El acelerador de partículas que hoy se inaugura en Barcelona funciona como un grandioso microscopio para observar la estructura de la materia.
El nuevo Sincrotrón Alba, un acelerador de partículas capaz de observar estructuras moleculares como si fuera un grandioso microscopio, ha sido inaugurado esta tarde en el parque tecnológico de Cerdanyola de Vallés (Barcelona) por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. Se trata de una impresionante infraestructura en forma de hélice plateada que ha costado más de 200 millones de euros. Algunos ya la denominan la «Fórmula 1» de la ciencia. Pero, ¿para qué sirve? Más modesto y con funciones diferentes a las de su hermano mayor, el LHC de Ginebra, que pretende recrear en laboratorio los momentos que sucedieron al Big Bang y desentrañar los orígenes del Universo, el Sincrotrón producirá un haz de luz microscópico de gran intensidad para conocer las estructuras moleculares de la materia, como si creáramos un puzzle con millones de piezas diminutas que pudiéramos identificar una a una. Su trabajo tendrá las más diversas aplicaciones, desde la genética y la paleontología, a la química y la industria farmacéutica.
El Alba es un sincrotrón de última hornada, al mismo nivel que sus gemelos de Diamond (Reino Unido) o Soleis (Francia). De una tecnología muy avanzada, su director científico, Salvador Ferrer, asegura que supone «una herramienta básica en un país industrializado, tanto como los rayos X en un hospital». Funciona de la siguiente forma: los electrones se mueven a través de un cañón y se aceleran con campos eléctricos, primero en un acelerador lineal y después en otro circular. Como si fuera un tiovio, los electrones alcanzan la energía máxima de 3.000 millones de electrovoltios a una velocidad próxima a la de la luz (99,99). A partir de ahí se introducen en un anillo de almacenamiento, un tubo circular de unos 270 metros de perímetro donde se mantienen dando vueltas de forma constante.
La estructura de la materia
La luz generada, con una intensidad de onda que va desde los infrarrojos a los rayos X, se deriva hacia las direntes estaciones de trabajo donde se realizan las investigaciones. Así pueden obtener imágenes «radiográficas» (de una milésima por una milésima de milímetro de sección) y observar, por ejemplo, cristales o fósiles de ese tamaño.
La instalación permitirá conocer en profundidad la estructura de la materia, como los cristales de proteínas y macromoléculas, líneas de trabajo, por ejemplo, del último Premio Nobel de Química, y avanzar en campos científicos muy variados. Así, se podrán ver las células en tres dimensiones, analizar las estructuras moleculares de un fósil, conocer la contaminación del suelo o del aire de una forma hasta ahora imposible, etc. También tendrá aplicaciones «sorprendentes y desconocidas» en el ámbito de la pintura y la industria cosmética.
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