Aunque parezca mentira, la electricidad es todavía un lujo para muchos africanos. Un lujo que un grupo de jóvenes de Kibera –uno de los poblados chabolistas más miserables de África- quiere poner al alcance de todos. Empezando por mama Sarah, la famosa abuela africana del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Robert y sus amigos se dieron cuenta un día de que estaban hartos de ser pobres. Rondaban los veinte años, no tenían oficio ni beneficio y estaban cansados de ver que, a pesar de las tantas ONG que inundan el continente negro, la realidad que les rodeaba seguía siendo la de siempre: la pobreza más absoluta; la falta de cualquier infraestructura y servicio básico.
Ocho años después de aquella puesta en común, Robert Kheyi –de 29 años- lidera junto a sus amigos una organización de jóvenes en Kibera, en Nairobi, la capital de Kenia, cuyo propósito es hacer llegar energía solar, limpia y de calidad, a la gente con menos recursos del planeta.
La abuela de Obama
La primera en recibir las bondades del suministro a través de paneles solares fue la abuela del presidente Obama, que con 80 años le dio por primera vez a un interruptor. Fue en agosto del año pasado, cuando el ejército de voluntarios de Kibera llegó a Kogelo –el pueblo africano de Obama, cerca del lago Victoria- para instalar ocho grandes paneles solares en el tejado de la ilustre vecina, que –junto con la principal escuela de la zona- disfruta de luz limpia.
El producto estrella creado e ideado por el 'Programa para los jóvenes de Kibera' es una ligera lámpara portátil con autonomía de hasta seis horas. Es una herramienta pequeña, cómoda de usar y duradera. Su único problema: el precio. "Vendemos la unidad a 3.500 chelines kenianos, un coste todavía muy alto para el poder adquisitivo de la gente de Kibera", lamenta Robert Kheyi, quien se dispone a solucionar la pequeña dificultad instaurando un inaudito sistema de pago a plazos, algo muy poco común en África.
"Empezamos teniendo todos algo en común: habíamos abandonado la escuela, pero no por falta de talento. Unos no tenían dinero para pagar las tasas escolares, otros se habían quedado huérfanos y tenían que encargarse de cuidar y alimentar a sus hermanos", cuenta Robert Kheyi desde el pequeño y humilde taller ahora convertido en una planta de ensamblaje de lámparas solares.
Cursos gratuitos
"Queríamos organizarnos, hacer algo, pero nos negábamos a aceptar la ayuda de ONG o a pedir caridad. Fue ahí donde nació la idea de empezar con energía solar, una inversión de futuro". Inversión de futuro que sin duda pocos se imaginan lo útil que es en el África pobre y rural. Hoy, casi una década después, Robert Kheyi recibe a ELMUNDO.es en su humilde despacho hecho de hojalata y sin agua corriente. Pero con energía limpia.
Actualmente, la organización da formación a jóvenes que, como los fundadores, tenían muchas ganas y pocos recursos. "Un curso de seis meses en energía solar cuesta fácilmente unos 1.500 dólares [1.000 euros]. Aquí lo damos gratis." De momento, los jóvenes están en período de formación, pero dentro de muy poco serán estos pioneros los que den ejemplo.
Además de ser un proyecto social y novedoso, el taller de lámparas solares es una solución perfecta en un mundo necesitado de remedios contra los efectos del cambio climático. En las ciudades africanas el queroseno es el principal combustible para generar energía. En las áreas rurales africanas, lo sustituye el carbón. En ambos casos, perjudicial para la salud y, también, para el medio ambiente. Un trabajo y esfuerzo que desde 2005 han venido reconociendo diversas instituciones por la promoción de la energía limpia en Sudáfrica, Suiza y Reino Unido, y que demuestra que con ingenio todo se puede.
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