En la búsqueda de una vacuna contra la malaria quizás haya que tener más en cuenta a los mosquitos que transmiten al parásito causante de la patología. Una novedosa estrategia para inmunizar a personas sanas frente al paludismo, que demostró su eficacia en 2009, confirma ahora que genera una protección larga, de al menos dos años y medio.
El sistema de inmunidad artificial consistió en someter a diez voluntarios a las picaduras de mosquitos infectados con Plasmodium falciparum en tres ocasiones separadas por intervalos de un mes y, a la vez, administrarles dosis bajas de un fármaco para prevenir la malaria, la cloroquina. En el ensayo original, publicado en The New England Journal of Medicine, se vio que el método era eficaz porque, un mes después de tomar la última dosis del medicamento, los voluntarios volvieron a someterse a las picaduras de los mosquitos infectados, que no lograron transmitir la enfermedad. Pero faltaba saber algo muy importante: cuánto duraba dicha protección.
En el experimento que publica hoy The Lancet se ha vuelto a exponer a los voluntarios (en esta ocasión, sólo a seis) a las picaduras de mosquitos infectados. A la vez, cinco individuos sanos recibieron el mismo trato. Habían pasado dos años y medio y los autores de la Universidad Radboud, en Holanda querían saber si los sujetos seguían siendo inmunes. La respuesta fue positiva para cuatro de ellos, que no registraron infección. Los otros dos la mostraron, pero entre 15 y 18 días después de la exposición.
Según los resultados del estudio, la respuesta al parásito no se debe a la producción de anticuerpos, como sucede con la vacuna, sino a la respuesta celular inducida, que se tradujo en producción de interferón e interleucina 2, dos proteínas del sistema inmunológico.
Variación genética
Como reconocen los propios autores, el estudio tiene algunos puntos débiles. Por ejemplo, los mosquitos utilizados tanto para generar inmunización como para demostrarla están infectados con la misma cepa del P. falciparum algo que, desgraciadamente, no suele suceder en la vida real, donde la variación genética de los parásitos es común.
Por esta razón, los investigadores no creen haber encontrado el remedio frente a la malaria. Más bien apuntan a la confirmación de una estrategia que podría añadirse a la actual búsqueda de una vacuna que completara o mejorara los resultados de la misma.
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