El neurocientífico Luis Miguel Martínez Otero nos ayuda a desentrañar la manera en que nuestro cerebro reinterpreta la realidad y nos explica algunas de las “ilusiones visuales” más conocidas.
“Si tuviéramos un cerebro que utilizase otra estrategia para entender el mundo, podríamos ver de forma muy diferente. Otros animales, por ejemplo, no caen en las mismas ilusiones que nosotros”. El neurocientífico Luis Miguel Martínez Otero, del Laboratorio Visual del Instituto de Neurociencias de Alicante, trabaja con ilusiones visuales para estudiar nuestra percepción. “Investigando estas ilusiones”, asegura, “comprendemos cuál es el mecanismo que el cerebro utiliza para interpretar el mundo”.
Objetos que flotan, imágenes estáticas que parecen moverse, líneas que desaparecen. Estos pequeños trucos son capaces de confundir a nuestro cerebro y hacernos percibir la realidad de una manera distorsionada. En el laboratorio de Martínez Otero estudian cómo funcionan estos trucos, escrutan los circuitos que van desde la retina hasta la corteza cerebral y trabajan con pintores y magos para analizar la manera en que ellos han aprendido a engañar al cerebro.
Juego de espejos
Pero, ¿realmente nos engaña el cerebro? A Martínez Otero no le gusta esta expresión tan común porque no es del todo correcta. “En realidad el cerebro acierta prácticamente siempre, es uno de los sistemas más fiables de detección de estímulos que conocemos. Lo que pasa es que recibe información que no es completa”.
Para empezar, explica el neurocientífico, el mundo se refleja en nuestra retina en dos dimensiones, así que el cerebro ya tiene que recrear una tercera dimensión. Además, la retina proporciona información “limitada” en origen, resaltando más algunos aspectos más que otros, como el borde, el color o la forma.
“El cerebro funciona de una manera estadística”, asegura, “no puede analizar toda la información de ahí fuera, ha aprendido a extraer lo más relevante en cada situación y, a partir de esos paquetes de información, extrapola y saca conclusiones”. En ocasiones, mientras interpreta esos datos en base a la experiencia, el cerebro “falla” y “la interpretación que hace no se corresponde con la realidad física de lo que hay ahí fuera”.
Así, por ejemplo, vemos un elemento estático que parece moverse, o dejamos de percibir el cambio cuando el conjunto de elementos se mueve. Muchos de estos procesos tienen una explicación neurológica que tienen su base en la percepción: el cilindro "mágico" parece moverse por que “el cerebro procesa los distintos colores a diferentes tiempos y lo interpreta como un movimiento relativo” y el movimiento silencia los cambios porque los receptores no tienen tiempo suficiente como para registrar las variaciones.
La explicación de algunos de estos efectos tiene un origen evolutivo, como los ojos de la chica que parecen dejar de mirarnos cuando volteamos el resto del cuerpo a modo de espejo. Nuestro sistema visual se ha especializado en reconocer caras y en identificar la dirección de la mirada estudiando la posición del blanco de los ojos. Y analiza los colores en términos relativos o da preferencia a los bordes frente a los cambios de tonalidad.
Para otros efectos, como veréis al final del vídeo que hemos elaborado con la ayuda de Martínez Otero, aún no se ha encontrado una explicación definitiva y los investigadores siguen tratando de encontrar de qué manera nos engañan los sentidos.
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