11 jul 2012

El lector digital como generador de una revolución cultural


Como muchos de los que están leyendo, soy una persona que ama la tecnología. Trato, siempre que mi cuenta bancaria me lo permite, acceder a los últimos dispositivos que más me interesan. Tuve iPhone, BackBerry, iPad, diferentes notebooks como una HP Pavilion o MacBook Air y diferentes tipos de gadgets que supe amar u aborrecer, como sucede con todo. Ninguno de ellos me sorprendió tanto como el Kindle.




Está claro que aquellos que sean ávidos lectores amarán el lector digital de Amazon, pero no escribiré sobre eso hoy. Hoy hablaré un poco de la revolución cultural que generó y podría seguir generando la idea que salió de Jeff Bezos.

Para empezar, el lector digital es un dispositivo que se utiliza de una manera increíblemente simple. Hace un tiempo leía una nota en el New York Times que no pude encontrar otra vez que hacía referencia a un gobierno africano y el testeo del dispositivo en diferentes escuelas. Si bien muchos pensaban que los niños, al no tener contacto con la tecnología y, de hecho, no haber visto un ordenador en su vida, tendrían problemas a la hora de aprender a manejarlo, lo estaban utilizando en cuestión de días sin ningún tipo de inconveniente. Esto, si bien parece algo muy simple para nosotros, es algo de mayor importancia. No es lo mismo tener que aprender a utilizar un iPad que tiene cientos de diferentes tipos de opciones, configuraciones y posibilidades, que un dispositivo que tiene unas pocas teclas y que lo más importante que hay que saber hacer es cómo pasar de página para adelante o para atrás.

A esto se le suma que, una vez que alguien accede al dispositivo, tiene automáticamente un diccionario en sus manos y, además, la biblioteca más grande del mundo delante de sus ojos potenciada no solo por editoriales ávidas de meterse en el mercado sino además por personas que ripean libros simplemente con la intención de compartir las obras que más los marcaron. No existe una biblioteca en el mundo con tanta información como Internet. Y no solo libros, sino también tenemos acceso a noticias e información de todo tipo.

El precio es otro de los más importantes detalles a tener en cuenta si se habla de una revolución a nivel mundial en países en vías de desarrollo. ¿Qué quiero decir? Que una universidad de Estados Unidos, que cobra una verdadera fortuna a los estudiantes, les regale un iPad a todos ellos ya no es algo que logre sorprender –aunque ni siquiera allí es tan común-. Por otra parte, si el gobierno de un país en vías de desarrollo intenta comprar un iPad para cada uno de los estudiantes del país lógicamente que esto será imposible. No hay presupuesto que aguante. Ahora, si tenemos en cuenta que el Kindle más barato (y eso sin tener en cuenta otros dispositivos que salen menos y que funcionan razonablemente bien) cuesta solo USS$79 las cosas cambian.

El peso es algo a tener en cuenta no solo porque a nosotros nos moleste tener que llevar 2 o 3 libros en el bolso. Hay chicos que hacen kilómetros diarios para ir a la escuela y ni siquiera lo hacen en un medio de transporte. Muchos van caminando o en medios un tanto alternativos como caballo o burro. Ahí sí cambia completamente el panorama del peso. Como dijo Humberto Eco: “Si, por cualquier trabajo, tuviera que transportar diez mil páginas de documentos, lo usaría con mucha satisfacción”. No sin antes asegurar que no lo haría con una novela porque él necesita mojarse el dedo para pasar las páginas.

En muchos casos no se trata de disfrutar del olor del libro viejo como nos pasa a muchos de nosotros o lo bien que la pasamos cuando vamos a una gran librería y estamos 30 o 40 minutos viendo portadas y eligiendo qué leer en base a las reseñas o sinopsis de la contratapa. En muchos casos se trata de necesidad. Existe un dispositivo que pesa, literalmente, 170 gramos, tiene una batería que dura un mes (dependiendo de su uso, claro) y en sus 2GB se pueden guardar cientos de libros que le da acceso a tanto chicos como grandes al lugar donde hay más información desde el nacimiento de la humanidad. No hay dudas que todos en el mundo deberíamos tener uno.


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