6 mar 2012

Los lectores en color se abren paso

En el caso de Cien años de soledad,los colores los pone la imaginación; pero en otros libros, como los infantiles o los cómics, incluso en las novelas electrónicas, el color y las páginas interactivas son esenciales. Sin color, no hay libro. Los Kindle y el resto de lectores electrónicos tienen el inconveniente de que su paleta de color se limita a los grises; pero eso se va a acabar. 





Por un lado están las tabletas, que reúnen esas características de interactividad y colorido, pero que reflejan la luz y dificultan la lectura al aire libre; pero la solución al libro perfecto puede llegar con la tecnología Mirasol, patentada por Qualcomm, que desde noviembre se ha ido incorporando a distintas marcas asiáticas de lectores electrónicos.

La coreana Kyobo fue la primera en incorporar esta tecnología. Su aparato cuesta en aquel país 310 dólares, sensiblemente superior al Kindle básico (que se vende a 99 euros en España o 69 dólares en Estados Unidos), incluso más que la tableta Kindle Fire.

La tecnología de estos lectores es diferente a la de las tabletas e incluso al lector Nook de color, de la librería Barnes and Noble. (169 dólares). La pantalla de estos es LCD, similar a la de los ordenadores o los teléfonos móviles, y por tanto tienen dos carencias, la corta duración de la batería y una pantalla que se convierte en un espejo a la luz del día.

Tras el Kyobo coreano, han salido modelos de las marcas chinas Hanvon (cuarto vendedor del mundo) y Bamboon con la misma tecnología Mirasol que, pese a la reproducción en color, no aumenta ostensiblemente el consumo de las baterías, uno de los rasgos más particulares de los e-readers. Siguen durando semanas siempre que no esté activada la opción wifi.

La otra peculiaridad del lector electrónico respecto a la tableta es su pantalla reflectiva (frente a las pantallas retroiluminadas) que permite leer en cualquier condición lumínica, sea natural o artificial. Hasta la aparición de la tecnología Mirasol, la duración de la batería y la visión parecida al papel era a costa del color y de la interactividad de sus pantallas. Para el lector acérrimo, el principal comprador de esta aparato, daba igual; pero no para otros públicos o para obras interactivas o cómics.

Las nuevas pantallas son mecánicas (espejos microscópicos que se flexionan para abrirse y cerrarse según la situación) frente a las pantallas líquidas. Reflejan el color seleccionado por cada píxel, lo que significa que la habilidad de hacer color es inherente a la tecnología. No se necesita añadir un filtro a la tecnología base, que reduciría calidad de brillo y color. Esta pantalla solo necesitan una pequeña cantidad de energía y su velocidad de cambio es de microsegundos, por lo que permiten la reproducción de vídeo y los contenido interactivos, básicos en la literatura infantil; y es táctil, lo que no ocurre con otras tecnologías reflectivas del libro electrónico tradicional. Es decir que el pase de las páginas en color o, incluso la reproducción de un vídeo no produce ese efecto halo, de ralentización de la imagen.

Con Mirasol o no, la aparición de la tableta no ha matado al lector electrónico. En 2010 se vendieron 12 millones de lectores electrónicos, en el pasado año se acercaron a los 23 millones (22,82) y en 2015 llegarán a los 50 millones, según iSuppli. Su única especialización, la lectura, lo convierte en el aparato preferido del lector puro, frente a la tableta, aparte de que tamaño de pantalla (6 pulgadas contra 10), peso (130 gramos el lector, 700 la tableta) y precio (100 euros contra 500), marcan diferencias sustanciales entre el público de uno y otro aparato.

En enero, la marca taiwanesa Koobe puso a la venta la última versión de esta tecnología, con su modelo Jin Yong, en honor al escritor chino del mismo nombre. De momento, no hay expectativas para que estos aparatos se venden en España ni fuera de Asia.





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