11 nov 2009

Biobancos, muestras humanas para la investigación biomédica


El apoyo a la investigación básica se percibe desde hace varias décadas como una inversión a largo plazo porque sus resultados raramente encuentran una aplicación inmediata, como desearía la sociedad. Esto no se debe tanto a la limitación del conocimiento científico, sino más bien a que el esfuerzo realizado en la transferencia del conocimiento a la práctica diaria no es suficientemente intenso, eficiente y mantenido en el tiempo.

En los últimos años se han establecido estrategias para acelerar la traslación y aplicación de los resultados de la investigación básica al área biomédica y a la práctica clínica diaria. Destaca la promoción de la investigación traslacional, que incluye el proceso de transferencia de conocimientos y tecnología (diagnóstica o terapéutica) desde el laboratorio hasta la cabecera de la cama del enfermo y viceversa. En este momento, esta apuesta resulta especialmente urgente y relevante debido al incremento exponencial del conocimiento generado en campos como la bioquímica y la biología molecular, la genómica, proteómica, metabolómica y citómica. En el área biomédica, el investigador busca identificar qué factores genéticos, genómicos y fenotípicos están en el origen de todo tipo de enfermedades, cuyo desarrollo, curso clínico y respuesta al tratamiento dependen de interacciones entre factores genéticos y ambientales, modulados por el estilo de vida del individuo. Las plataformas tecnológicas son piezas clave para acelerar la transferencia de todo este conocimiento al cuidado de la salud del individuo y de la población.

¿Pero qué es un biobanco?

Los biobancos son establecimientos públicos o privados sin ánimo de lucro, en los que se custodian colecciones de muestras biológicas concebidas para fines de investigación biomédica; en ellos, las muestras contienen además información asociada relevante y se organizan con criterios de calidad, orden y destino. Hoy, los biobancos se han convertido en plataformas tecnológicas esenciales para el desarrollo de la investigación biomédica ya que proporcionan a los investigadores un gran número de muestras biológicas unidas a los datos (epidemiológicos, clínicos, genéticos, ambientales, de hábitos del donante, etcétera) que sean relevantes para el investigador.

Como reflejo de este interés, en los últimos años hemos asistido a un incremento notable de iniciativas en este campo que han conducido a la creación de biobancos y redes de biobancos progresivamente más avanzadas, complejas y sofisticadas, tanto en España como en el resto de Europa y otros países de nuestro entorno científico. Especial mención merece en nuestro medio la creación en 2003 del Banco Nacional de ADN, promovido por la Fundación Genoma España, así como los bancos de las redes de investigación promovidas por el Instituto de Salud Carlos III (por ejemplo, el programa de bancos de tumores de la Red Temática de Investigación Cooperativa en Cáncer), refrendadas en 2009 por el impulso del Gobierno (a través del Ministerio de Ciencia e Innovación) a la transformación del Banco Nacional de ADN en Centro de Recursos Biológicos y a la creación de una red de biobancos hospitalarios, respectivamente.

En España, los ciudadanos (pacientes y donantes potenciales) confían en la investigación biomédica, una de las profesiones más valoradas en las encuestas de opinión. La generosidad y solidaridad de la población, junto a una mayor educación sanitaria y la garantía del cumplimiento de los estándares éticos, posibilitan que el ciudadano comprenda y asuma la naturaleza de la investigación biomédica y acepte cada vez más fácilmente donar sus muestras para un biobanco. Así, los ciudadanos, informados adecuadamente, donan de forma consciente una parte de su cuerpo (la muestra biológica) e información sobre su persona, apoyando de forma imprescindible y decidida la investigación. Sin el donante y el apoyo de la sociedad, no existirían los biobancos.

Por eso los biobancos no custodian ni procesan muestras y datos asociados a las mismas para almacenarlos de forma indefinida, sino para ponerlos a disposición de los investigadores; por otra parte, el biobanco debe asegurar la utilización racional y eficiente de estos recursos, dentro de un marco ético y legal óptimo, a lo que le ayudan dos órganos consultivos externos (comité científico y ético); además, la actividad del biobanco debe ser evaluada. Esta es la manera en que el biobanco apoya la investigación de calidad. La noción de biobanco, por ello, va mucho más allá del concepto de un "repositorio de muestras" y habitualmente promueve interacciones extremadamente dinámicas entre grupos clínicos, preocupados por dar soluciones a los problemas que aquejan a sus pacientes, y grupos de investigadores (básicos, traslacionales y aplicados) que utilizan las muestras e información generada en torno a cada donante, para aportar respuestas a dichos problemas.

Es necesario definir de antemano los objetivos que debe cumplir cada biobanco. Por un lado, la puesta en marcha de un biobanco requiere una masa crítica científica en su entorno, que asegure la utilización eficiente de sus recursos y que ayude a definir el tipo de información y de muestras que se requerirán. Otro factor crítico es la planificación y disponibilidad de los recursos necesarios para el desarrollo y mantenimiento del biobanco en el cumplimiento de sus objetivos. Insistimos en la necesidad de planificación, ya que el diseño de un biobanco debe prever qué investigación se realizará una vez transcurrido algún tiempo desde su creación y qué necesidades metodológicas y tecnológicas se derivarán de los problemas candentes en ese momento. Por ello conviene asociar los biobancos a otras plataformas que contribuyan a impulsar la innovación tecnológica. De la planificación y apuestas concretas que las instituciones están realizando en estos momentos, dependerá en el futuro gran parte del éxito de los biobancos en el apoyo de la investigación y de su traslación a la práctica, cubriendo las expectativas de la sociedad en general, y de los donantes e investigadores en particular.


Alberto Orfao es director del Banco Nacional de ADN e investigador principal del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca; Enrique de Álava es coordinador del programa de Banco de Tumores de la RTICC e investigador principal del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca




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