Un hombre se despierta sobresaltado por el sonido del teléfono. No reconoce la habitación en la que se encuentra, lo que resulta inquietante. Pronto se acuerda de que ha salido de viaje y está en una habitación de hotel. Para muchos resulta una experiencia momentáneamente angustiante, pero familiar, como la desorientación al salir del ascensor en un piso equivocado o la confusión al caminar por un pasillo erróneo en un gran edificio de oficinas.
En un artículo publicado en la revista Nature, investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología describen cómo el cerebro reacciona en situaciones como estas y cómo consigue «recuperar» la memoria. De esta forma, descubrieron que la memoria se divide en pequeños «paquetes» individuales. Cada uno de estos recuerdos se prolonga durante 125 milésimas de segundo, lo que significa que el cerebro puede recuperar ocho recuerdos distintos por segundo.
«El cerebro no se deja confundir», dice la investigadora May-Britt Moser. «Nunca confunde diferentes lugares y recuerdos a la vez, incluso aunque lo percibas de esa forma. Esto se debe a que los procesos que tienen lugar dentro de tu cabeza cuando tu cerebro está buscando un mapa de donde estás ocurren tan rápido que no te das cuenta. Cuando te sientes algo confundido, es porque hay una competición en tu cerebro entre dos recuerdos. O incluso más de dos», explica.
Ratas «teletransportadas»
Para llegar a esta conclusión, los investigadores monitorizaron cuidadosamente la actividad eléctrica en distintas partes del cerebro de unas ratas, mientras éstas exploraban unos laberintos. Para descubrir si el cerebro mezcla algunos recuerdos, los investigadores crearon una caja especial con la intención de confundir a sus cobayas. Los animales fueron entrenados durante un largo tiempo para creer que una iluminación distinta representa un lugar distinto. Al cambiar el esquema de iluminación de la caja, el cerebro de la rata cambiaba, confusa al creer que se encontraba repentinamente en otro lugar, como si hubiera sido teletransportada. Los roedores sentían la misma confusión que una persona siente repentinamente cuando no sabe dónde está.
«Pero el cerebro no mezclaba los recuerdos, iba y volvía entre dos de ellos, A y B, pero siempre optaba por uno o por el otro», dice la investigadora. «Estamos empezando a echar un vistazo a los contornos de los mecanismos que conforman el mundo de nuestros pensamientos», añade May-Britt Moser.
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