Fue el primer científico que consiguió dar marcha atrás al 'reloj celular' y convertir células adultas en unas parecidas a las embrionarias, pero sin manipular embriones. Sin embargo, Shinya Yamanaka no se conforma con estar presente en los libros de Biología de todo el mundo y ser un referente para miles de científicos. Su objetivo en la vida es curar a muchas personas, y varios de los trabajos en los que está involucrado pueden hacerle cumplir su sueño. Uno de ellos es el que tiene por objetivo tratar las lesiones medulares. "Me gustaría realmente poder hacer algo para ayudar a estos pacientes", ha anunciado en Madrid, ciudad en la que se encuentra para recibir el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina.
No se trata sólo de una ambición médica. El deseo de encontrar un método nuevo para tratar muchas enfermedades que hoy en día son incurables tiene un origen sentimental. "Le prometí a mi padre, fallecido hace 25 años y el hombre al que más he admirado, que sería doctor.
Cuando me especialicé en Cirugía Ortopédica me di cuenta de que no era un buen médico, pero entonces tuve la suerte de encontrarme con esta tecnología [la reprogramación celular] que puede ayudar a muchos pacientes. Todavía no lo he conseguido, pero éste es el objetivo de mi vida. Tengo que hacerlo antes de encontrarme de nuevo con mi padre", afirma serenamente.
Cuando me especialicé en Cirugía Ortopédica me di cuenta de que no era un buen médico, pero entonces tuve la suerte de encontrarme con esta tecnología [la reprogramación celular] que puede ayudar a muchos pacientes. Todavía no lo he conseguido, pero éste es el objetivo de mi vida. Tengo que hacerlo antes de encontrarme de nuevo con mi padre", afirma serenamente.
Yamanaka, de 48 años, asegura que le falta mucho trabajo por delante, pero no es la primera vez que se equivoca en sus previsiones. En el año 2000, tras inspirarse en los experimentos de clonación realizados primero en ranas en los años 70 y luego en 1996 con la oveja Dolly, se planteó desarrollar un método para convertir células adultas en otras similares a las embrionarias. "Pensé que tardaríamos 20 ó 30 años, pero lo conseguimos sólo en seis". Esas células, denominadas iPS, son capaces de convertirse en cualquier tipo de tejidos y además sin ningún problema ético. "Mi filosofía es que si podemos evitar el uso de embriones, lo hagamos. Cuando vi un embrión en un microscopio pensé que no estaba tan lejos de convertirse en algo parecido a mis hijas y decidí que tenía que encontrar otra forma para obtener células pluripotentes".
Desde 2006 hasta hoy, son muchos los grupos científicos que se han dedicado a buscar mejoras en este método, incluido el equipo de Yamanaka. El último avance ha sido publicado la semana pasada en la revista 'Nature' y con él se ha conseguido una técnica más segura. "Hemos sustituido el oncogen Myc [que estaba dentro del cóctel necesario en la reprogramación, para dar 'marcha atrás al reloj'] por otro llamado Glis-1. Es el 'gen mágico' porque no genera tumores y además, con él, el método es 10 veces más eficiente".
Aplicación en humanos
Gracias a estos avances, está más cerca su empleo en humanos, aunque la cifra de 10 años está todo el rato en su boca como tiempo mínimo necesario para poder ver resultados. Sin embargo, sus proyectos no paran y anuncia que está involucrado, en colaboración con otro grupo de investigadores de la Universidad de Keio en Tokio (Japón), en un ensayo clínico para tratar las lesiones medulares. Ese empeño le viene de su faceta como médico traumatólogo y también por su afición al rugby. "Tengo más de 10 fracturas en mi cuerpo por este deporte y por el judo. Por eso, me convertí en cirujano ortopédico, y también de ahí mi ilusión por curar estas lesiones. Hay muchos jugadores de rugby que han sufrido daño en la médula espinal y es terrible. Me gustaría realmente poder hacer algo para ayudar a estos pacientes".
Para curar una lesión medular, se requiere aplicar un tratamiento en las primeras semanas del trauma. Sin embargo, con la reprogramación se tarda unos seis meses desde que se obtienen muestras del paciente, se transforman en iPS y se diferencian en otros tejidos, en este caso el nervioso. "Por eso queremos crear un banco de células iPS", explica. De esta manera, se podrían conservar iPS de distintos voluntarios sanos para que, a la hora de trasplantarlas, disminuya el riesgo de rechazo. Sería un sistema similar al trasplante de médula que se suele hacer en muchos hospitales.
Otra enfermedad en la que pueda dejar su 'huella' es en el Parkinson. Según cuenta, está colaborando con el equipo del doctor Ryosuke Takahashi, de la Universidad de Kyoto, para a partir de las iPS generar neuronas dopaminérgicas para tratar monos con esta enfermedad neurodegenerativa. "Es un proyecto que tardará unos dos o tres años en tener algún resultado porque hay que seguir la evolución de estos animales", señala.
Por último, hace hincapié en una aplicación que está más cerca que las terapias en humanos, de hecho, es ya una realidad. "Podemos utilizar iPS con fines farmacéuticos para crear nuevos medicamentos más eficaces y seguros", explica. Además, también apunta que el empleo de este método es una forma de que las farmacéuticas se animen a desarrollar tratamientos para las enfermedades raras, ya que no serán tan costosos.
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