Unos 13 millones de turistas pagaron el año pasado por observar cetáceos. Un estudio calcula que el sector movió en 2009 más de 1.700 millones de euros y subraya que se pueden obtener más beneficios de estos mamíferos "sin matarlos"
El capitán del barco sonríe. Un turista alemán acaba de relatar cómo devoró un "delicioso" sashimi de ballena con té de jengibre en un restaurante de Reikiavik y ahora maldice su suerte porque ha pagado 60 euros para avistar rorcuales y, tras dos horas de ruta, no aparecen. Dice el Gobierno islandés que "hay esperanzas de que la caza de ballenas y el turismo de avistamiento puedan coexistir", pero Thórunn Hardardóttir, la dueña del barco, no tiene ninguna. Las ballenas no pueden estar a la vez en el estómago y en el océano.
Hardardóttir es hija del fundador de North Sailing, una empresa que comenzó en 1995 a llevar turistas al mar en busca de ballenas desde Húsavík, un pequeño pueblo situado al borde del Círculo Polar Ártico. Su padre convirtió un viejo barco pesquero de madera de roble en una máquina de ganar dinero. Hace 15 años, 1.700 visitantes se subieron al velero. Hoy pasean a unos 40.000 turistas al año y han tenido que comprar otros cinco barcos. "Sabemos que la caza de ballenas tiene un efecto negativo para nosotros. Hemos visto que desde que la caza de rorcuales aliblancos comenzó en 2003, sólo los vemos en uno de cada dos viajes. Antes de 2003 los veíamos en el 90% de los tours", explica.
Caza sin control
Pero el Gobierno islandés mira para otro lado. Como quedó patente en la última reunión de la Comisión Ballenera Internacional, que tuvo lugar hace una semana en Agadir (Marruecos), seguirán cazando. Los tres países que actualmente se saltan la moratoria de caza comercial impuesta en 1986 Islandia, Japón y Noruega se negaron a volver al redil y someterse al control de la comisión. El año pasado arponearon 1.500 ballenas.
Los rorcuales aliblancos no se van a extinguir en el Atlántico Norte hay más de 100.000 ejemplares, pero puede que el Gobierno islandés se esté disparando a los pies. Un estudio presentado en Agadir mostró que 13 millones de turistas pagaron el año pasado por ver ballenas en alguno de los más de 100 países por los que pululan. El avistamiento de estos mamíferos marinos, conocido como whale watching, movió más de 1.700 millones de euros en 2009. "Esto demuestra que podemos tener nuestras ballenas y además beneficiarnos de ellas, sin matarlas", explicó uno de los autores del estudio, el investigador Rashid Sumaila, de la Universidad de British Columbia (Canadá). Su trabajo, publicado en la revista Marine Policy, predice un futuro boyante para el sector de las ballenas vivas: crecerá un 10% cada año si los arponeros lo permiten.
Japón, el país que más ballenas caza, y en aguas internacionales, es la mayor amenaza para el turismo ballenero. A comienzos de junio, el semanario británico The Sunday Times desveló que Japón había pagado vuelos, viajes, dinero en metálico e incluso prostitutas a los delegados de algunos pequeños países para que votaran en Agadir a favor de su propuesta de seguir capturando cetáceos. La mayor parte de los países rechazó en seguida las acusaciones, pero la investigación sirvió para revelar las sucias artimañas del Gobierno nipón.
"La caza de ballenas pertenece al pasado. Islandia debería concentrarse mejor en el whale watching como un negocio, porque se ha demostrado que es muy popular y próspero", opina Hardardóttir.
La manager de North Sailing recuerda una ocasión en la que detuvieron su barco frente a Húsavík en medio de una espesa niebla. Pararon el motor y sintieron un escalofrío. En medio del silencio se escuchaba el chorro de una ballena. Ahora teme que la mala gestión de su Gobierno acabe con todo. "Nos ha decepcionado mucho que la Comisión Ballenera Internacional no haya logrado una solución que beneficiaría a la conservación de las ballenas. Nosotros continuaremos protestando contra la caza en Islandia", anuncia.
"La caza no afecta al turismo"
No lo tienen fácil. Tres de cada cuatro islandeses apoyan la "caza sostenible" de ballenas, como la denomina el Gobierno. Un sondeo elaborado por la empresa demoscópica Gallup en 2009 mostró que el 77% de los encuestados no quiere que se cuelguen los arpones. Y los políticos que tratan de sacar al país de la bancarrota en la que cayó en 2008, tampoco. Un argumentario del Ministerio de Pesca y Agricultura rechaza que la caza de ballenas espante o afecte al turismo. "Las estadísticas muestran que el número de turistas ha aumentado al mismo tiempo que Islandia llevaba a cabo caza sostenible o científica de ballenas. Así que no se percibe un impacto negativo, parece que la caza no ha afectado al turismo en Islandia de ninguna manera".
En la isla nórdica no valen los argumentos de los ecologistas, como los de Luis Suárez, responsable del programa de Biodiversidad de WWF España. "La moratoria de la caza de las ballenas fue uno de los grandes hitos en la conservación de nuestros océanos, pero se trata de una decisión de hace 20 años. Ha llegado el momento de que la Comisión Ballenera Internacional vuelva a tomar decisiones determinantes para la conservación de los cetáceos y cierre esta triste etapa en la que cientos de ballenas son masacradas cada año", exigió el activista tras el fracaso de Agadir.
Las cifras que airea el Ministerio de Pesca islandés ridiculizan los temores de los ecologistas. La captura de 100 rorcuales aliblancos, la cuota que permite el Gobierno despreciando la moratoria, equivale a menos del 1% de la población de esta especie en aguas islandesas. Y la caza de 150 rorcuales comunes sólo es un mordisco del 0,73% a la población de estos mamíferos marinos en el Atlántico Norte central. "Las capturas son claramente sostenibles y consistentes con el principio de desarrollo sostenible", sentencia el ministerio.
Sin embargo, el rorcual común figura en la lista roja de especies amenazadas. "La mayor parte del declive global de la especie en las últimas tres generaciones es atribuible al declive en el hemisferio sur", admite la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que elabora la lista. El agujero negro para el rorcual común está miles de kilómetros al sur de Islandia, donde faenan los balleneros japoneses.
Acusaciones contra EEUU
El propio Ministerio de Pesca islandés acusa al resto de países balleneros de las posibles menguas en las poblaciones de estos animales. "Varios países capturan ballenas, incluso en una escala mucho mayor que Islandia. Estados Unidos, por ejemplo, tiene una cuota de cinco años para cazar 280 ballenas de Groenlandia, procedentes de una población de menos de 10.000 animales", señala el ministerio.
Mientras unos acusan a otros, el tour en el que iba el turista alemán acabó avistando cinco ballenas azules y una jorobada. Ni rastro de rorcuales aliblancos.
FUENTE:
http://www.publico.es/ciencias/325926/ballenas/valen/vivas/muertas
El capitán del barco sonríe. Un turista alemán acaba de relatar cómo devoró un "delicioso" sashimi de ballena con té de jengibre en un restaurante de Reikiavik y ahora maldice su suerte porque ha pagado 60 euros para avistar rorcuales y, tras dos horas de ruta, no aparecen. Dice el Gobierno islandés que "hay esperanzas de que la caza de ballenas y el turismo de avistamiento puedan coexistir", pero Thórunn Hardardóttir, la dueña del barco, no tiene ninguna. Las ballenas no pueden estar a la vez en el estómago y en el océano.
Hardardóttir es hija del fundador de North Sailing, una empresa que comenzó en 1995 a llevar turistas al mar en busca de ballenas desde Húsavík, un pequeño pueblo situado al borde del Círculo Polar Ártico. Su padre convirtió un viejo barco pesquero de madera de roble en una máquina de ganar dinero. Hace 15 años, 1.700 visitantes se subieron al velero. Hoy pasean a unos 40.000 turistas al año y han tenido que comprar otros cinco barcos. "Sabemos que la caza de ballenas tiene un efecto negativo para nosotros. Hemos visto que desde que la caza de rorcuales aliblancos comenzó en 2003, sólo los vemos en uno de cada dos viajes. Antes de 2003 los veíamos en el 90% de los tours", explica.
Caza sin control
Pero el Gobierno islandés mira para otro lado. Como quedó patente en la última reunión de la Comisión Ballenera Internacional, que tuvo lugar hace una semana en Agadir (Marruecos), seguirán cazando. Los tres países que actualmente se saltan la moratoria de caza comercial impuesta en 1986 Islandia, Japón y Noruega se negaron a volver al redil y someterse al control de la comisión. El año pasado arponearon 1.500 ballenas.
Los rorcuales aliblancos no se van a extinguir en el Atlántico Norte hay más de 100.000 ejemplares, pero puede que el Gobierno islandés se esté disparando a los pies. Un estudio presentado en Agadir mostró que 13 millones de turistas pagaron el año pasado por ver ballenas en alguno de los más de 100 países por los que pululan. El avistamiento de estos mamíferos marinos, conocido como whale watching, movió más de 1.700 millones de euros en 2009. "Esto demuestra que podemos tener nuestras ballenas y además beneficiarnos de ellas, sin matarlas", explicó uno de los autores del estudio, el investigador Rashid Sumaila, de la Universidad de British Columbia (Canadá). Su trabajo, publicado en la revista Marine Policy, predice un futuro boyante para el sector de las ballenas vivas: crecerá un 10% cada año si los arponeros lo permiten.
Japón, el país que más ballenas caza, y en aguas internacionales, es la mayor amenaza para el turismo ballenero. A comienzos de junio, el semanario británico The Sunday Times desveló que Japón había pagado vuelos, viajes, dinero en metálico e incluso prostitutas a los delegados de algunos pequeños países para que votaran en Agadir a favor de su propuesta de seguir capturando cetáceos. La mayor parte de los países rechazó en seguida las acusaciones, pero la investigación sirvió para revelar las sucias artimañas del Gobierno nipón.
"La caza de ballenas pertenece al pasado. Islandia debería concentrarse mejor en el whale watching como un negocio, porque se ha demostrado que es muy popular y próspero", opina Hardardóttir.
La manager de North Sailing recuerda una ocasión en la que detuvieron su barco frente a Húsavík en medio de una espesa niebla. Pararon el motor y sintieron un escalofrío. En medio del silencio se escuchaba el chorro de una ballena. Ahora teme que la mala gestión de su Gobierno acabe con todo. "Nos ha decepcionado mucho que la Comisión Ballenera Internacional no haya logrado una solución que beneficiaría a la conservación de las ballenas. Nosotros continuaremos protestando contra la caza en Islandia", anuncia.
"La caza no afecta al turismo"
No lo tienen fácil. Tres de cada cuatro islandeses apoyan la "caza sostenible" de ballenas, como la denomina el Gobierno. Un sondeo elaborado por la empresa demoscópica Gallup en 2009 mostró que el 77% de los encuestados no quiere que se cuelguen los arpones. Y los políticos que tratan de sacar al país de la bancarrota en la que cayó en 2008, tampoco. Un argumentario del Ministerio de Pesca y Agricultura rechaza que la caza de ballenas espante o afecte al turismo. "Las estadísticas muestran que el número de turistas ha aumentado al mismo tiempo que Islandia llevaba a cabo caza sostenible o científica de ballenas. Así que no se percibe un impacto negativo, parece que la caza no ha afectado al turismo en Islandia de ninguna manera".
En la isla nórdica no valen los argumentos de los ecologistas, como los de Luis Suárez, responsable del programa de Biodiversidad de WWF España. "La moratoria de la caza de las ballenas fue uno de los grandes hitos en la conservación de nuestros océanos, pero se trata de una decisión de hace 20 años. Ha llegado el momento de que la Comisión Ballenera Internacional vuelva a tomar decisiones determinantes para la conservación de los cetáceos y cierre esta triste etapa en la que cientos de ballenas son masacradas cada año", exigió el activista tras el fracaso de Agadir.
Las cifras que airea el Ministerio de Pesca islandés ridiculizan los temores de los ecologistas. La captura de 100 rorcuales aliblancos, la cuota que permite el Gobierno despreciando la moratoria, equivale a menos del 1% de la población de esta especie en aguas islandesas. Y la caza de 150 rorcuales comunes sólo es un mordisco del 0,73% a la población de estos mamíferos marinos en el Atlántico Norte central. "Las capturas son claramente sostenibles y consistentes con el principio de desarrollo sostenible", sentencia el ministerio.
Sin embargo, el rorcual común figura en la lista roja de especies amenazadas. "La mayor parte del declive global de la especie en las últimas tres generaciones es atribuible al declive en el hemisferio sur", admite la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que elabora la lista. El agujero negro para el rorcual común está miles de kilómetros al sur de Islandia, donde faenan los balleneros japoneses.
Acusaciones contra EEUU
El propio Ministerio de Pesca islandés acusa al resto de países balleneros de las posibles menguas en las poblaciones de estos animales. "Varios países capturan ballenas, incluso en una escala mucho mayor que Islandia. Estados Unidos, por ejemplo, tiene una cuota de cinco años para cazar 280 ballenas de Groenlandia, procedentes de una población de menos de 10.000 animales", señala el ministerio.
Mientras unos acusan a otros, el tour en el que iba el turista alemán acabó avistando cinco ballenas azules y una jorobada. Ni rastro de rorcuales aliblancos.
FUENTE:
http://www.publico.es/ciencias/325926/ballenas/valen/vivas/muertas
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