¿Cuál es su adicción? Muy pocas personas viven su vida sin utilizar ningún tipo de sustancias que altere su humor o su mente: desde las más “blandas” (café, alcohol o tabaco), a las ancestrales (hoja de coca) o las sintéticas. El uso de estimulantes es una constante de todas las sociedades y todas las épocas: una exposición en la Wellcome Collection de Londres repasa su historia.
¿Sabía que en las farmacias del siglo XIX era posible comprar opio, morfina y cocaína sin prescripción? En realidad, muchas de las sustancias que hoy son consideradas ilícitas, como la marihuana, la cocaína o la heroína proceden de plantas que se han utilizado con fines medicinales durante miles de años.
Al contrario de lo que pensamos, las drogas no pertenecen exclusivamente a nuestros días, sino que están enraizadas en el origen de casi todas la sociedades humanas: muy pocas personas o sociedades viven en el mundo sin ningún tipo de adicción.
Ahora, la exposición High Society de la Wellcome Collection de Londres (Reino Unido) recorre la historia universal del impulso humano por alterar la conciencia, sea con fines médicos, científicos, artísticos, religiosos o recreativos.
Cada día miles de personas toman un café en las terrazas europeas, esnifan cocaína en los suburbuios estadounidenses o gasolina en los barrios bajos aborígenes australianos, mascan nuez de areca en los mercados indonesios u hoja de coca en el interior de las montañas andinas, tragan pastillas de éxtasis en las discotecas de cualquier ciudad española o pastillas de opio en los desiertos de Rajastán, fuman yaba en discotecas tailandesas, hachís en los templos del Himalaya o tabaco en cualquier nación del planeta.
La sociedad occidental cuenta con drogas tan aceptadas (café, té, alcohol, pastillas para dormir) que ni siquiera las clasificamos como tales. Lo mismo ocurre en otras sociedades con costumbres ancestrales como las pipas de opio o el uso de la kava, sustancias que sólo recientemente han sido objeto de la legislación internacional.
Remedios para todo
High Society comienza mostrando la multitud de instrumentos destinados a consumir droga recogidos desde todas las partes del planeta (los más antiguos datan del año 2000 antes de Cristo) para entrar en la parte terapéutica, en la sala de la farmacia. Aquí se observan todas las medicinas de las farmacias del siglo XVIII, los pequeños frascos con marihuana, opio o morfina, los carteles comerciales para remedios contra la gripe… (Gripe Cordalis, Shenck’s Pulmonic Syrup, Glyco-heroin for cough).
Enmiendas que contaban con elementos altamente adictivos: el opio fue durante siglos el calmante del dolor más potente utilizado por los médicos de la época y a nadie le eran desconocidas sus propiedades adictivas.
La marihuana, por su parte, es conocida en Europa desde la época de los griegos y las hojas de coca se utilizaban en América del Sur antes de que los colonizadores españoles tocaran tierra firme.
Experiencias de primera mano
A pesar de los avances en el campo de la neurociencia y la bioquímica de receptores, todavía no contamos con un recuento objetivo o científicamente válido de la experiencia que tiene una persona al tomar una droga. Todo depende de testimonios individuales. Tampoco entendemos por qué la experiencia es tan distinta y varía tanto de una persona a otra.
Por esos muchos científicos han decidido experimentar en carne propia los beneficios y desventajas de utilizar la droga. Y descubrir, de primera mano, si se estaban perdiendo algo.
La exposición recorre igualmente el componente colectivo de las sustancias, -muchas veces las sustancias estimulantes se toman en compañía- y repasa la historia de la intoxicación colectiva, bien sea a través de las fiestas de amor libre de los hippies en los 60, las fiestas “rave” de los 80 o las costumbres de la etnia indígena de los Barasana en el Amazonas.
¿Tolerar el comercio de sustancias ilegales?
Esa es la pregunta formulada en la última parte de la exposición, una cuestión que no tiene una respuesta clara y en la que sorprende la capacidad para que sea el espectador el que tome sus propias conclusiones.
De momento, la legislación ha hecho poco por cambiar la situación actual. El negocio ilegal de las drogas sigue siendo gigante y colosal: después del tráfico de armas y del petróleo es la actividad que más dinero mueve en el mundo. Se estima que el mercado de la droga mueve al año 230 mil millones de euros.
El último gran póster de la exhibición, Painkillers, de David McCandless, es una infografía artística llena de datos: 150 mil millones de euros es el valor del comercio ilegal de drogas, el mundo gasta 72 mil millones de euros en café, 608 mil millones de euros en medicamentos y 460 mil millones en tabaco.
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