Las tapas de Barcelona, el Museo del Prado de Madrid y la arquitectura de Sevilla forman parte de los atractivos internacionales de España, pero su patrimonio científico no siempre ha sido tan digno de mención. El país no ha experimentado la misma productividad y crecimiento científicos que han disfrutado otros países europeos, como Alemania y Reino Unido.
En España las subvenciones han sido escasas, y su sistema académico y de investigación ha estado dominado por una cultura burocrática y un exceso de funcionariado público sin incentivos a la excelencia. Sin embargo, las cosas están cambiando en España. Desde el año 2000, nuevas iniciativas, impulsadas y financiadas por las comunidades autónomas, han dado lugar a la creación de nuevos institutos de investigación, que han fomentado un cambio significativo.
Se ha producido un aumento en la contratación de expertos investigadores extranjeros, un mayor número de científicos españoles que trabajaban en el extranjero están regresando a España y se vive cada día con más entusiasmo la sensación de que España va camino de ocupar un lugar en el mundo de la ciencia. Pero todavía queda mucho por hacer.
Según Cristina Garmendia, ministra española de Ciencia e Innovación, España ha pasado de ocupar el puesto número 30 a situarse en el noveno puesto en el ranking mundial de potencias científicas. Este salto en su clasificación fue el segundo más rápido en todo el mundo, solo detrás de China. Felipe Pétriz, secretario de Estado para la investigación del ministerio, señala que España produce algo más del 3% de los artículos científicos mundiales, con más de 36.000 publicaciones científicas anuales.
Esta mejora es significativa. España, al ser un estado democrático solo desde el año 1978, ha vivido durante años al margen de la ciencia. Sin embargo, el hecho de que "no exista una larga tradición en ciencia es una ventaja", afirma Erwin Wagner, director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid. "Aquí la gente está muy motivada. Se trata de algo nuevo, y todo el mundo está entusiasmado."
Un clima de cambio
Miguel Beato está muy motivado para conseguir crear un sistema de excelencia en la investigación y, como director del Centro de Regulación Genómica (Centre de Regulació Genòmica - CRG), un instituto internacional de investigación de Barcelona, está contribuyendo a la metamorfosis nacional. El CRG es tan solo un ejemplo de los cambios que se están produciendo en el país, especialmente en Cataluña.
Beato, que es doctor en Medicina por la Universidad de Barcelona y posee un doctorado por la Universidad de Göttingen, realizó un posdoctorado en el Centro de Investigación del Cáncer de la Universidad de Columbia. Ha trabajado 30 años en la Universidad de Marburg, en Alemania, y regresó a España como director fundador del CRG a principios de esta década.
El CRG, que cuenta con el apoyo del gobierno de Cataluña, una de las 17 autonomías de este país excepcionalmente descentralizado, opera bajo un marco novedoso que permite a los dirigentes del centro trabajar con independencia, y define unos criterios muy claros de éxito (número de artículos de alto impacto publicados, por ejemplo) para evaluar a los investigadores. A diferencia de la mayoría de las universidades españolas, donde los científicos trabajan en "condiciones rudimentarias", según Beato, los investigadores del CRG disfrutan de laboratorios de alta tecnología y de grandes programas de puesta en marcha.
Muchos de los científicos son contratados en el extranjero (el 65 por ciento del personal científico no es español) y dos terceras partes son investigadores junior. Los 300 científicos del CRG se organizan en 30 grupos de investigación y son evaluados por un comité científico asesor externo. El propio instituto está dirigido por un consejo directivo. Según Beato, el CRG ocupa la posición número 20 en el mundo y está situado en los primeros puestos en España en cuanto a número de citas de artículos de sus investigadores. Aunque su presupuesto es modesto, 12 millones de euros (garantizados por el gobierno municipal/autonómico), "por cada euro gastado, se obtiene un nuevo euro en concepto de subvenciones", afirma Luis Serrano, subdirector del CRG y jefe del programa de biología de sistemas.
En los últimos 20 años, el gobierno autonómico del País Vasco ha implementado y perfeccionado una política científica y tecnológica global que integra financiación y programas de investigación y desarrollo. Como resultado, para algunos observadores, esta región autónoma parece estar ligeramente por delante en la curva del progreso científico en comparación con el resto de España. El País Vasco posee su propia fundación científica, Ikerbasque, cuyo objetivo es fomentar la investigación innovadora atrayendo a investigadores experimentados a los institutos de la zona.
Para lograr esto, la Fundación financia los puestos, que son permanentes desde el principio, en universidades locales y en centros de investigación sin ánimo de lucro. La región cuenta con un número de centros de excelencia financiados por el gobierno, que destacan por sus trabajos sobre el cambio climático y las matemáticas aplicadas, por ejemplo, así como centros de investigación cooperativa, que se centran en diversos focos de interés, entre los que cabe mencionar la biotecnología, la nanotecnología y la tecnología de fabricación.
Nicola G. A. Abrescia, líder del grupo de biología estructural del Centro de Investigación Cooperativa en Biociencias, CIC bioGUNE), recibe financiación de Ikerbasque. "Es muy difícil atraer a científicos internacionales a esta región, por lo que se les ofrece estabilidad," argumenta. "Aquí por lo menos su salario es seguro, de modo que pueden centrarse en la ciencia. Pero esto no significa que nos podamos relajar. El gobierno vasco está realizando grandes inversiones en el personal científico, de modo que existe un impulso para seguir adelante." Pero Abrescia comenta que todavía quedan pasos a seguir para que la zona logre sus ambiciones. "Es una región en movimiento. Tiene un gran potencial. Con el tiempo se convertirá en un centro internacional de excelencia."
El Baile de la Ciencia
En toda España, los bancos desempeñan un papel crucial en el llamadao baile de la ciencia. Las divisiones filantrópicas de algunas empresas, como La Caixa, el tercer grupo financiero español según afirma su página web, ofrecen becas de hasta 100.000 euros durante cuatro años para estudiantes de doctorado que realicen investigaciones en el CRG. Los bancos ya estaban pagando los estudios a alumnos españoles para que realizaran su doctorado en institutos de alto nivel en el extranjero, según comenta Beato, por lo que esta iniciativa era una extensión natural de los programas existentes. En el CNIO, el grupo de Wagner está financiado por la Fundación BBVA, la división encargada de la responsabilidad social corporativa del BBVA, una institución financiera mundial con 150 años de antigüedad y clasificada como el segundo mayor banco español. La fundación, que se centra especialmente en apoyar la investigación científica en biomedicina, ciencias sociales y medio ambiente, prometió dedicar 2,5 millones de euros durante cinco años al programa de Wagner.
Pero el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, CNIC, el instituto hermano del CNIO, tiene un modelo de financiación diferente. Se sustenta en una alianza única público-privada, en la que diversas empresas, fundaciones y bancos españoles invierten capital en una organización independiente, la Fundación Pro CNIC. Los investigadores del CNIC se benefician no solo de la ayuda monetaria que procede de la Fundación, sino también del know-how industrial procedente de los ejecutivos corporativos que la asesoran.
Mientras que el CNIO y el CNIC, ambos creados a finales de los noventa, son entidades con financiación nacional, el CRG, fundado en el año 2000 y en funcionamiento desde el 2002, es uno de los más de doce institutos de investigación de Cataluña que fue concebido y dirigido por Andreu Mas-Colell, un economista que fue consejero de Universidades e Investigación de Cataluña desde el 2000 hasta el 2003. Su idea era crear una nueva forma de estimular la innovación científica en España, para que se alejase de la cultura del funcionariado que asoló al país. "La mentalidad del funcionario era, y todavía es, el principal obstáculo para la ciencia en España," cree Beato. "No existe reconocimiento al buen trabajo realizado."
Estos institutos, que incluyen la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats, ICREA), un centro de investigación "sin muros," y el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, PRBB), no ofrecen puestos permanentes a sus investigadores. Su política es evaluar cada cinco años sus méritos de investigación y, si cumplen unos criterios determinados estipulados por el Comité Científico Asesor, los investigadores mantienen su puesto. Aún así, los investigadores junior deben marcharse tras colaborar nueve años.
Pero los institutos son oasis de distinción científica en un paisaje aparentemente desértico. Las universidades están saturadas de funcionarios públicos cuya atención se centra en la enseñanza, más que en la investigación basada en fuentes propias. Y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, se enfrenta a sus propios desafíos. Sabine Hilfiker, una científica suiza que trabaja en el CSIC, señala que, aunque el 40-50 por ciento de las propuestas de subvención presentadas reciben financiación, las subvenciones son insignificantes.
El elevado porcentaje de subvenciones otorgadas "sería maravilloso si cada subvención fuera de un importe suficiente", comenta Hilfiker, "pero el dinero (total) asignado a la investigación es una cantidad fija, de manera que las ayudas individuales son cada vez más pequeñas." Su última subvención fue de 100.000 ? para tres años. Esta situación obstaculiza de forma significativa la capacidad de España para dar un salto que la sitúe como un competidor científico mundial a tener en cuenta.
También existe una barrera en cuanto al idioma. "Se puede presentar una propuesta de subvención en inglés, pero también se debe presentar una versión en español," observa Hilfiker. Las propuestas de subvención por un importe inferior a 150.000 ? presentadas al Ministerio de Sanidad solo se pueden presentar en español. Y el Ministerio de Ciencia e Innovación modificó sus requisitos respecto al idioma hace apenas tres años, cuando levantó la restricción de que todas las propuestas debían estar escritas en inglés y en español; en estos momentos, basta una versión en inglés.
Cerebros extranjeros en España
A pesar de todo, España sigue siendo una opción atractiva para la gente de otros países, siempre y cuando sepan como desenvolverse con todo el papeleo. "Recibo un gran apoyo como extranjero," comenta Wagner, que obtuvo su doctorado en Austria y realizó investigaciones en Filadelfia (Estados Unidos) y en Heidelberg (Alemania), antes de incorporarse, en 1988, como científico senior y miembro fundador al Instituto de Investigación de Patología Molecular de Viena. En el 2008, él y su laboratorio se trasladaron al CNIO. "Cuando llegué, la ministra de Sanidad vino y me saludó," comenta. Y bromea diciendo que "había un cheque esperándome." Como extranjero, Wagner paga un impuesto personal fijo del 25 por ciento durante los cinco primeros años que trabaje aquí, y señala que la posibilidad de obtener subvenciones nacionales es elevada.
Pero existen algunos inconvenientes en el sistema español, especialmente para los recién llegados. Celine Perier, una investigadora francesa de posdoctorado en el Instituto de Investigación del Vall d'Hebron (Barcelona), fue contratada para trabajar en España desde otro puesto de posdoctorado en la Universidad de Columbia, bajo el programa Ramon y Cajal (RyC). Los investigadores del programa RyC son contratados por cinco años para realizar investigaciones en diversos institutos del país.
Perier nos comenta que disfruta con las personas con las que está trabajando, y que su grupo de investigación recibe suficiente dinero en subvenciones. Pero, en comparación con Columbia, que posee "una masa crítica de especialistas", en España este factor es notablemente menor. Según Perier, las colaboraciones de investigación significativas deben ser con equipos de fuera de su instituto o, incluso, del país.
Pero Vivek Malhotra, un estadounidense que pasó 18 años en la Universidad de California, y que actualmente es coordinador del Programa de Biología Celular y Desarrollo en el CRG y profesor del ICREA, aclara que cuando se trata de disfrutar del estilo de vida de la ciencia española, todo depende en gran medida de donde vas a parar.
Cuando en 2007 se incorporó al CRG, nos comenta que sintió "sinergia"; después de todo, él estaba en un edificio de nueva construcción, le ofrecieron la oportunidad de incorporar a personal para su departamento, recibió un importante programa de puesta en marcha "que fácilmente podría hacer funcionar un laboratorio de cinco o seis personas sin necesidad de buscar ninguna financiación externa", señala, y no tuvo que participar en demasiadas obligaciones administrativas, a pesar de ser jefe de departamento. "Me pude centrar en la ciencia," afirma. Malhotra valora el modelo de "titularidad renovable", en la que cada cinco años los investigadores son evaluados. "Te mantiene alerta."
Como era de esperar, Malhotra aconseja a los investigadores americanos y otros investigadores de otros países que desean trasladarse a la tierra del "Más allá" (el lema nacional) que busquen un instituto que esté bien financiado. "A la gente le encantaría venir a Barcelona, por todo lo que la ciudad tiene que ofrecer," explica. "Pero los científicos más jóvenes están preocupados porque más tarde podrían quedarse sin trabajo," especialmente después de nueve años de "titularidad", ya que no tienen ninguna garantía de encontrar un puesto en otros lugares del país.
A pesar de esto, Malhotra y otros científicos creen que el sistema de no titularidad es una baza para forjar el futuro tecnológico de España. "Si España pudiera crear más institutos como el CRG con la clara intención de que los científicos se quedaran aquí mientras fueran buenos en su campo", la gente se sentiría atraído por esto, comenta.
Razones para ser optimistas
La gran crisis económica mundial ha golpeado duramente a España. El país registra una tasa del 20 por ciento de desempleo, y el presupuesto del CSIC se ha reducido en un 14 por ciento en el 2010.
A pesar de estos factores, Mas-Colell, actualmente secretario general del Consejo Europeo de Investigaciones en Bruselas, prevé un futuro prometedor para los científicos de España
"Cuando se mira desde una perspectiva histórica", dice, "España está en una buena posición." Ofrece las siguientes pruebas de que el país logrará sus objetivos: las cifras del "gasto en investigación, número de artículos y citas apuntan a una mejora constante de la investigación científica en España."
Todos estos números aún son bajos en comparación con los países europeos más avanzados científicamente, reconoce, pero cita un dato concreto para apoyar su teoría. El gasto en I+D en España representa actualmente un 1,35 por ciento del producto interior bruto (PIB) mientras que hace 20 años era del 0,6. "El nivel de gasto en investigación de España no es nada del otro mundo," reconoce, "pero la tasa de crecimiento de dicho gasto sí que es destacable." Comenta que, mientras que en el conjunto de Europa la inversión en investigación científica se ha estancado, en España dicha inversión está al alza.
"El punto de partida era bajo," dice Mas-Colell, pero ahora, "las autoridades autonómicas y estatales han canalizado nuevos recursos hacia nuevas iniciativas."
Reconoce que un factor que contribuye a la falta de avance de la investigación en España es la actual crisis económica. "El sector de la I+D en España debería reconocer que después de cinco años con un incremento superior al 25 por ciento en el gasto público anual, debe estar dispuesto a resistir uno o dos años de reducciones presupuestarias." Mas-Colell sostiene que el sistema científico español "es frágil" y que la nación no puede permitirse el lujo de volver hacia atrás durante un periodo de recortes financieros. Para que España prospere, "es un imperativo que la política de investigación sea selectiva, con los recursos centrados en las instituciones que ya han demostrado que pueden competir a nivel internacional." Los líderes políticos deben resistir la tentación de reducir la ayuda financiera a estos activos estratégicos nacionales, y subraya que la solución radica en un sistema público/privado que se centre en la excelencia.
El secretario de Estado Pétriz, catedrático en matemática aplicada, considera que la resolución del problema puede proceder de un campo diferente: el sector industrial. "La innovación es fundamentalmente un producto del sector empresarial," afirma. "Por eso, es necesario contar con un mayor número de [empresas] y, lo que es más importante, con más empresas innovadoras. España carece de grandes empresas autóctonas." Pétriz aclara que existe una división cultural entre los organismos públicos de investigación, universidades y el sector empresarial y cree que "debemos mejorar la relación entre estos agentes de I+D" con dos objetivos prioritarios.
Primero, el sistema debe generar oportunidades para que los investigadores centren sus esfuerzos en resolver los problemas planteados por las empresas. Y en segundo lugar, se deben forjar los canales que permitan que las empresas financien los proyectos de investigación que consideren interesantes. Comenta que uno de los objetivos de España es "movilizar 6.000 millones de euros adicionales en el sector de investigación privado [un 1,9 por ciento del PIB]."
Pétriz, que fue nombrado secretario de Estado a finales de 2009, dice que la coordinación de las políticas de innovación de las autonomías y del gobierno central también se podría mejorar. Por suerte, tanto su visión como la de Mas-Colell podrían cristalizar pronto. En marzo de 2010, los ministros españoles aprobaron el texto de una nueva ley de la ciencia. Aunque todavía debe ser aceptada por el Parlamento, Garmendia dijo a la prensa que la ley podría proporcionar "un nuevo modelo" para el sector de la investigación y desarrollo científicos.
Entre sus diversas características, la ley establece una nueva agencia de investigación española e impulsa las actividades empresariales financiadas por el Estado y las autonomías. Pétriz está especialmente satisfecho con este punto de la nueva ley, en el que se establece una nueva Estrategia de innovación del Estado, según la cual "las ideas para el desarrollo de la innovación a nivel de Estado serán coordinadas con las políticas de innovación adoptadas por las comunidades autónomas." La ley permite a los investigadores proseguir un proyecto empresarial basado en sus innovaciones y "participar en los beneficios que dichas investigaciones generen", explica. El componente empresarial será reactivado por un nuevo secretario de Innovación.
La metamorfosis que convierta a España en un líder científico internacional es posible. Con una experiencia investigadora nacional en biotecnología, transporte, industria química y tecnología de la información, por nombrar algunos campos, que ya trasciende las fronteras entre universidades, organismos y comercio, no hay duda de que la democracia puede lograr sus ambiciosos objetivos, sostiene Mas-Colell.
"La cuestión es si queremos o no queremos lograrlos. La clave para el siguiente paso positivo en la reforma del sistema de investigación español es convertirlo en un sistema más abierto que el actual." El paisaje actual de institutos y centros de investigación que contratan a líderes de todo el mundo es aún bastante anecdótico, señala. La mayor parte del sistema académico es muy tradicional, muy cerrado. "Es difícil para los que no son españoles poder entrar en dicho sistema," comenta. "Existe un límite respecto a lo que España puede lograr si el sistema no se hace más abierto".
FUENTE:
http://www.fecyt.es/
En España las subvenciones han sido escasas, y su sistema académico y de investigación ha estado dominado por una cultura burocrática y un exceso de funcionariado público sin incentivos a la excelencia. Sin embargo, las cosas están cambiando en España. Desde el año 2000, nuevas iniciativas, impulsadas y financiadas por las comunidades autónomas, han dado lugar a la creación de nuevos institutos de investigación, que han fomentado un cambio significativo.
Se ha producido un aumento en la contratación de expertos investigadores extranjeros, un mayor número de científicos españoles que trabajaban en el extranjero están regresando a España y se vive cada día con más entusiasmo la sensación de que España va camino de ocupar un lugar en el mundo de la ciencia. Pero todavía queda mucho por hacer.
Según Cristina Garmendia, ministra española de Ciencia e Innovación, España ha pasado de ocupar el puesto número 30 a situarse en el noveno puesto en el ranking mundial de potencias científicas. Este salto en su clasificación fue el segundo más rápido en todo el mundo, solo detrás de China. Felipe Pétriz, secretario de Estado para la investigación del ministerio, señala que España produce algo más del 3% de los artículos científicos mundiales, con más de 36.000 publicaciones científicas anuales.
Esta mejora es significativa. España, al ser un estado democrático solo desde el año 1978, ha vivido durante años al margen de la ciencia. Sin embargo, el hecho de que "no exista una larga tradición en ciencia es una ventaja", afirma Erwin Wagner, director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid. "Aquí la gente está muy motivada. Se trata de algo nuevo, y todo el mundo está entusiasmado."
Un clima de cambio
Miguel Beato está muy motivado para conseguir crear un sistema de excelencia en la investigación y, como director del Centro de Regulación Genómica (Centre de Regulació Genòmica - CRG), un instituto internacional de investigación de Barcelona, está contribuyendo a la metamorfosis nacional. El CRG es tan solo un ejemplo de los cambios que se están produciendo en el país, especialmente en Cataluña.
Beato, que es doctor en Medicina por la Universidad de Barcelona y posee un doctorado por la Universidad de Göttingen, realizó un posdoctorado en el Centro de Investigación del Cáncer de la Universidad de Columbia. Ha trabajado 30 años en la Universidad de Marburg, en Alemania, y regresó a España como director fundador del CRG a principios de esta década.
El CRG, que cuenta con el apoyo del gobierno de Cataluña, una de las 17 autonomías de este país excepcionalmente descentralizado, opera bajo un marco novedoso que permite a los dirigentes del centro trabajar con independencia, y define unos criterios muy claros de éxito (número de artículos de alto impacto publicados, por ejemplo) para evaluar a los investigadores. A diferencia de la mayoría de las universidades españolas, donde los científicos trabajan en "condiciones rudimentarias", según Beato, los investigadores del CRG disfrutan de laboratorios de alta tecnología y de grandes programas de puesta en marcha.
Muchos de los científicos son contratados en el extranjero (el 65 por ciento del personal científico no es español) y dos terceras partes son investigadores junior. Los 300 científicos del CRG se organizan en 30 grupos de investigación y son evaluados por un comité científico asesor externo. El propio instituto está dirigido por un consejo directivo. Según Beato, el CRG ocupa la posición número 20 en el mundo y está situado en los primeros puestos en España en cuanto a número de citas de artículos de sus investigadores. Aunque su presupuesto es modesto, 12 millones de euros (garantizados por el gobierno municipal/autonómico), "por cada euro gastado, se obtiene un nuevo euro en concepto de subvenciones", afirma Luis Serrano, subdirector del CRG y jefe del programa de biología de sistemas.
En los últimos 20 años, el gobierno autonómico del País Vasco ha implementado y perfeccionado una política científica y tecnológica global que integra financiación y programas de investigación y desarrollo. Como resultado, para algunos observadores, esta región autónoma parece estar ligeramente por delante en la curva del progreso científico en comparación con el resto de España. El País Vasco posee su propia fundación científica, Ikerbasque, cuyo objetivo es fomentar la investigación innovadora atrayendo a investigadores experimentados a los institutos de la zona.
Para lograr esto, la Fundación financia los puestos, que son permanentes desde el principio, en universidades locales y en centros de investigación sin ánimo de lucro. La región cuenta con un número de centros de excelencia financiados por el gobierno, que destacan por sus trabajos sobre el cambio climático y las matemáticas aplicadas, por ejemplo, así como centros de investigación cooperativa, que se centran en diversos focos de interés, entre los que cabe mencionar la biotecnología, la nanotecnología y la tecnología de fabricación.
Nicola G. A. Abrescia, líder del grupo de biología estructural del Centro de Investigación Cooperativa en Biociencias, CIC bioGUNE), recibe financiación de Ikerbasque. "Es muy difícil atraer a científicos internacionales a esta región, por lo que se les ofrece estabilidad," argumenta. "Aquí por lo menos su salario es seguro, de modo que pueden centrarse en la ciencia. Pero esto no significa que nos podamos relajar. El gobierno vasco está realizando grandes inversiones en el personal científico, de modo que existe un impulso para seguir adelante." Pero Abrescia comenta que todavía quedan pasos a seguir para que la zona logre sus ambiciones. "Es una región en movimiento. Tiene un gran potencial. Con el tiempo se convertirá en un centro internacional de excelencia."
El Baile de la Ciencia
En toda España, los bancos desempeñan un papel crucial en el llamadao baile de la ciencia. Las divisiones filantrópicas de algunas empresas, como La Caixa, el tercer grupo financiero español según afirma su página web, ofrecen becas de hasta 100.000 euros durante cuatro años para estudiantes de doctorado que realicen investigaciones en el CRG. Los bancos ya estaban pagando los estudios a alumnos españoles para que realizaran su doctorado en institutos de alto nivel en el extranjero, según comenta Beato, por lo que esta iniciativa era una extensión natural de los programas existentes. En el CNIO, el grupo de Wagner está financiado por la Fundación BBVA, la división encargada de la responsabilidad social corporativa del BBVA, una institución financiera mundial con 150 años de antigüedad y clasificada como el segundo mayor banco español. La fundación, que se centra especialmente en apoyar la investigación científica en biomedicina, ciencias sociales y medio ambiente, prometió dedicar 2,5 millones de euros durante cinco años al programa de Wagner.
Pero el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, CNIC, el instituto hermano del CNIO, tiene un modelo de financiación diferente. Se sustenta en una alianza única público-privada, en la que diversas empresas, fundaciones y bancos españoles invierten capital en una organización independiente, la Fundación Pro CNIC. Los investigadores del CNIC se benefician no solo de la ayuda monetaria que procede de la Fundación, sino también del know-how industrial procedente de los ejecutivos corporativos que la asesoran.
Mientras que el CNIO y el CNIC, ambos creados a finales de los noventa, son entidades con financiación nacional, el CRG, fundado en el año 2000 y en funcionamiento desde el 2002, es uno de los más de doce institutos de investigación de Cataluña que fue concebido y dirigido por Andreu Mas-Colell, un economista que fue consejero de Universidades e Investigación de Cataluña desde el 2000 hasta el 2003. Su idea era crear una nueva forma de estimular la innovación científica en España, para que se alejase de la cultura del funcionariado que asoló al país. "La mentalidad del funcionario era, y todavía es, el principal obstáculo para la ciencia en España," cree Beato. "No existe reconocimiento al buen trabajo realizado."
Estos institutos, que incluyen la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats, ICREA), un centro de investigación "sin muros," y el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, PRBB), no ofrecen puestos permanentes a sus investigadores. Su política es evaluar cada cinco años sus méritos de investigación y, si cumplen unos criterios determinados estipulados por el Comité Científico Asesor, los investigadores mantienen su puesto. Aún así, los investigadores junior deben marcharse tras colaborar nueve años.
Pero los institutos son oasis de distinción científica en un paisaje aparentemente desértico. Las universidades están saturadas de funcionarios públicos cuya atención se centra en la enseñanza, más que en la investigación basada en fuentes propias. Y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, se enfrenta a sus propios desafíos. Sabine Hilfiker, una científica suiza que trabaja en el CSIC, señala que, aunque el 40-50 por ciento de las propuestas de subvención presentadas reciben financiación, las subvenciones son insignificantes.
El elevado porcentaje de subvenciones otorgadas "sería maravilloso si cada subvención fuera de un importe suficiente", comenta Hilfiker, "pero el dinero (total) asignado a la investigación es una cantidad fija, de manera que las ayudas individuales son cada vez más pequeñas." Su última subvención fue de 100.000 ? para tres años. Esta situación obstaculiza de forma significativa la capacidad de España para dar un salto que la sitúe como un competidor científico mundial a tener en cuenta.
También existe una barrera en cuanto al idioma. "Se puede presentar una propuesta de subvención en inglés, pero también se debe presentar una versión en español," observa Hilfiker. Las propuestas de subvención por un importe inferior a 150.000 ? presentadas al Ministerio de Sanidad solo se pueden presentar en español. Y el Ministerio de Ciencia e Innovación modificó sus requisitos respecto al idioma hace apenas tres años, cuando levantó la restricción de que todas las propuestas debían estar escritas en inglés y en español; en estos momentos, basta una versión en inglés.
Cerebros extranjeros en España
A pesar de todo, España sigue siendo una opción atractiva para la gente de otros países, siempre y cuando sepan como desenvolverse con todo el papeleo. "Recibo un gran apoyo como extranjero," comenta Wagner, que obtuvo su doctorado en Austria y realizó investigaciones en Filadelfia (Estados Unidos) y en Heidelberg (Alemania), antes de incorporarse, en 1988, como científico senior y miembro fundador al Instituto de Investigación de Patología Molecular de Viena. En el 2008, él y su laboratorio se trasladaron al CNIO. "Cuando llegué, la ministra de Sanidad vino y me saludó," comenta. Y bromea diciendo que "había un cheque esperándome." Como extranjero, Wagner paga un impuesto personal fijo del 25 por ciento durante los cinco primeros años que trabaje aquí, y señala que la posibilidad de obtener subvenciones nacionales es elevada.
Pero existen algunos inconvenientes en el sistema español, especialmente para los recién llegados. Celine Perier, una investigadora francesa de posdoctorado en el Instituto de Investigación del Vall d'Hebron (Barcelona), fue contratada para trabajar en España desde otro puesto de posdoctorado en la Universidad de Columbia, bajo el programa Ramon y Cajal (RyC). Los investigadores del programa RyC son contratados por cinco años para realizar investigaciones en diversos institutos del país.
Perier nos comenta que disfruta con las personas con las que está trabajando, y que su grupo de investigación recibe suficiente dinero en subvenciones. Pero, en comparación con Columbia, que posee "una masa crítica de especialistas", en España este factor es notablemente menor. Según Perier, las colaboraciones de investigación significativas deben ser con equipos de fuera de su instituto o, incluso, del país.
Pero Vivek Malhotra, un estadounidense que pasó 18 años en la Universidad de California, y que actualmente es coordinador del Programa de Biología Celular y Desarrollo en el CRG y profesor del ICREA, aclara que cuando se trata de disfrutar del estilo de vida de la ciencia española, todo depende en gran medida de donde vas a parar.
Cuando en 2007 se incorporó al CRG, nos comenta que sintió "sinergia"; después de todo, él estaba en un edificio de nueva construcción, le ofrecieron la oportunidad de incorporar a personal para su departamento, recibió un importante programa de puesta en marcha "que fácilmente podría hacer funcionar un laboratorio de cinco o seis personas sin necesidad de buscar ninguna financiación externa", señala, y no tuvo que participar en demasiadas obligaciones administrativas, a pesar de ser jefe de departamento. "Me pude centrar en la ciencia," afirma. Malhotra valora el modelo de "titularidad renovable", en la que cada cinco años los investigadores son evaluados. "Te mantiene alerta."
Como era de esperar, Malhotra aconseja a los investigadores americanos y otros investigadores de otros países que desean trasladarse a la tierra del "Más allá" (el lema nacional) que busquen un instituto que esté bien financiado. "A la gente le encantaría venir a Barcelona, por todo lo que la ciudad tiene que ofrecer," explica. "Pero los científicos más jóvenes están preocupados porque más tarde podrían quedarse sin trabajo," especialmente después de nueve años de "titularidad", ya que no tienen ninguna garantía de encontrar un puesto en otros lugares del país.
A pesar de esto, Malhotra y otros científicos creen que el sistema de no titularidad es una baza para forjar el futuro tecnológico de España. "Si España pudiera crear más institutos como el CRG con la clara intención de que los científicos se quedaran aquí mientras fueran buenos en su campo", la gente se sentiría atraído por esto, comenta.
Razones para ser optimistas
La gran crisis económica mundial ha golpeado duramente a España. El país registra una tasa del 20 por ciento de desempleo, y el presupuesto del CSIC se ha reducido en un 14 por ciento en el 2010.
A pesar de estos factores, Mas-Colell, actualmente secretario general del Consejo Europeo de Investigaciones en Bruselas, prevé un futuro prometedor para los científicos de España
"Cuando se mira desde una perspectiva histórica", dice, "España está en una buena posición." Ofrece las siguientes pruebas de que el país logrará sus objetivos: las cifras del "gasto en investigación, número de artículos y citas apuntan a una mejora constante de la investigación científica en España."
Todos estos números aún son bajos en comparación con los países europeos más avanzados científicamente, reconoce, pero cita un dato concreto para apoyar su teoría. El gasto en I+D en España representa actualmente un 1,35 por ciento del producto interior bruto (PIB) mientras que hace 20 años era del 0,6. "El nivel de gasto en investigación de España no es nada del otro mundo," reconoce, "pero la tasa de crecimiento de dicho gasto sí que es destacable." Comenta que, mientras que en el conjunto de Europa la inversión en investigación científica se ha estancado, en España dicha inversión está al alza.
"El punto de partida era bajo," dice Mas-Colell, pero ahora, "las autoridades autonómicas y estatales han canalizado nuevos recursos hacia nuevas iniciativas."
Reconoce que un factor que contribuye a la falta de avance de la investigación en España es la actual crisis económica. "El sector de la I+D en España debería reconocer que después de cinco años con un incremento superior al 25 por ciento en el gasto público anual, debe estar dispuesto a resistir uno o dos años de reducciones presupuestarias." Mas-Colell sostiene que el sistema científico español "es frágil" y que la nación no puede permitirse el lujo de volver hacia atrás durante un periodo de recortes financieros. Para que España prospere, "es un imperativo que la política de investigación sea selectiva, con los recursos centrados en las instituciones que ya han demostrado que pueden competir a nivel internacional." Los líderes políticos deben resistir la tentación de reducir la ayuda financiera a estos activos estratégicos nacionales, y subraya que la solución radica en un sistema público/privado que se centre en la excelencia.
El secretario de Estado Pétriz, catedrático en matemática aplicada, considera que la resolución del problema puede proceder de un campo diferente: el sector industrial. "La innovación es fundamentalmente un producto del sector empresarial," afirma. "Por eso, es necesario contar con un mayor número de [empresas] y, lo que es más importante, con más empresas innovadoras. España carece de grandes empresas autóctonas." Pétriz aclara que existe una división cultural entre los organismos públicos de investigación, universidades y el sector empresarial y cree que "debemos mejorar la relación entre estos agentes de I+D" con dos objetivos prioritarios.
Primero, el sistema debe generar oportunidades para que los investigadores centren sus esfuerzos en resolver los problemas planteados por las empresas. Y en segundo lugar, se deben forjar los canales que permitan que las empresas financien los proyectos de investigación que consideren interesantes. Comenta que uno de los objetivos de España es "movilizar 6.000 millones de euros adicionales en el sector de investigación privado [un 1,9 por ciento del PIB]."
Pétriz, que fue nombrado secretario de Estado a finales de 2009, dice que la coordinación de las políticas de innovación de las autonomías y del gobierno central también se podría mejorar. Por suerte, tanto su visión como la de Mas-Colell podrían cristalizar pronto. En marzo de 2010, los ministros españoles aprobaron el texto de una nueva ley de la ciencia. Aunque todavía debe ser aceptada por el Parlamento, Garmendia dijo a la prensa que la ley podría proporcionar "un nuevo modelo" para el sector de la investigación y desarrollo científicos.
Entre sus diversas características, la ley establece una nueva agencia de investigación española e impulsa las actividades empresariales financiadas por el Estado y las autonomías. Pétriz está especialmente satisfecho con este punto de la nueva ley, en el que se establece una nueva Estrategia de innovación del Estado, según la cual "las ideas para el desarrollo de la innovación a nivel de Estado serán coordinadas con las políticas de innovación adoptadas por las comunidades autónomas." La ley permite a los investigadores proseguir un proyecto empresarial basado en sus innovaciones y "participar en los beneficios que dichas investigaciones generen", explica. El componente empresarial será reactivado por un nuevo secretario de Innovación.
La metamorfosis que convierta a España en un líder científico internacional es posible. Con una experiencia investigadora nacional en biotecnología, transporte, industria química y tecnología de la información, por nombrar algunos campos, que ya trasciende las fronteras entre universidades, organismos y comercio, no hay duda de que la democracia puede lograr sus ambiciosos objetivos, sostiene Mas-Colell.
"La cuestión es si queremos o no queremos lograrlos. La clave para el siguiente paso positivo en la reforma del sistema de investigación español es convertirlo en un sistema más abierto que el actual." El paisaje actual de institutos y centros de investigación que contratan a líderes de todo el mundo es aún bastante anecdótico, señala. La mayor parte del sistema académico es muy tradicional, muy cerrado. "Es difícil para los que no son españoles poder entrar en dicho sistema," comenta. "Existe un límite respecto a lo que España puede lograr si el sistema no se hace más abierto".
FUENTE:
http://www.fecyt.es/
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