La vieja concepción familiar de los años cincuenta manda que el hombre trabaje y la mujer se quede en la casa. Familias de todo el mundo han puesto este modelo en práctica con resultados diversos; no obstante, aparentemente la clave para la prosperidad del núcleo familiar es justamente el modelo contrario.
Las sociedades de hoy, en las que el hombre y la mujer comparten tareas y roles, han desafiado el viejo modelo familiar introduciendo uno más igualitario. Según investigadores de la London School of Economics cuanto más los hombres ayudan en las tareas del hogar, el riesgo de divorcio es menor.
Wendy Single-Rushton, investigadora a cargo del estudio, estudió a 3.500 familias que tuvieron su primer hijo en los años setenta para ver cuál era la incidencia de las actividades del hombre en la casa.
Los estudios tradicionales prestaron mayor atención al rol de la mujer que al rol del hombre, pero aparentemente es este último quien hace la diferencia en relación con la duración del matrimonio.
“La contribución de los padres -dice Single-Rushton- al trabajo no-pago en el hogar estabiliza el matrimonio sin importar el estatus de empleo de las madres”.
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