James Balog estaba horrorizado. Nada lo había preparado para lo que vio; ni sus 30 años de experiencia como fotógrafo en revistas como The New Yorker, Life o Vanity Fair; ni sus premios World Press Photo en las categorías de ciencia y naturaleza; ni siquiera el hecho de haber sido el primer fotógrafo cuyas imágenes han sido utilizadas en los sellos de EEUU. El encargo de National Geographic y The New Yorker de viajar el Ártico para documentar el deshielo de los glaciares le impactó mucho más de lo que había esperado. "Me quedé impresionado de la cantidad de hielo que se estaba perdiendo y, además, porque ocurría a una velocidad increíble", narra a Público el fotógrafo, cuyo trabajo en la zona se prolongó durante dos años. "No se trataba de un cambio a escala geológica que ocurre en un pasado que no conocemos ni en un futuro lejano", continúa. "Estaba ocurriendo allí y ahora, en nuestra época. Y esa observación sobre el terreno fue el catalizador de Extreme Ice Survey (EIS)".
Este proyecto, que podría traducirse como "medición extrema del hielo", es obra del empeño personal de Balog, pero ha crecido también gracias al trabajo de decenas de científicos, ingenieros, fotógrafos y camarógrafos, y al apoyo de organismos como la NASA y de personalidades como Al Gore. La idea del proyecto es, primero, documentar los efectos del cambio climático de los que Balog ha sido testigo directo y, después, informar de esos efectos a los políticos y la opinión pública.
Balog, que también es licenciado en Geomorfología una rama de la Geología que estudia los cambios en el relieve de la Tierra pensó que la mejor manera de ahuyentar los argumentos escépticos y negacionistas era documentar el deshielo de los glaciares día a día, e incluso hora a hora. Y, además, debía hacerlo a escala planetaria. La razón es simple: "Los glaciares son el canario en la mina, la manifestación más visible del cambio climático", dice.
Según el Sistema Mundial de Control de Glaciares de la Universidad de Zurich (WGMS, en sus siglas en inglés), que estudia 100.000 de ellos en todo el planeta, la pérdida media anual en su masa fue de medio metro en la década 1995-2006, el doble que la década anterior (1986-95), y cuatro veces más que entre 1976 y 1985. El WGMS alertaba en 2008 de que si los países contaminantes no cerraban un acuerdo de reducción de emisiones en la cumbre de Copenhague, de diciembre de 2009, "es posible que muchos glaciares desaparezcan a finales del siglo XXI". Y en Copenhague no se cerró ningún acuerdo.
En todo el mundo
Balog y su equipo sabían que ningún dato impacta tanto a la opinión pública como una buena imagen y, por ello, en 2006 se lanzaron a diseñar e instalar más de 30 cámaras en 17 glaciares de todo el mundo, principalmente en Groenlandia, Islandia, Alaska y las Montañas Rocosas. Las cámaras disparan una fotografía cada hora durante el día, lo que supone unas 4.500 imágenes por dispositivo y año.
El trabajo de estas cámaras es la razón por la que el EIS utiliza el adjetivo "extremo" en su nombre. Según explica el equipo, las cámaras están diseñadas para aguantar lluvia, nieve, desprendimientos de roca, temperaturas de hasta -40ºC y vientos de más de 250 kilómetros por hora.
También es "extremo", dicen, el trabajo que se necesita para asegurar el funcionamiento de las cámaras. Guiado por las recomendaciones de los expertos en glaciares, que analizan las condiciones meteorológicas de la zona y la dirección del posible deshielo, el equipo del EIS busca la mejor perspectiva para que la cámara capte cómo el glaciar se va deshaciendo. Algunos lugares son tan remotos, y las condiciones para acercarse a ellos tan complicadas, que los miembros del EIS deben viajar a caballo o con esquís para colocar las cámaras.
Una vez conseguidas las fotografías, empieza la segunda fase del trabajo del equipo del EIS: el bombardeo. Los expertos eligen las mejores fotografías y las distribuyen a agencias de prensa, medios de comunicación, museos, blogs y agentes sociales, como partidos políticos y ONG. "Ver es creer", resume Balog. La mejor forma de demostrar el deshielo de los glaciares es, dice, mostrarlo. Las cámaras de EIS han sido testigo, por ejemplo, de cómo el Glaciar Columbia, en Alaska, perdía más de tres kilómetros de longitud en tres años.
Balog ha participado en una audiencia en el Congreso de EEUU sobre el deshielo de Groenladia, en una reunión de ministros de la UE y en presentaciones del premio Nobel Al Gore.
Su proyecto está financiado y promovido por entidades científicas como la NASA y la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, además de diversas entidades privadas. Pero, ¿qué puede hacer un fotógrafo para frenar el cambio climático que no hayan hecho ya los políticos? "No es el momento de captar hermosos y románticos paisajes. Como fotógrafos, podemos ser parte de la solución", asegura.
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