Inmersos como estamos en una crisis que nos hace depender cada vez más del exterior, sería fácil volver a caer en aquello que el doctor López Ibor diagnosticara como 'complejo de inferioridad' español. Pero lo cierto es que hay ciencia y científicos suficientes como para no tener nada que envidiar a las principales potencias mundiales en este sentido. La financiación que reciben, en cambio, es ya otro cantar.
Nuestros investigadores biomédicos son tan buenos como los mejores; así lo dice, con la autoridad de haber conocido ambos mundos, la doctora Gertrudis Perea, en una charla con ELMUNDO.es desde el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EEUU, entidad que atesora un historial de nueve premios Nobel, sólo en Medicina y Fisiología.
"Mi impresión, desde que estoy aquí, es que no hay mejor ciencia, ni mejores científicos en EEUU", afirma Perea. "Es una idea errónea que tenemos los españoles. Yo era de esa opinión, lo de fuera siempre parece mejor...", añade, aunque reconoce que las condiciones en España no siempre son las idóneas: "
"El problema es la financiación", señala la investigadora. Y la escasez de medios genera, como no podría ser de otra manera, el siguiente círculo vicioso: "Los grupos sin mucho presupuesto para personal contratan becarios predoctorales, que salen más baratos. Pero se pierde la capacidad que ofrece el posdoctoral, que ya tiene la experiencia y los conocimientos para llevar el proyecto de manera más eficiente y rápida... Así es muy difícil ser competitivo", concluye.
Otra dificultad radica en la escasa difusión que se da a los descubrimientos españoles, mucho menor a la que habitualmente obtienen los estudios norteamericanos o, por poner otro ejemplo, alemanes. Aun así, Perea está convencida de que un español podría lograr, con la financiación adecuada y sin necesidad de mayores cambios estructurales, los mismos resultados que se obtienen en un centro como el MIT.
Aunque, por supuesto, la tradición también pesa. El centro que actualmente acoge a la doctora Perea es también puntero en tecnología -como su propio nombre indica- y en física -con 27 Nobel en este campo-, algo de lo que se ha beneficiado en gran medida el trabajo de esta científica andaluza, nacida en Santisteban del Puerto hace 34 años. Su línea de investigación se centra en los astrocitos, un tipo de células cerebrales gliales ('glia' significa pegamento en griego) que durante décadas se pasaron por alto al considerarse que no tenían una función relevante, aparte de actuar como relleno (o 'pegamento') de la masa encefálica.
Sin embargo, esta vieja idea está ahora puesta en entredicho. Lo cierto es que, aunque estas células no transmiten señales eléctricas (al contrario que las neuronas), sí "tienen funciones fundamentales para el buen funcionamiento del sistema nervioso", indica Perea. De hecho, están relacionadas con la mayoría de las enfermedades neurológicas, como el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis o algunos tipos de autismo.
Revolución celular
Esta investigadora indaga en el rol de los astrocitos en el cerebro y en los mecanismos mediante los cuales se comunican con las neuronas. Concretamente, estudia cómo actúan las células gliales ante los estímulos sensoriales -en concreto, visuales- que recibe el cerebro, y de qué manera participan en el procesamiento de la información. Los experimentos se realizan en vivo, con ratones transgénicos, y para ello se necesitan herramientas que permitan activar o desactivar determinadas células. "Es lo que se llama optogenética, una auténtica revolución", comenta la doctora.
Esta tecnología usa 'flashes' de luz para modificar los grupos de células que se quieren estudiar, y fue creada en buena medida en el MIT, por lo que adquirir un instrumento hecho a la medida fue asombrosamente sencillo. "Resultó tan fácil como cruzar la calle y hablar con uno de los que desarrollaron esta técnica, Ed Boyden (...) No siempre es tan fácil, pero es que cuando pasa algo así, no te lo crees", relata Perea, quien destaca que en EEUU, al contrario que en España, "no te quedas atascado en un punto porque no sabes quién no ha rellenado no sé qué documento que necesitas".
La investigadora llegó hace un año al MIT precisamente con la idea de ponerse al día sobre las últimas tecnologías aplicadas a su campo de estudio. En la actualidad disfruta de una beca europea Marie Curie. "Me financian para estar fuera y luego volver un año, con la idea de implementar lo aprendido", explica. Su intención es pasar ese otro año en el Instituto Cajal, el mismo donde ha trabajado los últimos años, en el grupo del doctor Alfonso Araque. "Fue una etapa increíble, aprendí a disfrutar de la ciencia y a sufrirla...", recuerda Perea. "Cuando las cosas no están saliendo como esperas, los experimentos no van bien, hay que seguir hasta encontrar la solución", concluye.
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