Vivir más, comiendo sin miedo a engordar y protegidos frente al cáncer podría ser algo más que un sueño científico. Investigadores españoles del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han dado un paso clave en la búsqueda de un fármaco que permitiría quemar las calorías sobrantes, prevenir la aparición de tumores y prolongar nuestra media de vida en 12 años más.
Esa píldora «milagrosa», de momento, solo se ha probado en ratones, pero abre una nueva vía de investigación para atajar gran parte de los males del siglo XXI. Los detalles de este prometedor trabajo del grupo de Manuel Serrano del CNIO se presentan en la revista «Cell Metabolism».
El hallazgo refuerza además una hipótesis que cada vez cobra más fuerza: el cáncer, el envejecimiento y la obesidad son manifestaciones distintas de un mismo problema global que se va gestando, a medida que el organismo acumula en sus tejidos daños que por sí solo no puede reparar.
Como muchos de los grandes descubrimientos científicos, el hallazgo fue inesperado. El grupo del CNIO estudiaba algunos de esos genes con capacidad protectora frente al cáncer y su papel en la longevidad. Los investigadores querían saber si uno de esos genes «anticáncer» (gen Pten) conseguía que sus portadores vivieran más. La respuesta fue positiva, así que crearon ratones diseñados genéticamente para tener una copia extra del gen protector.
Los animales no solo fueron más resistentes al cáncer que el resto sino que además vivieron un 12% más de media. Si trasladáramos este dato a años de vida humana, podríamos hablar de entre 10 y 12 años más de vida. Así se demostró el impacto que tenía Pten en la longevidad, aunque la mayor sorpresa fue descubrir que esos ratones longevos y protegidos frente al cáncer eran significativamente más delgados pese a comer más que sus compañeros. También descubrieron que tenían menos riesgo de desarrollar diabetes y su hígado toleraba mejor una dieta rica en grasa, en definitiva no sufrían los males del sobrepeso y la obesidad.
Potenciar la grasa «buena»
El rompecabezas se completó cuando explicaron por qué esos ratones quemaban más energía que el resto. El estudio de los animales mostró que tenían una proporción mayor de grasa parda o marrón, un tejido graso «bueno» que quema la energía almacenada. El metabolismo de humanos y de todos los mamíferos se sustenta en un difícil equilibrio entre el tejido adiposo blanco, que almacena la grasa, y el pardo, que la elimina. El estudio demuestra que el gen Pten activa esta grasa parda lo que explicaría la delgadez de los ratones, a pesar de su apetito.
No es la primera vez que se demuestra el papel de la esa grasa beneficiosa o marrón. De hecho, gran parte de la investigación mundial en obesidad se concentra en buscar una fórmula para activarla y que permita comer sin engordar. Pero el grupo CNIO ofrece por primera vez un camino para conseguirlo sin efectos secundarios.
Este tejido está diseñado precisamente para quemar grasas y solo se pone en marcha cuando el cerebro detecta el estrés producido por el exceso de nutrientes. Es entonces cuando envía la orden a las células de la grasa. «Hasta ahora se había tratado de manipular esta estimulación nerviosa, pero con muchos efectos secundarios. Nuestro trabajo abre otra posibilidad, que es estimular este gen. De esta manera se incrementa la actividad del tejido adiposo marrón y se respeta la primacía del interruptor principal que es el nervioso para quemar grasa de una forma más eficiente», explica Manuel Serrano, director de la investigación.
Compuesto ya sintetizado
La estimulación de este gen no es solo una alternativa teórica. El CNIO probó en los animales de laboratorio un compuesto, sintetizado por este grupo de investigación, que ejerce el mismo efecto beneficioso que el gen anticancerígeno. Este compuesto, patentado por el centro, podría ser esa pastilla «milagro» con la que dentro de unos años se podría prevenir la aparición del cáncer y vivir más tiempo sin riesgo de obesidad y de los males que acompañan al sobrepeso. «El camino del laboratorio a las personas es extremadamente complicado», advierte Serrano. Y en ese intrincado viaje, que los plazos se acorten también dependerá de que la institución científica encuentre un socio que quiera hacer una inversión millonaria para iniciar un ensayo clínico.
La buena noticia es que en el estudio no se han detectado efectos secundarios del tratamiento, al menos a corto plazo. La administración de la terapia se efectuó durante un periodo corto y ahora se está probando su efecto a largo plazo.
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