 40 por ciento, según informó en su día «ScienceDaily». Además, los experimentos llevados a cabo demostraron que este suplemento permitía a su vez incrementar la producción láctea, ya que la emisión de metano (fundamentalmente en forma de eructos) supone un gasto energético para estos rumiantes. En definitiva, el experto demostró que el orégano es muy eficaz y positivo para el medio ambiente y el bolsillo del ganadero. Otros expertos como Mike Abberton, del Instituto de Investigaciones Medioambientales de Aberystwyth (Gales, Reino Unido), consideró hace unos años que una forma para combatir el cambio climático sería añadir variedades de yerba para el forraje de las vacas que tengan mayores niveles de azúcar, como el trébol blanco. Un proyecto similar llevado a cabo en Nueva Zelanda indica que esos cambios en la dieta pueden reducir las emisiones de metano de las ovejas en un 50 por ciento.
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