Un equipo de científicos presenta hoy la que, aseguran, es "la primera evidencia" de que las plantas transgénicas se escapan de los cultivos y se asientan en el medio natural en el primer productor de organismos modificados genéticamente del mundo, EEUU. Si se confirman los datos, recibidos con escepticismo por la comunidad científica, se convertirían en munición para las organizaciones antitransgénicos en su batalla contra las multinacionales que dominan el mercado, como Monsanto.
Los científicos, entre los que se encuentran dos miembros de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, recorrieron durante el mes de julio unos 5.400 kilómetros de carreteras en Dakota del Norte, recogiendo muestras de colza silvestre en las cunetas. En este estado se encuentra la mayor parte de las más de 600.000 hectáreas de colza cultivadas en EEUU. Y más del 90% son variedades cuyos genes han sido modificados para que sean resistentes a los herbicidas. Según los investigadores, que anuncian hoy sus conclusiones en Pittsburgh en el congreso anual de la Sociedad de Ecología de EEUU, de las 406 plantas silvestres recolectadas, 347 presentan genes de resistencia a los herbicidas. Más del 86% posee en su genoma contaminación genética procedente de los vecinos cultivos de colza transgénica.
En España, donde está prohibido el cultivo de esta especie modificada genéticamente, empleada para elaborar aceite o para fabricar biocombustibles, sí está permitida su importación desde EEUU. La colza transgénica ha superado todas las evaluaciones sobre sus posibles efectos sobre la salud o el medio ambiente.
Llamada a la cautela
"También encontramos dos muestras silvestres en las que había varios transgenes [los genes incorporados a las plantas transgénicas] acumulados en un solo ejemplar", ha explicado en un comunicado una de las responsables del estudio, Cynthia Sagers, de la Universidad de Arkansas. "No se ha comercializado todavía ninguna variedad con varios genes incorporados, así que este hallazgo sugiere que las poblaciones asilvestradas se están reproduciendo y se han establecido fuera de los cultivos", añade. A su juicio, "estas observaciones tienen importantes implicaciones para la ecología y la gestión de especies nativas y malas hierbas, además de para la gestión de los transgénicos en EEUU".
Pese al alarmismo de sus conclusiones, los investigadores consultados piden cautela. De entrada, el estudio aún no se ha publicado en una revista científica, un requisito esencial para que los expertos puedan aceptar los datos y discutirlos. "En los congresos se dicen 300.000 cosas, hay que esperar a que se publique en una revista científica", cree el investigador del CSIC Pere Puigdomènech, miembro del Grupo Europeo de Ética de las Ciencias y Nuevas Tecnologías durante casi una década.
En su opinión, la colza es "un caso muy específico". A diferencia de otras especies, como el maíz, hay muchas plantas silvestres similares con las que se puede cruzar. En EEUU, la colza hibrida de manera espontánea con una decena de especies nativas o naturalizadas. La contaminación genética es sencilla. "Si hay una especie en la que es esperable ver estos resultados, es esta", afirma el investigador.
Sin embargo, Puigdomènech asegura que, si se confirma que el estudio científico es riguroso y los genes de las plantas transgénicas han saltado la valla de los cultivos, los genes "están destinados a desaparecer al cabo de un cierto tiempo, porque estas plantas silvestres resistentes a los herbicidas no tendrían ninguna ventaja sobre las demás, porque no reciben herbicidas". La fuga no supondría en ningún caso un riesgo para la salud. En España, se permite un 0,9% de maíz transgénico en el maíz no modificado, porque la contaminación genética entre cultivos es habitual.
La anunciada hoy no es la primera demostración de fugas en los cultivos de colza transgénica. En 2008, científicos canadienses de la Universidad de Manitoba publicaron en la revista Weed Science la primera evidencia de que el flujo genético provocaba la acumulación de resistencias a diferentes herbicidas, procedentes de diferentes cultivos transgénicos, en los mismos ejemplares de colza escapados de las fincas. Y en 2009, en Japón, un equipo de la Universidad de Yokkaichi constató que la colza transgénica se había extendido accidentalmente alrededor de los 13 puertos a los que llegan las importaciones de este producto con destino a las fábricas de aceite. El estudio intentaba mostrar "la importancia de otro camino de transferencia de genes modificados a especies emparentadas y no transgénicas a través del transporte de semillas".
La amenaza es "un mito"
La compañía estadounidense Monsanto, que controla el mercado mundial de semillas transgénicas, es propietaria de la patente de algunas de las variedades de colza que han escapado de los cultivos. La multinacional considera que la creencia de que el flujo genético de los cultivos biotecnológicos amenaza la biodiversidad es "un mito".
Según la multinacional, "un estudio de diez años de duración llevado a cabo por un respetado ecologista británico encontró que los cultivos biotecnológicos resistentes a los herbicidas no sobreviven bien en un entorno natural y no es probable que puedan invadir otros hábitats que no sean cultivos de plantas de peor calidad". Además, "las plantas no mostraron capacidad de reproducción autónoma, ni de automantenimiento y no se extendieron en el área circundante". El estudio que se presenta hoy, no obstante, sí ha observado que las poblaciones asilvestradas se han reproducido.
Los científicos, entre los que se encuentran dos miembros de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, recorrieron durante el mes de julio unos 5.400 kilómetros de carreteras en Dakota del Norte, recogiendo muestras de colza silvestre en las cunetas. En este estado se encuentra la mayor parte de las más de 600.000 hectáreas de colza cultivadas en EEUU. Y más del 90% son variedades cuyos genes han sido modificados para que sean resistentes a los herbicidas. Según los investigadores, que anuncian hoy sus conclusiones en Pittsburgh en el congreso anual de la Sociedad de Ecología de EEUU, de las 406 plantas silvestres recolectadas, 347 presentan genes de resistencia a los herbicidas. Más del 86% posee en su genoma contaminación genética procedente de los vecinos cultivos de colza transgénica.
En España, donde está prohibido el cultivo de esta especie modificada genéticamente, empleada para elaborar aceite o para fabricar biocombustibles, sí está permitida su importación desde EEUU. La colza transgénica ha superado todas las evaluaciones sobre sus posibles efectos sobre la salud o el medio ambiente.
Llamada a la cautela
"También encontramos dos muestras silvestres en las que había varios transgenes [los genes incorporados a las plantas transgénicas] acumulados en un solo ejemplar", ha explicado en un comunicado una de las responsables del estudio, Cynthia Sagers, de la Universidad de Arkansas. "No se ha comercializado todavía ninguna variedad con varios genes incorporados, así que este hallazgo sugiere que las poblaciones asilvestradas se están reproduciendo y se han establecido fuera de los cultivos", añade. A su juicio, "estas observaciones tienen importantes implicaciones para la ecología y la gestión de especies nativas y malas hierbas, además de para la gestión de los transgénicos en EEUU".
Pese al alarmismo de sus conclusiones, los investigadores consultados piden cautela. De entrada, el estudio aún no se ha publicado en una revista científica, un requisito esencial para que los expertos puedan aceptar los datos y discutirlos. "En los congresos se dicen 300.000 cosas, hay que esperar a que se publique en una revista científica", cree el investigador del CSIC Pere Puigdomènech, miembro del Grupo Europeo de Ética de las Ciencias y Nuevas Tecnologías durante casi una década.
En su opinión, la colza es "un caso muy específico". A diferencia de otras especies, como el maíz, hay muchas plantas silvestres similares con las que se puede cruzar. En EEUU, la colza hibrida de manera espontánea con una decena de especies nativas o naturalizadas. La contaminación genética es sencilla. "Si hay una especie en la que es esperable ver estos resultados, es esta", afirma el investigador.
Sin embargo, Puigdomènech asegura que, si se confirma que el estudio científico es riguroso y los genes de las plantas transgénicas han saltado la valla de los cultivos, los genes "están destinados a desaparecer al cabo de un cierto tiempo, porque estas plantas silvestres resistentes a los herbicidas no tendrían ninguna ventaja sobre las demás, porque no reciben herbicidas". La fuga no supondría en ningún caso un riesgo para la salud. En España, se permite un 0,9% de maíz transgénico en el maíz no modificado, porque la contaminación genética entre cultivos es habitual.
La anunciada hoy no es la primera demostración de fugas en los cultivos de colza transgénica. En 2008, científicos canadienses de la Universidad de Manitoba publicaron en la revista Weed Science la primera evidencia de que el flujo genético provocaba la acumulación de resistencias a diferentes herbicidas, procedentes de diferentes cultivos transgénicos, en los mismos ejemplares de colza escapados de las fincas. Y en 2009, en Japón, un equipo de la Universidad de Yokkaichi constató que la colza transgénica se había extendido accidentalmente alrededor de los 13 puertos a los que llegan las importaciones de este producto con destino a las fábricas de aceite. El estudio intentaba mostrar "la importancia de otro camino de transferencia de genes modificados a especies emparentadas y no transgénicas a través del transporte de semillas".
La amenaza es "un mito"
La compañía estadounidense Monsanto, que controla el mercado mundial de semillas transgénicas, es propietaria de la patente de algunas de las variedades de colza que han escapado de los cultivos. La multinacional considera que la creencia de que el flujo genético de los cultivos biotecnológicos amenaza la biodiversidad es "un mito".
Según la multinacional, "un estudio de diez años de duración llevado a cabo por un respetado ecologista británico encontró que los cultivos biotecnológicos resistentes a los herbicidas no sobreviven bien en un entorno natural y no es probable que puedan invadir otros hábitats que no sean cultivos de plantas de peor calidad". Además, "las plantas no mostraron capacidad de reproducción autónoma, ni de automantenimiento y no se extendieron en el área circundante". El estudio que se presenta hoy, no obstante, sí ha observado que las poblaciones asilvestradas se han reproducido.
Según el investigador del CSIC Casacuberta, "No hay ningún tipo de riesgo"
El científico del CSIC Josep Casacuberta ha recibido con escepticismo el nuevo trabajo sobre la contaminación genética de los organismos transgénicos. El investigador, miembro del Panel de Organismos Modificados Genéticamente de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, muestra su sorpresa por el alarmismo "irresponsable" que rodea este estudio, presentado en el congreso de la Sociedad de Ecología de EEUU junto a grandes desastres medioambientales.
¿Qué aporta el nuevo estudio?
La primera observación que hay que hacer es que los resultados que se presentan en un congreso no tienen validez científica hasta que no se publiquen en una revista. Y, dicho esto, si los datos son ciertos, no me sorprenden en absoluto. Cualquier colza tiene posibilidades de cruzarse con las especies silvestres, eso ya lo sabíamos. En el caso del maíz, son nulas, porque no hay variedades silvestres que se crucen con el maíz.
¿Esto supone un riesgo?
No hay ningún tipo de riesgo ambiental. La nueva especie no puede desplazar a las demás. El futuro de esos genes es extinguirse. No hay riesgo ni para las personas, ni para la naturaleza, ni para nada.
¿Esto podría ocurrir en España?
En España sólo se autoriza el cultivo del maíz MON810, de Monsanto, para consumo animal y humano, aunque ninguna empresa se ha decidido a ofrecerlo para consumo humano. En la UE no se permite plantar colza transgénica, porque hay más preocupación de que escape al medio ambiente, aunque sí se importa de EEUU. Pero allí hablamos de estados con muy poca vegetación silvestre. Dakota del Norte es un gigantesco campo de cultivo.
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