El rover Curiosity, el vehículo de exploración planetaria más avanzado de la NASA, ha aterrizado en Marte tras superar una complicada maniobra final durante “siete minutos de terror”. Su objetivo es analizar la habitabilidad del planeta rojo con diez instrumentos, incluido uno español: la estación medioambiental REMS. La industria española también ha desarrollado la antena del rover que transmitirá los datos científicos.
La maniobra más compleja de la historia de los robots de exploración planetaria de la NASA ha culminado con éxito esta mañana a las 07h32 (hora española) en el cráter Gale de Marte. Tras un viaje de 36 semanas a bordo de la nave de la misión Mars Science Laboratory (MSL), en esa región ha aterrizado el rover Curiosity con una maniobra perfecta, según ha confirmado la agencia espacial estadounidense.
El objetivo de la misión es evaluar durante dos años la habitabilidad del planeta rojo, es decir, conocer su potencial como hábitat para la vida pasada o presente. Para ello el vehículo incorpora diez instrumentos y uno de ellos es el primero español que viaja a Marte: el Rover Environmental Monitoring Station (REMS), desarrollado por el Centro de Astrobiología (CAB, INTA-CSIC) y la empresa Astrium-CRISA.
“Hemos trabajado muy bien con los españoles, que son gente muy capaz”, han destacado en rueda de prensa los responsables del proyecto desde su sede en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de Pasadena (EE UU).
Desde allí, el director del CAB e investigador principal de REMS, Javier Gómez-Elvira, ha confirmado por videoconferencia que el instrumento español se activará “mañana mismo”, aunque luego se volverá a apagar unos días durante el chequeo del rover que efecturarán los técnicos de la NASA. “Hasta dentro de unos nueve a diez días, REMS no comenzará a operar de manera rutinaria”, ha explicado a SINC Mª Paz Zorzano, investigadora del proyecto.
Una llegada 'impresionante'
El aterrizaje “ha sido impresionante”, comentaba Gómez-Elvira a la multitud de científicos y periodistas que esta madrugada se han reunido en la sede del CAB para seguir el acontecimiento. Hace unos días, resumía a SINC la complejidad de todo el proceso: “La nave decelera tras entrar en la atmósfera marciana, abre un paracaídas, pierde un escudo protector térmico, luego se desprende del paracaídas y de otro escudo trasero, entra en acción una grúa con retrocohetes de la que queda colgando el rover por unos cables, que después se cortan cuando Curiosity toca el suelo y, finalmente, la grúa sale disparada hacia otro lugar”.
Los últimos momentos eran tan difíciles que los científicos los habían denominado “los siete minutos de terror”. Según han ido llegando las señales que confirmaban que cada una de estas etapas transcurría según lo previsto, los científicos del JPL aplaudían y, por fin, su emoción se desbordaba con gritos de júbilo y abrazos con la llegada del último ‘bip’ que confirmaba que todo había salido bien.
Algo parecido ha ocurrido en la sede del CAB en Madrid. “Desde 2004 son muchas horas de trabajo y días muy largos para desarrollar REMS”, comentaba emocionado el ingeniero de sistemas José Moreno de Astrium-CRISA. “Pronto, en un par de semanas, este instrumento comenzará a registrar datos durante 5 minutos cada hora”, añadía satisfecho Julio José Romeral, ingeniero del CAB, que estaba acompañado por su hija de un año.
La estación española de monitorización medioambiental medirá la temperatura, la presión, la humedad relativa, el viento y, por primera vez en la historia, la radiación ultravioleta del entorno marciano. Además, las empresas Astrium-CASA y SENER han fabricado en España una antena de alta ganancia gracias a la que se podrá enviar la información de los diez instrumentos del Curiosity.
“Se trata de una nueva tecnología de antena que ocupa y pesa muy poco, unos 400 gramos, pero que puede transmitir directamente –sin necesidad de pasar por ningún orbitador– gran cantidad de datos”, destaca a SINC Carlos Montesano, jefe del departamento de antenas de Astrium-CASA.
Cuando el rover esté orientado hacia la Tierra, esta pequeña antena trasmitirá los datos a las tres ‘gigantes’ (de 70 metros de diámetro) de la ‘red de espacio profundo’ de la NASA. Una está en Robledo de Chavela (Madrid) –donde hoy también se ha seguido con mucho interés la llegada a Marte–, otra cerca de Goldstone (California, EE UU) y una tercera en Camberra (Australia).
En el momento del aterrizaje el rover estaba en la ‘cara oculta’ de Marte, por lo que las señales que han llegado no se han transmitido por la antena de alta ganancia, sino a través de las sondas que orbitan el planeta rojo. En concreto por los canales de menor capacidad de los satélites Odyssey y Mars Reconnaissance Orbiter (MRO) de la NASA, junto a la Mars Express de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Este es el motivo por el que las primeras fotografías que ha enviado Curiosity son de baja calidad, aunque han servido para confirmar que el rover está sobre suelo marciano. Las imágenes de alta resolución llegaran en menos de 24 horas, según empiece a operar la antena de alta ganancia.
Durante las primeras semanas después del aterrizaje, los controladores de la misión someterán al vehículo explorador a una serie de revisiones y chequeos. Después, a lo largo de un año marciano (686 días terrestres) el rover explorará el entorno del cráter Gale, donde se han identificado minerales arcillosos que los científicos relacionan con la posible presencia de agua.
Un brazo robótico para tomar muestras
Curiosity, de casi una tonelada y del tamaño de un coche pequeño, utilizará un brazo robótico para tomar muestras de rocas y suelo y las analizará en instrumentos localizados en su interior. De esta forma se podrá determinar la composición química y mineral de los materiales. El haz de un instrumento láser también lanzará ‘chispas’ sobre un blanco para identificar los elementos químicos a través del espectro de luz.
Por su parte, otros instrumentos fotografiarán y examinarán el ambiente a distancia o mediante el contacto directo con el brazo robot para buscar posibles componentes y evidencias energéticas relacionadas con procesos biológicos, o aquellos factores que puedan resultar perjudiciales, como la radiación ultravioleta.
“Esta misión no está destinada a buscar vida en Marte, pero sí su potencial para albergarla”, concluye Mª Paz Zorzano, que tras el éxito del aterrizaje de Curiosity reconoce el largo camino que queda por delante: “Qué subidón, aunque el entusiasmo de hoy lo vamos a necesitar otros dos años”.
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