La técnica «resucitará» el histórico olmo de San Martín de Valdeiglesias, derribado por el viento
En el siglo XIX hubo hasta medio millón de olmos en la Comunidad de Madrid. Luego llegó la grafiosis, y con ella la merma de su población, que nunca se recuperó a pesar de los esfuerzos acometidos. En otros casos, el pavimento de plazas los deterioró hasta hacerlos enfermar. Y en otros casos, fueron causas naturales las que acabaron con ellos, como le sucedió al olmo de San Martín de Valdeiglesias, un árbol singular derribado por el viento y que, por suerte, «tendrá» una segunda oportunidad.
Con el fin de impedir que se pierdan para siempre árboles singulares de la región, el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, se ha puesto manos a la obra. Durante un año han estado recogiendo ramas u hojas de 31 árboles singulares de la región y las horas de trabajo han comenzado a dar sus frutos.
En tres o cuatro meses, el olmo de Guadarrama, que ha logrado sobrevivir estos años gracias a los cuidados contra los barrenillos, los insectos que transmiten la grafiosis, tendrá sus propios clones. «En septiembre u octubre tendremos una o dos docenas de bastardos del olmo de Guadarrama», explica con cariño Manuel Ravada, director del Departamento de Investigación Agroambiental del Imidra. No es para menos. Al principio sólo se iban a clonar árboles singulares que fueran tejos y alcornoques, ya que ya lo han logrado con árboles de estas especies, y gracias a él, los olmos también serán clonados. El motivo: las raíces que tiene este experto precisamente con el olmo de Guadarrama, un ejemplar que no quería ver desaparecer, por lo que en la última poda aprovechó el momento para recoger una rama caída.
Dificultad al ser adultos
«La propagación de materia vegetativa en árboles adultos no suele tener éxito, por lo que se han usado técnicas de biotecnología para crear clones. Hay diferentes técnicas según la especie, pero se puede resumir diciendo que primero se extrae un microtallo o una hoja que se esteriliza y se cultiva in vitro (en laboratorio con unos principios nutritivos y químicos determinados) hasta que se enraíza. Entonces se pasa a un contenedor y luego ya se puede plantar en el campo», precisa Ravada. Y así lo harán. El material clonado se plantará en el vivero del banco de germoplasma forestal de San Lorenzo de El Escorial.
«De un esqueje se puede obtener una planta, a través de la clonación un montón de ellas», afirma el experto. «El material vegetativo que se quede en el camino –prosigue Ravada– no llegará a enraizar, por lo que no se puede hablar de la pérdida de un árbol por el camino».
El resultado del proyecto, que se espera que concluya a finales del año 2011, serán docenas de ejemplares idénticos a sus «padres arbóreos», lo que permitirá preservar los árboles singulares de la región, y con ellos el interés social y cultural arraigado en sus vecinos (los humanos, en este caso) y disponer de este modo del conocimiento suficiente para trasladar estas técnicas a la industria, ya sea para fines madereros o de corcho.
En cuanto a si clonar árboles quita o no singularidad, Ravada precisa que «no van a crear cientos de clones de cada ejemplar, y además, el árbol singular acabará muriendo. El árbol de Guernica por ejemplo, no es el original, es un clon, pero sigue teniendo la misma importancia cultural y, por ende, sigue manteniendo su singularidad». El mayor inconveniente, eso sí, «es que no hay un incremento de biodiversidad», reconoce el experto del Imidra.
En el siglo XIX hubo hasta medio millón de olmos en la Comunidad de Madrid. Luego llegó la grafiosis, y con ella la merma de su población, que nunca se recuperó a pesar de los esfuerzos acometidos. En otros casos, el pavimento de plazas los deterioró hasta hacerlos enfermar. Y en otros casos, fueron causas naturales las que acabaron con ellos, como le sucedió al olmo de San Martín de Valdeiglesias, un árbol singular derribado por el viento y que, por suerte, «tendrá» una segunda oportunidad.
Con el fin de impedir que se pierdan para siempre árboles singulares de la región, el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, se ha puesto manos a la obra. Durante un año han estado recogiendo ramas u hojas de 31 árboles singulares de la región y las horas de trabajo han comenzado a dar sus frutos.
En tres o cuatro meses, el olmo de Guadarrama, que ha logrado sobrevivir estos años gracias a los cuidados contra los barrenillos, los insectos que transmiten la grafiosis, tendrá sus propios clones. «En septiembre u octubre tendremos una o dos docenas de bastardos del olmo de Guadarrama», explica con cariño Manuel Ravada, director del Departamento de Investigación Agroambiental del Imidra. No es para menos. Al principio sólo se iban a clonar árboles singulares que fueran tejos y alcornoques, ya que ya lo han logrado con árboles de estas especies, y gracias a él, los olmos también serán clonados. El motivo: las raíces que tiene este experto precisamente con el olmo de Guadarrama, un ejemplar que no quería ver desaparecer, por lo que en la última poda aprovechó el momento para recoger una rama caída.
Dificultad al ser adultos
«La propagación de materia vegetativa en árboles adultos no suele tener éxito, por lo que se han usado técnicas de biotecnología para crear clones. Hay diferentes técnicas según la especie, pero se puede resumir diciendo que primero se extrae un microtallo o una hoja que se esteriliza y se cultiva in vitro (en laboratorio con unos principios nutritivos y químicos determinados) hasta que se enraíza. Entonces se pasa a un contenedor y luego ya se puede plantar en el campo», precisa Ravada. Y así lo harán. El material clonado se plantará en el vivero del banco de germoplasma forestal de San Lorenzo de El Escorial.
«De un esqueje se puede obtener una planta, a través de la clonación un montón de ellas», afirma el experto. «El material vegetativo que se quede en el camino –prosigue Ravada– no llegará a enraizar, por lo que no se puede hablar de la pérdida de un árbol por el camino».
El resultado del proyecto, que se espera que concluya a finales del año 2011, serán docenas de ejemplares idénticos a sus «padres arbóreos», lo que permitirá preservar los árboles singulares de la región, y con ellos el interés social y cultural arraigado en sus vecinos (los humanos, en este caso) y disponer de este modo del conocimiento suficiente para trasladar estas técnicas a la industria, ya sea para fines madereros o de corcho.
En cuanto a si clonar árboles quita o no singularidad, Ravada precisa que «no van a crear cientos de clones de cada ejemplar, y además, el árbol singular acabará muriendo. El árbol de Guernica por ejemplo, no es el original, es un clon, pero sigue teniendo la misma importancia cultural y, por ende, sigue manteniendo su singularidad». El mayor inconveniente, eso sí, «es que no hay un incremento de biodiversidad», reconoce el experto del Imidra.
La Comunidad de Madrid tiene catalogados como árboles singulares 257 ejemplares de la región. El 27 por ciento son coníferas y el 70 por ciento de los listados, especies autóctonas.
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